ESPECTACULOS
Alejandra Flechner

“El trabajo de los actores está muy complicado”

La actriz, que se luce en Tarascones, critica la situación laboral, habla de su pasado en el off con las Gambas al Ajillo y se pronuncia a favor de la defensa de las minorías.

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Estética y ética. Alejandra Flechner revela que en Tarascones trabajan en cooperativa y tienen un día más barato para el público. | aballay

Es una de las cuatro actrices que brillan en Tarascones, la genialidad teatral escrita por Gonzalo Demaría y dirigida por Ciro Zorzoli. Alejandra Flechner, junto a Paola Barrientos, Eugenia Guerty y Susana Pampín, convertidas en los personajes de Martita, Zulma, Estela y Raquel, agotaron entradas en el Teatro Cervantes en 2016 y en 2017. Este año, repiten el fanatismo del público, pero en este caso, en formato de cooperativa que se presenta en el Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857), los lunes y de jueves a domingo con entradas económicas. Allí, esta comedia brillante, bizarra e inclasificable pone en escena una tarde de té, masitas y algo más, entre cuatro amigas de clase alta, que destrozan verbal y físicamente a todos los que están por debajo de su escala social, y a ellas mismas también. Todo es contado en versos rigurosamente medidos, con rima y abundantes figuras retóricas. Flechner, de larga trayectoria en diversos circuitos teatrales, de cine y de televisión, analiza la propuesta y el presente de la Argentina.

—¿Cómo es Martita, tu personaje?

—Es una mujer con la conciencia de clase que tienen las clases altas o las burguesías altas, que se defienden con uñas, dientes y tarascones. Martita, además, es una mujer resentida, porque su marido la deja, y traslada sus frustraciones personales afuera. [Pero], a pesar de que en la obra aparece un living convencional, la forma de actuación no es realista, por lo que se construye a partir de las palabras, de la rítmica del verso. Es una situación enrarecida, medio saturada, de comportamientos, de explosiones, de temperamentos. Como imágenes deformadas. La obra se dispara, se pone delirante, se sale de la agenda de la realidad.

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—¿Cómo pasaron del teatro oficial al teatro comercial?

—En el Cervantes; se agotaban las entradas. Después, estuvimos por el país, incluido Puerto Esperanza, un pueblito, un lugar muy pequeño, casi en el medio de la selva, en Misiones. Allí, nadie del teatro comercial, ningún productor iría; los teatros del Estado dan la posibilidad de llevar ciertos materiales a donde nadie iría porque no ganaría, o, directamente, perdería dinero. Con la nueva gestión, la de [Alejandro] Tantanian, fuimos recontratados. En esta segunda temporada, la de 2017, también quedaba gente afuera. Entonces, para seguir, decidimos formar una cooperativa. Hubo ofrecimientos de producirnos, pero dijimos que no, que queríamos ser dueños de las decisiones estéticas; otra decisión de la cooperativa fue poner un día más barato, como decisión política. Los lunes a 300 pesos es una entrada de teatro independiente. [Sí], hay gente que no puede ni comer, por lo que 300 pesos también es un montón de plata, pero dentro de todo…

—¿Cómo ves la situación laboral de los actores?

—Un desastre. La situación laboral de cualquier trabajador está muy complicada. Con todo lo del Incaa, ¿cuántas películas se filmaban por año, y cuántas se van a filmar? ¿En qué condiciones? La flexibilización laboral empieza con que hay poco trabajo, sigue con que, con tal de laburar, te pagan 2 pesos. Esto no es patrimonio de los actores, es patrimonio de muchas actividades del trabajo de la Argentina. En la industria del cine, no están solo los actores, que son el porcentaje más chico de laburantes. Para filmar una película de tres actores hay sesenta personas que trabajan: los técnicos, los abogados de los contratos… una cantidad de familias que quedan sin ese trabajo.

—Si bien trabajás en televisión y cine, pareciera que estás más en el  teatro. ¿Cuál es su especificidad?

—El teatro conserva esa cosa artesanal, es un trabajo que se hace a tracción a sangre, una profesión antigua en un mundo moderno. Si no hay un actor en un escenario, no hay teatro. Es algo que se conserva fuera del progreso, aunque no veo que la humanidad progrese mucho. Es una actividad que no deja de existir, en buenas épocas, en malas épocas; parece más resistente que las cucarachas, aunque no es algo de primera necesidad.

 

“Las gambas éramos feministas sin saberlo”

—¿Por qué creés que, pese a tener una trayectoria muy amplia, se te sigue recordando por tu participación en las Gambas al Ajillo?

—Es muy extraño. En el momento de hacerlo, uno no está pensando en eso. El Parakultural y las Gambas se inscriben dentro del contexto de donde salieron: la vuelta a la democracia después de los años de plomo. Eramos unas mujeres muy raras, feministas sin saber que lo éramos. Peleándole al mundo nuestro derecho, hacíamos un numerito que también era de unas feministas recalcitrantes y ridículas. Yo me considero re-contra feminista y voy a la marcha a favor del aborto legal. Después es después. La cosa empieza a ser una mercancía, [pese a lo cual] seguiré dando las batallas junto a las mujeres, travestis, trans, minorías oprimidas. El capitalismo está armado sobre un hombre que sale a trabajar y una mujer que, para sostener ese sistema de producción, trabaja gratis en la casa. Me interesa pelear contra eso.

—¿Sentís alguna continuidad entre aquella Alejandra y la de hoy?

—Sigo siendo aquella persona, teniendo un mismo motor. Me encanta trabajar con mujeres y hacerlo de una manera muy horizontal. [Pero] he hecho muchas cosas diferentes; siento que puedo quedar atrapada en un lugar, pero siempre tengo una necesidad de experimentar otras cosas… Puedo estar en un teatro comercial o en un trabajo experimental, todo en el mismo día. Le peleo a esas jerarquías, como a la de que el drama tiene más jerarquía que el humor. Tengo debilidad por lo que no está tan prestigiado. Hay una honestidad muy grande en los espacios que no tienen oropeles.

—Además de Tarascones, ¿qué otros proyectos próximos tenés?

—Nada, nada, nada. La tele, no sé. Está el cambio del paradigma. Antes existía en un canal, había tres ficciones diarias. Eso no existe. Antes se filmaban cien películas y ahora se van a filmar 12, por año. No creo que tengamos gobernantes interesados particularmente en la cultura, parece que no hay ningún tipo de política pública.