ESPECTACULOS
norma aleandro

“La felicidad es hacer personajes que amás”

La actriz más respetada del país se ríe de sí misma y de su leyenda, y asegura que nunca fue fácil dedicarse a la actuación. Participa en El jardín de bronce, de HBO, y Pol-ka.

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Recorrido. Norma Aleandro hizo todo, en teatro dirigió Franciscus, en Los ricos también lloran para eltrece. Y en MasterClass como La Callas. Su amor, Le Poole. | cedoc

La nueva coproducción de HBO y Pol-ka se estrenó el domingo pasado a las 21 por la señal premium. No sólo es otro acierto HBO y sus contenidos originales, íntegramente filmada en Argentina, sino que es la adaptación de una gran novela, El jardín de bronce, escrita por el autor del original, Gustavo Malajovich (junto a Marcos Osorio Vidal). La historia es difícil de definir, pero implica el derrumbe pesadillesco de la vida de Pablo Danubio (Joaquín Furriel). Lo fascinante es el equipo de actores que comienza con Furriel, y sigue con nombres como Luis Luque, Julieta Zylberberg, Gerardo Romano, Romina Paula, Mario Pasik, Alan Sabbagh y una actuación especial: la de Norma Aleandro. La actriz que fue parte de La historia oficial de Luis Puenzo que ganó el Oscar y que ha dedicado su vida a la cultura, sea en cine, televisión o teatro, le dio esta entrevista exclusiva a PERFIL para celebrar no sólo su presencia en la serie dirigida por Hernán Goldrid y Pablo Fendrik sino sus propias ideas, claras, amables y sinceras.

—¿Por qué aceptaste la propuesta de hacer una serie con HBO con “El jardín de bronce”?

—La acepté como acepto todas las propuestas: porque me interesó el libro y el personaje. Y quién la hacía, quién la dirigía. El libro es ya una novela estupenda de Malajovich. Esta versión que han hecho es extraordinaria, es fuera de serie. El personaje es precioso. Es misterioso pero con un aspecto común. Pero lleva un misterio. Además es una novela negra, que es un género que no es común verlo aquí.

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—¿Qué te fascina de los personajes y ese misterio que hablabas hoy día y después de tu recorrido como actriz?

—Todos llevamos misterio con nosotros. Y siempre me interesa que se pueda hacer una construcción interesante del personaje. Cuanto más lejano a mi manera de ser y a mis comportamientos, más me gustan. Y cuando me pongo de acuerdo con directores que saben cómo llevar a un actor (que no son todos), me fascina hacerlo. Y no me importa tanto el largo. Este, por ejemplo, no es un personaje protagónico. No me interesa eso. Si fuera protagónico y aburrido, no lo haría.

—¿Te divertís como actriz hoy?

—No soy de reírme. Pero sí soy feliz actuando.

—¿Qué es lo que un actor nunca debe perder en su vida?

—Nunca hacer nada que no le guste. Es muy desdichado lo que estoy diciendo porque cuando uno vive de una profesión, yo que me he formado en la profesión y sé lo que es la vida tan particular que implica actuar, uno tiene que pagar la luz, el gas, el teléfono y todas esas cosas. Entonces, no es tan fácil decir “esto lo hago, esto no lo hago, esto me gusta, esto no me gusta”. Pero cuando ya la tenés más o menos asegurada, la luz, el gas y el teléfono, la felicidad es hacer los personajes que amás.

—¿Amás a todos los personajes que hiciste?

—A casi todos. A veces me he equivocado haciéndolos, pero eso no tiene nada que ver con amarlos al hacerlo.

—¿Creés que es más difícil ser actor en Argentina en este momento?

—No, para nada. Nunca fue fácil. Cuando yo empecé teatro a los 13 años iba a las reuniones y asambleas que hacía la Asociación de Actores, que no tenía la entidad que tiene ahora sino muchísimo menos. Se reunían para discutir si realmente tenías que tener un día de descanso. No era fácil. Hacíamos funciones corridas, tres funciones los sábados y domingos. Lo que era bueno es que hacíamos repertorios. Hice hasta treinta y tantas obras en un año. Era muy difícil realmente llegar a hacer lo que querías y entonces armamos cooperativas, donde apenas sacábamos para comer, pero hacíamos el arte que queríamos. La gente que hace teatro en off, los ves correr, y eso es lo que realmente tiene el amor por esta profesión. Si pintás el cuadro que no te gusta todos los días, no serías pintor.

—¿Qué cambió en vos gracias a ser actriz?

—Muchísimas cosas. Me permitió conocerme mejor a mí misma. Y a conocer mejor a los seres humanos, porque me pasé observando toda la vida a las personas, para poder armar otros seres que no fueran yo. Me ayudó a entender otras cosas, porque hay autores con profundidad que te explican cosas, que de pronto, no es tan fácil aprender en cualquier otro sitio que no sea la buena literatura de teatro. Aprendí a ver las cosas de otra manera y gracias a los buenos autores.

—¿Cómo vivís este momento donde se habla de una nueva crisis de acceso al teatro por parte del público en general?

—Hemos tenido muchas épocas de ésas. Hemos tenido muchísimas. Había un chiste dibujado una vez, no me acuerdo de quién era. En un teatro clásico griego se veía a dos griegos sentados en los escalones y decía abajo: “Hablando del desastre del teatro”. Siempre hablamos de que la gente no va a poder ir, de que ya no va más o lo que pasa. Pero son de esas cosas eternas. Es una necesidad social muy grande el teatro. Hay momentos complicadísimos, seguro. Pero hay gente que siempre sacrifica cosas para llevar el público al teatro. No hay que asustarse.  

—¿Hay algo que te gustaría cambiar de la cultura argentina que te toca de cerca?

—La cultura empieza por la educación y creo que en educación estamos muy atrasados. Los colegios, la forma de abrir la cabeza deberían ser algo que incentive la curiosidad. Sin eso la cultura siempre será una manera de mostrar las cosas. Sólo una.

—¿Qué sueños te quedan todavía como profesional?

—Los mismos que tenía cuando tenía siete años.

—¿Te puedo preguntar cuáles son?

—Hacer las cosas que me gustan, no hacer las cosas que no me gustan. Salir, estar con mi familia y amigos.

—¿Existe una pelea permanente con el “no creérsela” y contra los halagos permanentes?

—No la sufro, porque realmente nunca me la creí. Hay algo terrible que tiene que ver con la fama. Si no lo manejás sencillito, no es bueno. He vivido muchos fracasos y éxitos. Los éxitos te pueden aflojar demasiado. Te recomponen. Pero los fracasos te dan fuerza. La vida está llena de éxitos y fracasos, pero eso no te hace un éxito o un fracaso. Nunca me la creí.

—Pero te lo dicen…

—Los que me conocen saben qué tipo de persona soy. A veces, las que yo quiero son un poco disparatadas, y me terminan resultando las que proponen. Pero los que me conocen saben que yo soy un poco disparatada.


“Hay cosas que no volverIa a hacer”

—Hubo un susto muy grande para el cine argentino. ¿Qué pensás de esa situación?

—Yo creo que es una situación que hay que resolver. Y que hay gente intentando hacer eso. Quiero que se resuelva bien, de la manera más justa, sobre todo para los que trabajan. No para los que viven del cine sin trabajar. Para los que trabajan en el cine es realmente importante. Cualquiera que trabaja en el cine lo ama. Nunca te va a dar una millonada. Es muy bello, pero muy difícil. Te lleva mucho tiempo de vida. Te devuelve muy poco en dinero, te devuelve mucho en otras cosas. Quiero que todo eso se arregle.

—En ese sentido, cuando hablás del cine ¿cuál es el recuerdo más cálido?

—He disfrutado muchísimos momentos. Te mentiría si te mencionara uno solo. Algunos no valen ninguna pena. Pero en general lo he pasado bien, he elegido bastante bien. Sería injusto olvidarme de algunos. Hay cosas que no volvería a ver, no ya a hacer.

—¿Te pesan en algo esas equivocaciones?

—No para nada. Si no me equivocaba, significaba que no me estaba moviendo.

—¿Cómo ves a la Argentina hoy como país?

—Veo que estamos en algunas peleas medio absurdas, pero así serán siempre. Vamos saliendo con dificultad, pero vamos saliendo. Estuvimos demasiado tiempo creyendo que todo estaba bien. Ahora nos cuesta revisar y ver qué está pasando de verdad. Cómo mejorar situaciones. Acá lo realmente más grave es la pobreza. Cómo salir de eso. Cómo cambiar esas vidas. Es a lo que todos tenemos que abocarnos como primer problema grave.