Las agendas diplomáticas avanzan a saltos cuánticos; los problemas se administran lentamente hasta que las visitas y reuniones presidenciales aceitan los engranajes y se resuelven de un golpe muchos asuntos. Ese puede ser el caso con la visita del presidente de Brasil a Montevideo.
Lula llega simultáneamente con un fuerte crecimiento del interés brasileño por invertir en Uruguay. Es el caso de Petrobras (compró Shell y tiene interés en la distribución de gas natural envasado), el Banco Itaú (compró el Banco de Boston) y Camargo Correa (construirá una planta de cemento de 50 millones de dólares), entre otras.
El tiempo no transcurre en vano. A mediados del pasado año parecía que el Mercosur podría perder a uno de sus Estados miembros; se hablaba insistentemente de que Uruguay optaría por una inserción alternativa en la economía mundial, sobre la base de un tratado de libre comercio con Washington.
Lo que ocurrió en realidad es que a fines del mes pasado Tabaré firmó con EE.UU. un TIFA, es decir, un acuerdo marco de comercio e inversiones que no requiere aprobación parlamentaria ni es incompatible con las normas del Mercosur.
La visita del brasileño se realiza pocos días antes de que George Bush llegue a su vez a Montevideo y Brasilia. Uruguay tiene un importante saldo positivo en su comercio de bienes con EE.UU. mientras que son altamente negativos los que registra con Argentina y con Brasil. Otros temas de la rica agenda son: el tratamiento de las asimetrías en el Mercosur (Argentina se opone en principio al establecimiento de factorías en territorio uruguayo con reglas de origen menos estrictas); las inversiones brasileñas para ensamblar ómnibus; los proyectos de energías renovables; la utilización por Uruguay del Fondo de Convergencia Estructural para obras en la ruta 26 y la interconexión eléctrica Candiota-San Carlos; y el reconocimiento mutuo de normas técnicas y fitosanitarias.
