El Amery Ice Shelf estaba en la Antártida, sí, pero ya no está más. En tres días, esta superficie de agua helada de 60 kilómetros cuadrados se derritió y desapareció. Así nomás.
Lo más sorprendente es que sucedió en 2019, pero recién ahora se hace público, gracias a una imagen satelital del ICE Sat-2, a la que tuvieron acceso el glaciólogo Roland Warner y otros colegas del Instituto para los Estudios Marinos y Antárticos de la Universidad de Tasmania, en colaboración la Universidad de California, la Universidad de San Diego y la Universidad de Columbia en Nueva York. Este material acaba de ser aceptado por la revista Geophysical Research Letters y se hizo público.
La barrera de hielo Amery (en inglés, Amery Ice Shelf) se encuentra en el territorio de la Antártida que reclama Australia y está –o estaba- ubicado en “el delta” que forman las bahías Prydz y MacKenzie, entre la costa Lars Christensen y la costa Ingrid Christensen.
La masa de agua que desapareció hasta fundirse con la del océano tenía un volumen que oscilaba entre los 600 y 750 millones de metros cúbicos. Según aproximaciones del informe, el doble del volumen que ocupa actualmente la bahía de San Diego, en California.
Un lago de 60 kilómetros cuadrados
“La plataforma de hielo Southern Amery Ice Shelf tiene un extenso sistema hidrológico de superficie, y presentamos datos de imágenes satelitales e ICESat-2 que muestran una rápida alteración de la superficie allí en el invierno de 2019”, dice el resumen inicial del trabajo.
Los especialistas sostienen que en el invierno de 2019, un “deflujo” comparable con las cataratas del Niágara, secó este enorme lago antártico.
Warner y sus colegas explican que, donde estaba el lago antártico, se formó una “cavidad helada”, que ellos denominan “dolina”. Estiman que podría haberse formado o profundizado una cuenca que probablemente luego volcó el caudal del agua en el océano.
La hipótesis de Warner y sus colaboradores es que el peso del agua acumulada en el lago antártico abrió una hendidura en la plataforma de hielo bajo el lago, un proceso que los glaciólogos denominan "hidrofractura". Por esa fuga, el agua “defluyó” al océano, por debajo, y provocó una suba de hasta 36 metros de la región ocupada por el lago drenado.
El hielo tiene un comportamiento similar al de un cuerpo viscoso de plástico y la gravedad, la pendiente, la topografía subglacial e incluso la superficial lo afectan, lo “estresan” y agrietan. Toda esa dinámica altera su morfología y crea y modifica patrones que también brindan información valiosísima, porque permiten hacer un seguimiento en el tiempo y calcular y predecir acontecimientos.
Los autores de la investigación recién salida del horno predicen que la disolución de la superficie antártica se duplicará para 2050. Menudo problema en este tablero en donde la (in)estabilidad de unas plataformas de hielo alteran a sus vecinas.
La buena noticia es que el monitoreo con sistemas satelitales de la NASA u organismos internacionales, una vez más demuestra lo que sucede en geografías remotas del planeta a las que de otro modo no tendríamos prácticamente acceso.
mm/ ds