La historia ha sido muy injusta con Nicolás Maquiavelo. Convertido por la eterna hipocresía política en sinónimo del mal, se le adjudican frases que nunca escribió, siempre para citarlo como autor intelectual de mil y una tropelías. Dos ejemplos de lo jamás dicho por el gran florentino:
* “El fin justifica los medios”.
* “Divide y reinarás”.
Pocas veces –por no decir casi ninguna vez– se rescatan sus buenos consejos a Lorenzo II de Médici. Entre ellos:
* “No debemos dejar nacer un desorden para evitar una guerra, pues acabamos no evitándola”.
Cualquier opositor es capaz de afirmar, hoy por hoy, que los esposos Kirchner son destacados discípulos de aquel Maquiavelo maquiavélico, porque la familia gobernante divide para reinar y cree que todo vale para quedarse a vivir en el poder.
Sin embargo, tal vez nadie como Don Néstor, Doña Cristina y los suyos haya hecho tantos esfuerzos desde mayo de 2003 para crear una oposición y hasta para unirla, aunque, claro, en el oscuro rincón de la antipatria. Generándose un enemigo por discurso y siempre a fuerza de sopapos y descalificaciones, el Presidente y su íntima candidata a sucesora fueron tan sobreactuados en sus demostraciones de poder, que cualquier analista bien informado hubiera tenido elementos para pronosticar que llegaríamos a esta fecha con una oposición articulada y rebosante de propuestas alternativas, aunque nacidas más del espanto que del amor.
Nada que ver. A menos de una semana de la inscripción definitiva de candidaturas para el 28 de octubre, los opositores arriban a esta primera meta bailoteando una poco glamorosa tarantela. Macri del brazo con Sobisch, que se suelta y va con López Murphy, que cruza la pista a los saltos y va con Carrió, mientras Sobisch ya da vueltas con los Menem y los Rodríguez Saá alrededor, pero se enrieda con el Turco Asís y Macri que le cabecea a Lavagna, que no baila porque “es una operación del Gobierno” y ta-la-ra-la-la-ra-la-la-lá.
Pare la música. Cada uno por su lado. Todos primeros, nadie segundo. Ni una bendita elección interna. Mucha cumbre secreta. Demasiado búnker. Sabios dedos. Coaliciones y uniones y frentes que no coaligan ni unen, salvo los deseos de llaneros solitarios con y sin antifaz. La oposición dice que los Kirchner son egoístas, altaneros, autoritarios... ¿Y por casa?
Podrá decirse:
—Menos mal, ¿qué tiene que ver Mauricio con Lilita?
Podrá decirse:
—Menos mal, ¿cuánto futuro pueden sumar el PJ de Potrero más el Movimiento Popular Neuquino, respaldados bonaerensemente por el no ingeniero Blumberg y el ex comisario Patti?
Tienen razón. Sucede que los opositores, tan hijos de la destrucción de los partidos tradicionales y tan viciados de personalismos y familiarismos y amiguismos como los Kirchner, enfrentaban dos opciones a la hora de definir quiénes y cómo competirían con el oficialismo en este 2007:
* Construir un mamarracho, un amontonamiento amorfo.
* O dispersarse en pequeños esperpentos.
Mamarracho: cosa imperfecta, defectuosa, ridícula y extravagante.
Esperpento: hecho grotesco o desatinado. Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán en el que se deforma la realidad recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado.
Escribió el enorme Ramón María del Valle-Inclán:
“¡La Noche de Octubre!
¡Mi muerte anunciada!
¡Noche mía,
abierta entre Tierra y Sal!”
Como se ve, un esperpento merecerá más comentarios que un mamarracho. Tiene más onda. Mejor prensa. Así, las lábiles oposiciones decidieron entablar una especie de guerra de guerrillas en busca de un improbable ballottage, mientras se aprovecha octubre como una “interna nacional” donde dirimir qué opositor tiene más chances de arrogarse una pretendida jefatura del no-oficialismo.
Si Maquiavelo nunca dijo: “Divide y reinarás”, los opositores parecen estar diciendo: “Dividámonos y que ella reine lo menos posible”, apostando con tácita temeridad a un desorden que, de producirse, no evitaría males mayores. Claro que, de no lograr el premio consuelo de una segunda vuelta, el armado de una variable opositora quedará, una vez más, en manos de la Casa Rosada. Allí, a partir del 10 de diciembre, salvo que sobrevenga una catástrofe pingüina, se instalará la segunda fase del Plan K con la Señora al frente.
Por lo que pudo apreciarse en estos últimos cuatro años y medio, el devenir opositor dependerá más de los eventuales dislates, errores, chanchullos y desgastes de la futura administración que de la astucia y la proactividad de quienes nunca militarían en el Frente para la Victoria.
El resultado de este experimento empezará a vislumbrarse entre las parlamentarias de 2009 y las generales de 2011.
Vaya paradoja: de alguna manera, para entonces, tal vez la oposición le esté debiendo un monumento a Cristina.
EL PÁNICO A LO INGOBERNABLE
Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada habiendo salido segundo con apenas el 22,4% de los votos. Pero si, el 28 de octubre, Cristina sacara menos del 40% –y ni hablar, si, además, se diera un ballottage–, el kirchnerismo viviría el resultado como una derrota.
Por ahora, las encuestas los siguen tranquilizando. Sin embargo, a ninguno de sus cráneos del marketing político se le ocurrió anticipar que el escenario tan temido significaría un crecimiento de más del 80% con respecto a lo cosechado en 2003.
La conclusión a priori de que la Argentina es un país ingobernable si quien ocupa el sillón de Rivadavia no llegó a sentarse allí con al menos la mitad más uno de los sufragios, habla de la poca generosidad con que tanto oficialistas como opositores conciben el ejercicio del poder. Unos juegan al “para siempre” y otros al “hasta nunca”, en cuanto puedan. Ninguno se pregunta en serio cuántos “empezar de nuevo” puede soportar un país que sigue discutiendo los 70, los 80, los 90 y el fracaso del llamado progresismo como si les hubieran sucedido a otros.