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Acerca del lenguaje inclusivo

Algunas cartas que han llegado a PERFIL plantean dudas acerca de la validez o no de incorporar el denominado “lenguaje inclusivo” a textos del diario, con extremos tales como la negación absoluta y la exaltación de este nuevo fenómeno (no tan nuevo, en verdad) que está poniendo en estado de cocción una manera distinta de comunicación entre hablantes de lengua hispana.

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TORRE DE BABEL. Según la pintó Peter Brueghel en 1563. | CEDOC

Algunas cartas que han llegado a PERFIL plantean dudas acerca de la validez o no de incorporar el denominado “lenguaje inclusivo” a textos del diario, con extremos tales como la negación absoluta y la exaltación de este nuevo fenómeno (no tan nuevo, en verdad) que está poniendo en estado de cocción una manera distinta de comunicación entre hablantes de lengua hispana.

Es, curiosamente, una flamante grieta, esta vez transversal, que plantea un verdadero desafío para lingüistas, militantes de organizaciones feministas y de género o de la tradición gramatical y –en particular– para quienes prefieren mantenerse a un costado de la polémica y analizar la cuestión en términos de comunicación entre las personas.

El mito de la Torre de Babel, surgido del Génesis en el Antiguo Testamento, pone al descubierto que nada es nuevo sobre la faz de la tierra. “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la faz de la tierra” , dice la Biblia al exponer el porqué de la decisión de construir la torre. La respuesta de Jahvé: “He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y este es el comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible. Ea, pues, bajemos, y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no entienda cada cual el de su prójimo”.

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Como casi todo ese texto magnífico por su lenguaje y simbolismos (no es mi caso el considerarlo sagrado, por el contrario), el tramo ejemplifica uno de los desafíos que la humanidad ha ido encontrando a lo largo de su historia: cómo comunicarnos, cuál es el lenguaje que nos identifica y que permite que personas y pueblos distintos, con diferentes orígenes y diversas latitudes, logren entenderse.

No estamos ante una nueva Babel, pero la lengua es un instrumento dinámico, que solo se mantiene inmóvil por obra de sus administradores oficiales, en general de fuerte impronta conservadora. La Real Academia Española ha tenido que actualizar sus criterios, que durante muchos años se han mantenido intocables, por la incontenible marea de la comunidad hispanohablante. Sin embargo, respecto del denominado lenguaje inclusivo mantiene un conservadurismo acérrimo. Tan congelada está la postura de la RAE, que todavía no se ha definido concretamente para casos del empleo de letras alternativas para nombrar personas (la e, la @, la x), aunque sí para condenar el “todos y todas” y expresiones similares.

 En la Convención Nacional Constituyente argentina de 1994, el tema fue debatido y dio lugar a una definición contundente: “Es un derecho inalienable el poder nombrar y ser nombrado y nombrada con respeto a la propia identidad. Cuando el lenguaje común universaliza el masculino como patrón para abarcar toda la realidad, expresa a través de la lengua el estado de discriminación de la mujer”. En 64 páginas de impecable redacción y fundamentadas definiciones, la Cámara de Diputados de la Nación publicó una “Guía para el uso de un lenguaje no sexista e igualitario”, que está dirigida particularmente al uso de términos por parte de legisladores y legisladoras (tanto en sus textos parlamentarios como en las exposiciones dentro y fuera de la Cámara), pero vale también para que sean aplicados en la vida cotidiana, sin llegar al extremo de modificar la composición morfológica de las palabras.

Algunas de sus indicaciones:

  • “Los hombres y las mujeres; la humanidad; el género humano; la especie humana; las personas; los seres humanos”, en lugar de el hombre o los hombres.
  • “Los derechos humanos, los derechos de las personas” en lugar de los derechos del hombre.
  • “Los derechos de la infancia, los niños y las niñas, la infancia; los jóvenes y las jóvenes; la adolescencia; la juventud”, en lugar de el niño, los niños, los derechos del niño.
  • “Los/las candidatos/as; las personas que presenten su candidatura; quienes optan por candidatearse”, en lugar de los candidatos.

Es una larga lista de recomendaciones, cuya extensión excede el espacio disponible en esta columna, pero que puede ser consultada por los lectores de PERFIL en https://www4.hcdn.gob.ar/dependencias/dprensa/guia_ lenguaje_igualitario.pdf

En un reciente informe de LN+, la doctora en Letras y profesora de la Universidad Torcuato Di Tella Karina Galperín puntualizó “la necesidad insatisfecha” del masculino como género abarcador: “El genérico en masculino a algunos no les satisface; es impreciso por cómo han cambiado las composiciones de los colectivos. El problema está en la lengua, no solo en la escritura. Hemos visto una evolución, donde se busca la forma más apta”.