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Adiós a las urnas

Urna Temes
El dato a tener en cuenta en estas PASO será la abstención electoral. | Pablo Temes

En la primavera de 1999, floreció en la Argentina un grupo político que practicaba la antipolítica. Eran estudiantes secundarios, universitarios y jóvenes profesionales que no superaban los treinta años y proponían una acción democrática para alterar la democracia. Eran representantes de una clase media porteña, acomodada e ilustrada, que comenzaba a recibir los últimos embates de lo que sería una traumática salida de la Convertibilidad. Burgueses asustados, diría Bertolt Brecht. Los viajes a Miami y la ilusión del consumo menemista se empezaban a esfumar como agua entre los dedos. Era la génesis del 2001, que ya se anticipaba. Una crisis económica que en poco tiempo más iba a tornarse política. Había nacido el Movimiento 501.

Los creadores de tan ecléctico movimiento, que cuestionaba el sistema sin salirse del sistema, impulsaban una revolución. Pero una revolución acotada. Muy acotada. Una lectura atenta del Código Electoral les permitió establecer que si el día en el que se realizaba la votación, el elector estaba a más de 500 kilómetros del domicilio declarado para emitir el sufragio, entonces ya no tenía la obligación de votar. Así lo hicieron. Y en la última elección presidencial argentina del siglo veinte quisieron tomar el cielo por asalto. Pero no marcharon a Sierra Maestra. Fueron a Sierra de la Ventana.

El domingo del 24 de octubre de 1999 se congregaron un poco más de quinientas personas en esa localidad bonaerense. Y lo primero que hicieron fue presentarse en la comisaría para dejar asentada su ubicación. Estaban en contra de la dirigencia política y para manifestar su rechazo decidieron no votar. En cambio, organizaron festivales, fogones y campamentos que emulaban el Día del Estudiante. En esos coloridos mitines se podían leer sus proclamas, escritas en desafiantes –pero prolijas– pancartas: “Adiós a las urnas”.

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Han pasado 24 años pero la apatía electoral volvió con fuerza a la Argentina. Y es ahora mucho más preocupante, porque ya no afecta solamente a un grupo de jóvenes. El fenómeno que se evidencia por estas horas no remite a una simple e inofensiva protesta estudiantil. Se trata de algo mucho más grave. En esta nueva crisis, una crisis de 2001 en cámara lenta, hay una agonía económica que hace tiempo ha devenido en política. La democracia argentina, que este año cumplirá cuatro décadas ininterrumpidas, encuentra hoy, paradójicamente, su mayor desafío. Es tan alto el rechazo a la clase política –un germen de cultivo que se viene fermentando desde el que se vayan todos–, que el mayor temor de la dirigencia argentina es que la abstención electoral alcance hoy un récord histórico en esta jornada de votación.

El temor es que la abstención electoral alcance hoy un récord histórico.

La mejor forma de establecer el apoyo a una democracia es observar el respaldo que ostenta su sistema electoral. Desde el fin de la última dictadura en la Argentina, la participación en los comicios siempre estuvo por encima del 70%. Ese piso solo fue perforado en las PASO de 2021, realizadas en el contexto del Covid: con el 68% de asistencia fue la elección que menos concurrencia mostró. Mientras que los índices más robustos se registraron en las presidenciales de 1983 y de 1989, que superaron el 85% del padrón.

En la década de 1990 los porcentajes decayeron, pero no de manera considerable, ya que la participación se mantuvo en torno al 82%. Y, tras la crisis de 2001, que marcó el peor momento social, político y económico del país, el caudal ciudadano que ejerció su derecho al voto se posicionó entre el 78% y el 89%. Hasta la implementación de las PASO, ya que en las primarias de 2019 la concurrencia electoral decayó hasta el 76% y en 2021 retrocedió hasta el 68%, un descenso que también se evidenció en la presidencial de ese año, que solo obtuvo el 71% de votantes.

Se trata de una nociva tendencia que podría potenciarse en la actual campaña electoral que hoy convoca a votar a los argentinos. Es que las elecciones provinciales realizadas hasta el momento muestran un fuerte aumento de lo que podría denominarse como una suerte de “voto bronca”, que se expresa en la creciente presencia de ausentismo, voto en blanco o voto impugnado. Esta clara impugnación a la democracia representa un condicionamiento que llegó a posicionarse en torno al 35% del padrón en promedio de las votaciones que ya se han celebrado en 2023.

El Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional) es una organización intergubernamental que impulsa el fortalecimiento de los procesos democráticos en todo el mundo, y su objeto es desarrollar democracias sostenibles, eficaces y legítimas. Creada en el marco de la nueva ola de democratización que se inició en los ochenta en América Latina y Europa del Este, la misión de IDEA Internacional es promover el sistema electoral a través del voto. Los estudios de IDEA revelan que los países que implementan el sufragio obligatorio con sanciones a los que no cumplen con su responsabilidad cívica, presentan un promedio de participación electoral 10% mayor en comparación con aquellos países donde el voto es obligatorio pero no hay sanciones, o donde el voto es facultativo.

Es por esa razón que la elección de hoy es clave. Porque el aumento de la abstención electoral podría marcar el inicio de una etapa peligrosa para la Argentina: un país en el que el voto sigue siendo obligatorio, pero con una obligatoriedad que, en los hechos, podría convertirse en voluntaria.

El voto obligatorio argentino puede convertirse, en los hechos, en voluntario.

Doctorada en Ciencias Políticas en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, la italiana Nadia Urbinati es una docente de Teoría y Filosofía Política en la Universidad de Columbia que se ha especializado en la tensión que se observa en las últimas décadas entre la política tradicional y los movimientos antidemocráticos. En Pocos contra muchos, Urbinati analiza cómo el siglo veintiuno muestra un cambio de escenario en la relación entre elites y ciudadanos, algo que se evidencia en las masivas manifestaciones populares que han llevado el descontento generalizado a gran parte del mundo: desde el Occupy Wall Street hasta la Primavera Árabe; desde las protestas en Chile hasta las marchas en Hong Kong; desde los indignados españoles hasta los chalecos amarillos franceses.

Es un cuestionamiento de “muchos” contra el statu quo de unos “pocos”. Un cambio de paradigma de un sector de la población que no encuentra representación en la política tradicional. Que interpela a la democracia porque siente que es un régimen que no puede  mejorar su calidad de vida. Porque, en definitiva, interpreta que el voto no es una herramienta de transformación.

Se trata de un clima de época que también se ve reflejado Argentina a partir del cada más grande abismo que se ha abierto entre la sociedad y su dirigencia. Es que a los tormentos ocasionados por la crisis económica y social, que a esta altura es inocultable, los ciudadanos tuvieron que agregar esta semana el dolor causado por una terrible tragedia: el asesinato de una niña que evitaba que le roben el celular de la mochila mientras caminaba hacia su escuela, en uno de los barrios más pobres del país. Pero la respuesta de la política fue mezquina y sólo se escucharon acusaciones cruzadas en busca de algún rédito electoral.

La política argentina se muestra perpleja y muy alejada de la realidad. Por eso aparecen los Milei. Por eso crece el adiós a las urnas.