Las relaciones con dos de los países que más crecerán en 2010, uno el tercer mercado más grande del mundo y otro el más importante de América después de los Estados Unidos (y nuestro principal socio comercial), representan para la Argentina la gran oportunidad de recuperar el nivel de exportaciones que tuvo hasta 2008. Las demandas de China y Brasil traccionarán las ventas argentinas en distintos rubros, pero los problemas en torno a la política defensiva del país no son buenas noticias en estas circunstancias. Se requiere tacto para mantener los disensos en un nivel de cordialidad diplomática, que evite afectar los intereses comerciales de la Argentina.
Por el lado de Brasil, que es por lejos la relación bilateral más importante que tiene nuestro país, el impacto positivo provendrá de una mayor inserción en 2010 del sector automotriz. Se proyecta que este año habrá un incremento de 35% en las exportaciones de vehículos hacia nuestro vecino para este año con respecto de 2009, alcanzando estimativamente las 385 mil unidades vendidas.
En el caso del mercado chino, el incremento vendrá por el lado de los alimentos. Las mayores ventas corresponderán a porotos de soja, que alcanzarán estimativamente los US$ 2.500 millones. Tanto China como Brasil serán responsables por el grueso del aumento de las exportaciones y en conjunto representarán en 2010 el 31% del total de las ventas externas. Se trata de una proporción muy importante como para no prestar atención a los conflictos que aun esperan una solución.
Los temas por resolver. Las dificultades y cruces con Brasil y China tienen causas ya conocidas. Los conflictos internos de la Argentina entre 2008 y 2009 decantaron en un escenario de salida neta de capitales que, al estar el país marginado de los mercados de capitales en el mundo, debía ser financiada a través del saldo de la balanza comercial. De allí el origen del llamado “comercio exterior administrado”, que tiene como vedette a las licencias no automáticas, los derechos antidumping, los valores criterio, los compromisos de precios, y demás medidas para restringir importaciones.
En este escenario vuelve a crecer la conflictividad principalmente con Brasil, que se intentó resolver en un principio a través de una nueva ronda de negociaciones sectoriales, que incluye a los sectores sensibles tradicionales y a otros nuevos. Pero los escasos resultados y las presiones electorales que comenzaron a cernirse sobre el gobierno de Lula erosionaron paulatinamente la política de “paciencia estratégica” de Brasil para con su socio, y desembocó en la adopción de medidas de represalias de éste para con nuestro país.
Esta disputa está asentada en distintas percepciones del conflicto por ambos países. Para Argentina, las medidas implementadas se justifican como forma de compensar el escaso avance de las cuestiones pendientes de la integración, que fueron responsables del elevado déficit en el comercio de productos industriales (que hasta el momento no había causado preocupación). Para Brasil, negociar en los mismos sectores es una vuelta atrás en el avance de los últimos años, pero esto no es lo peor, sino que los nuevos acuerdos alcanzados no se cumplen porque la Argentina sigue demorando la autorización de las licencias, que suman incertidumbre hacia delante.
A partir de esta escalada de conflictividad, en buena medida innecesaria, ambos países apresuraron la reunión de presidentes, que intentaron calmar los ánimos, ya que una situación de este tipo no le conviene a nadie, pero sobretodo a la Argentina. Luego de las reuniones mantenidas, en especial la reciente ministerial, las aguas parecen más calmas. Ha sido decisivo que la Argentina trate de no prolongar excesivamente los tiempos de aprobación de las licencias cuando se trata de Brasil. Pero hasta el momento no han asomado visos de una solución estructural al problema.
Diferentes y complementarios. La Argentina ha recibido también protestas de China desde su embajada, con críticas a su política comercial defensiva. Pero en este caso de menor voltaje, considerando la ausencia de algún acuerdo comercial entre ambos países, y el escaso peso de la Argentina como mercado de las exportaciones chinas.
De todas maneras, China y Brasil, si bien a nivel sectorial tienen una competitividad que puede afectar algunos sectores frágiles de la industria argentina, son fundamentales como mercado para las exportaciones argentinas, por motivos diferentes. En primer lugar, gracias al nivel de integración y la complementación productiva, Brasil representa para la Argentina un mercado insustituible hacia el que se dirige buena parte de las exportaciones industriales del país, sobre todo automotrices, pero también químicos, plásticos, papel y caucho. En el caso de China, es el principal demandante de commodities alimenticios del mundo, que constituyen la columna vertebral de las exportaciones argentinas. Y en gran medida es determinante de los precios internacionales de tales productos, que han causado tantas disensiones hacia dentro del país.
Por otra parte, si bien existe una gran discusión acerca de las posibilidades de sellar un acuerdo estratégico beneficioso con China, no hay duda de que la alianza con Brasil es un aspecto central de la integración al mundo de la Argentina, y es necesario que desde la política exterior se envíen las señales correctas de avance en esa dirección. Hasta el momento no hay un direccionamiento claro de la Argentina en este sentido, sino tan sólo medidas unilaterales e inconsultas que conforman una política más defensiva, sumamente contrastante con una visión en Brasil de mayor apertura e integración a los mercados mundiales, no solo comerciales, sino de inversiones y financieros. Necesitamos de los dos, tanto de China como Brasil, por lo que se impone la definición de estrategias con una mirada más amplia y a largo plazo, no concentrada en medidas signadas por la coyuntura.