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Calamidades en serie

Hace casi un mes que estoy con lo que parece ser una gripe, una porquería viral que empezó con fiebre.

16-4-2023-Logo Perfil
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Entre el domingo pasado y hoy martes estoy atravesando días muy desagradables. Varios elementos contribuyen a una sensación de pesadilla que persiste cuando escribo esta nota, porque hoy se agregó una calamidad nueva a mis padecimientos: uno de los discos rígidos de esta computadora hizo su desaparición del mapa. Allí tenía guardado todo lo que escribí en los últimos diez o veinte años. Desde luego, no tengo un resguardo de los archivos, mala costumbre que practico desde que escribo en computadora, a pesar de las eternas promesas de corregir el error la próxima vez. Esa sensación de orfandad digital es ciertamente molesta, diría que terriblemente deprimente, y no vale la pena describirla para quien no ha pasado por ella. A los que la conocen, es mejor no recordársela.

Bien, pasemos a otro tema, a la revisión de otra desagracia. Hace casi un mes que estoy con lo que parece ser una gripe, una porquería viral que empezó con fiebre y sigue desde entonces con una sensación de cansancio, desgano, falta de apetito y la certidumbre de ser una piltrafa humana. Acompañada de catarro, resfrío y la impresión de que el cerebro ha sido abducido por una fuerza maligna que se manifiesta de un modo insidioso cada noche, como si un ruido de fondo me acompañara como una segunda naturaleza, esta cosa redefine la idea que uno puede tener de la salud. Y créanme que la sensación no es agradable. Pero no solo yo estoy con gripe. Flavia empezó unos días antes y, por suerte, se le fue pasando lo suficiente para cuidarme, ya que prácticamente no salí de la cama en estos días. Agrego que la primera enferma de la familia fue nuestra perra Solita. La pobre (ya tiene 15 años) padece de una insuficiencia renal que requiere de una alimentación esmerada, tarea que ha recaído también en mi mujer, convertida en la enfermera de la casa.

Pero si el descuido y la enfermedad son contingencias previsibles, creo que no hay nada que me haya preparado para lo ocurrido el domingo cuando se conocieron los resultados electorales. Ese día me sentía tan mal como me ocurría últimamente y no tenía paciencia para esperar los primeros cómputos. Atravesaba ese limbo en el cual no se sabe lo que está pasando y los números demoran su aparición. Hasta que, en un momento, lo hicieron y empecé a creer que había viajado a un planeta desconocido. He aprendido a esperar lo peor de las elecciones, pero nada me preparó para enterarme de que el señor Milei se encaminaba a ser el presidente electo, con victorias increíbles en distritos en los que en meses anteriores no había pasado del cinco por ciento. Pero Milei ganaba en lugares tan dispares desde la demografía o la tradición política como Mendoza o el Chaco, y lo hacía con números contundentes. Viví estos años temiendo la continuidad de un gobierno populista de izquierda cuya gestión me hizo particularmente infeliz en lo personal y en lo público. Ahora, como si la gripe hubiera introducido un espejo en el orden del universo, un nuevo populismo, igualmente guarango y falaz, viene a resultar el supuesto remedio para el que padecimos estos años. Puede ser la gripe, pero yo creo que será parte de la misma matriz de privilegios y corrupción que dice actuar en nombre del pueblo. Allá nos vemos, en el infierno.

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