COLUMNISTAS
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Cambiar el paradigma de “Más Estado” es imperioso, por más difícil que resulte hacerlo

20230127_willy_brandt_cedoc_g
Willy Brandt. “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. | cedoc

El programa económico del Presidente Javier Milei enfrenta semanas definitorias. El oficialismo, más allá de conseguir un ajustado dictamen de mayoría en el plenario de comisiones, no puede asegurar que el “Proyecto de Bases y Principios” logre su aprobación parlamentaria y hasta debió resignar este viernes el capítulo fiscal de la norma, dejando su tratamiento "para más adelante". Además de esos problemas en la Cámara Baja, el trámite del tema en el Senado promete dificultades aún mayores.

Mientras tanto, desde el punto de vista de las dinámicas macro, la combinación inflación elevada-recesión continúa inalterada. Sólo las reiteradas compras del BCRA en el mercado cambiario oficial marcan una diferencia respecto de las dinámicas previas. En materia de inflación, enero mostrará una desaceleración respecto de diciembre, pero el índice seguirá en el orden del 20%. Y ello sin que se hayan corregido aún los precios de la luz, el gas y el transporte de pasajeros. Es probable que estos tengan lugar en febrero y marzo, lo que se hará sentir en los índices de precios de esos meses. Por su parte, en materia de actividad económica, los consumos relacionados con el fin de año y las vacaciones, pronto dejarán de jugar a favor y las consecuencias del salto inflacionario sobre el poder adquisitivo de los ingresos de una amplia franja de consumidores, se notará aún con mayor intensidad.

El equilibrio fiscal y la estabilidad cambiaria son importantes, pero no son suficientes

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La posibilidad de revertir esta dinámica, de alta inflación y estancamiento económico, presente desde hace catorce años, depende crucialmente de que el programa económico diseñado por el Presidente y su equipo se pueda implementar rápidamente. La postura de la oposición de que no hay necesidad ni urgencia, es un grave error conceptual. Porque todos los componentes de dicho programa son iguales de necesarios e impostergables.

Sin una rápida corrección fiscal, seguirán las dudas sobre la solvencia del sector público. La posibilidad de no recurrir más al financiamiento inflacionario del déficit, depende crucialmente de ello. Podría resultar extremadamente costoso que gane terreno la presunción de que parte del ajuste fiscal tendrá que hacerse recurriendo a la licuación de algunos gastos. Al mismo tiempo, si no se recrea la institucionalidad monetaria (la estabilidad cambiaria y monetaria) tampoco se podrían pulverizar ni las expectativas de inflación ni el riesgo de devaluación. Así que una estabilización duradera requiere avanzar en los dos frentes, ni bien se termine la etapa de corrección de precios relativos atrasados.

Pero aún cuando se hiciera todo lo anterior y se despejaran las dudas que se ciernen sobre el corto plazo, continuarían las dudas sobre qué tipo de país aspiramos a tener en el mediano/largo plazo. El equilibrio fiscal y la estabilidad cambiaria y monetaria son importantes, pero no son suficientes. Para volver a ser atractivos para la inversión de riesgo, además, se debe fijar un “norte” económico e institucional. (¿Seremos una economía abierta e integrada o una economía cerrada y subsidiada?, ¿una economía que cree en el mercado y que respeta los derechos de propiedad o una economía regulada y sin seguridad jurídica para las inversiones de riesgo?, etc.). Y la mejor manera de hacerlo es a través de reformas institucionales y estructurales largamente pendientes. Desregular los mercados, sobre todo el laboral, son claves para volver a crear empleo (bien remunerado) y lograr insertarse exitosamente en mercados competitivos. Y mejorar la calidad de los bienes públicos (salud, seguridad social, educación, seguridad, Justicia), resulta vital, porque no hay instrumento más poderoso para la contención social y la igualdad de oportunidades que el gasto público bien hecho. Por cierto, vale la pena recordar, en este sentido, que existe un amplio consenso académico, y evidencia empírica que lo respalda, que la mejor manera de redistribuir el ingreso es a través del gasto y no a través del sistema tributario. Además, casi no hay mercado que no haya quedado atrapado en la maraña regulatoria de los últimos años. Los marcos legales han sido modificados una y otra vez. Todo bajo esquemas de discrecionalidad extrema, donde una regulación firmada por un funcionario de segundo o tercer nivel, está por encima de cualquier sana práctica económica, e incluso, por encima de leyes u otras regulaciones vigentes. Y es en este contexto donde se inscriben el proyecto de “Bases y Principios” y el DNU 70/23, y la importancia de su tratamiento y aprobación parlamentaria.

Que el árbol no tape el bosque

Cuando Willy Brandt (canciller alemán entre 1969 y 1974) pronunció su célebre frase: “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”, intentó plantear la búsqueda de un equilibrio entre la economía de mercado y la intervención estatal. Si bien se inclinaba en favor de la idea que ambas fuerzas eran necesarias, para lograr un desarrollo económico sostenible y socialmente equitativo, no dejemos pasar por alto que lo hacía partiendo de “tanto mercado como sea posible”. Pero, a lo largo y a lo ancho del planeta, el equilibrio entre mercado y Estado no ha sido tan fácil de llevar a la práctica. Y, salvo algunas experiencias exitosas durante los ochenta y los noventa, en las últimas dos o tres décadas, la balanza se ha inclinado peligrosamente hacia el lado del Estado. El caso argentino es un ejemplo extremo de esa pérdida del equilibrio sugerido por Brandt. La sobrerregulación de la actividad económica, una altísima presión tributaria y un Estado crecientemente ineficiente y ineficaz, han sido la consecuencia de un paradigma que ante cada problema ha devuelto siempre la misma respuesta: más Estado. A punto tal de haber llevado al mercado a su mínima expresión. Romper ese paradigma no será nada fácil, en tanto y en cuanto está arraigado en la forma de pensar, y en las estructuras mentales y sociales de una gran parte de la población argentina.

Cambiar un paradigma implica desafiar y modificar creencias profundamente arraigadas, lo que puede ser un proceso lento y resistido. Además, los paradigmas, y éste es un claro ejemplo, suelen estar respaldados por instituciones, tradiciones y sistemas que refuerzan su permanencia. Pero que resulte difícil no implica que no resulte trascendental hacerlo.

*Economista.