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Cantando bajo la lluvia

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A pura garra. Emiliano Boffelli, wing de Los Pumas. | AFP

Si en el partido contra Inglaterra, Los Pumas habían invertido la épica –ganaron los ingleses, con un jugador menos–, contra Samoa los argentinos volvieron a poner las cosas en su lugar: hubiesen debido garantizar el resultado en el primer tiempo, y sin embargo nos regalaron un partido agónico. El samoano Leali’ifano erró dos penales gracias a que muchos argentinos, cómodamente sentados en nuestras casas, a once mil kilómetros de distancia de Saint-Étienne, dirigimos a la pantalla del televisor la mano cornuta, que nuevamente demostró su eficacia.

Bajo una lluvia incesante, Los Pumas fueron al fion algo parecido a Los Pumas deberían ser. En la edición de libros son inevitables las erratas, y en los partidos de rugby los errores. Pero los errores, como las erratas, si son aceptables y esporádicos se reciben con diligente aceptación: no se puede ser eficaz todo el tiempo, durante 80 largos minutos.

Al igual que contra Inglaterra, estábamos solos, sin Dios, pero esta vez Dios no hacía falta: estaban Emiliano Boffelli y Nico Sánchez. Y Leali’ifano, por supuesto: el rugby está más lleno de nubes que de dioses.

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Un par de postales de este encuentro singular: un argentino, de quien no recuerdo el nombre, pelota en mano fue interceptado por un samoano: el choque fue brutal, total; en un catálogo deimpactos ese hubiese sido un zafiro. Y sin embargo el samoana no retrocedió ni un centímetro. Como un rottweiller embestido por un caniche. En ese momento temí por Los Pumas, por nosotros. Y por el pobre jugador que había intentado pasar por donde no debía.

La otra postal es el festejo de Nico Sánchez luego de embocar el penal que  llevó el score a 19, cuando faltando un mísero minuto los samoanos ya podían darse el lujo de hacer un try, porque de todos modos nada habría cambiado.

Ahora viene Chile. Quisiera creer que son pan comido. Y luego Japón. Mi mano cornuta espera ansiosa su turno.