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Coronavirus

El desafío de soportar la espera

Lectura del análisis que Ignacio Ramonet presentó sobre las causas y consecuencias de la pandemia.

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Uso obligatorio de barbijos y tapabocas en la Ciudad Autonoma de Buenos Aires | Obregon Juan Jose

El director de Le Monde  Diplomatique en español, Ignacio Ramonet, ofreció un pormenorizado análisis acerca de las causas y las consecuencias de la pandemia a la que se enfrenta el mundo entero. ¿Cómo se llegó a esta situación? El autor insiste en que el escenario actual es resultado de un largo proceso: “lo que está realmente en causa”, señala, “es el modo de producción que lleva decenios saqueando la naturaleza y modificando el clima. Desde hace lustros se viene advirtiendo que la destrucción humana de la biodiversidad está creando condiciones objetivas para que nuevos virus y enfermedades aparezcan.”

En la época de la técnica como medio de dominación total este virus nos interpela. Sin  duda la ciencia podrá resolver parte del problema ¿Pero acaso esto nos salvará verdaderamente de pensar lo que está en juego?

La pandemia confronta a escala global a la humanidad con aquello que nos ocupamos de no pensar: la finitud de la vida. Esa certeza irreductible que al mismo tiempo se nos traduce en incertidumbre ya que no sabemos ni cuándo ni cómo sucederá. Una vez que esto concluya, ¿volveremos a olvidar lo que este tiempo despertó?

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La pandemia confronta a escala global a la humanidad con aquello que nos ocupamos de no pensar: la finitud de la vida

Se nos pide detenernos y esperar. ¿Cómo soportaremos esta espera en una época que nos conmina a la velocidad e instantaneidad permanentes? En un mundo que no admite demora, donde, cómo nos dice el filósofo Byung-Chul Han, hemos perdido el aroma del tiempo: "Ninguna duración guía el tiempo”.

El mundo de las comunicaciones y la información no tiene aroma. Los acontecimientos se desprenden con rapidez los unos de los otros sin dejar una marca profunda; sin convertirse en una experiencia". ¿Podremos hacer de esta demora una experiencia cuando ella se ha vuelto casi imposible?¿Seremos parte de una película de ciencia ficción?¿O acaso algo nuevo logrará emerger de la espera? Vivimos en un mundo que quiere desprenderse del factor letal de la vida, como lo llamaba Lacan, pero la vida a un en su insignificancia, nos recuerda que aquello que queremos expulsar vuelve como un real más virulento aún; como una presencia que viene de afuera y amenaza con trastocar  nuestra realidad.

Vivimos en un mundo en el que el tecnocapitalismo busca privar al hombre de su referencia biológica como perteneciente a una especie y pretende manipular la genética para negar los dos imposibles: muerte y sexualidad. La vida es todo, dice Kojeve siguiendo a Heidegger; sin embargo, la muerte es más grande que la vida. La vida es todo porque coloca la existencia en la realidad mientras que la muerte la sustrae. La pregunta por la nada, por el pasaje a la nada que es la muerte se transforma en algo más elevado que la pregunta por el ser del ente. En palabras del autor: "La vida creada de lo vivo se renueva. La muerte impone un límite a la reproducción. No reproduce jamás lo singular sino lo idéntico. En ella el desparecido no reaparece jamás".

Sin un pensamiento de la muerte no es posible vivir humanamente. Estas ideas tal vez nos acerquen a comprender por qué se escuchan tantas diferencias entre cómo los mayores soportan este momento de espera social en comparación a los jóvenes. Si bien los jóvenes tienen un manejo más cotidiano de la virtualidad y de las redes sociales, parecen tener mucha menos paciencia para tolerar la demora. Los jóvenes pertenecen a generaciones que hace décadas, tal como lo marca el ritmo social, han quedado con su cuerpo frente a las pantallas. Esta cuestión va de la mano del creciente individualismo y la pérdida del sentido de comunidad. Lejos quedaron las guerras del cuerpo a cuerpo con el enemigo, ya no quedan siquiera los relatos directos de esos enfrentamientos. Ahora más bien se han transformado en videojuegos en donde ni aparece la potencia del mal.

Si bien los jóvenes tienen un manejo más cotidiano de la virtualidad y de las redes sociales, parecen tener mucha menos paciencia para tolerar la demora

Más adelante Ramonet se refiere a los virus en sí mismos, advierte que "los virus son inquietantes; porque no están ni vivos ni muertos. No están vivos porque no pueden reproducirse por sí mismos. No están muertos porque pueden entrar en nuestras células, secuestrar su maquinaria y replicarse.” Necesitan de nuestro cuerpo para poder  duplicarse. El psicoanálisis tiene mucho para aportar en cuanto a lo inquietante. Así como en la literatura de terror donde Poe nos habla del personaje del señor Valdemar que no está ni vivo ni muerto sino en estado de licuefacción, hoy abundan las películas y las series de terror dónde aparece la figura del ​zombie.

​La humanidad se encuentra luchando contra los zombies como un peligro inminente. Ni muertos ni vivos, parece que es la forma en que vivimos. La experiencia del terror es la experiencia de la libertad ilimitada; que es en sí misma efectiva como arma de destrucción de la particularidad del individuo. Los zombies ponen en evidencia el rechazo de la pregunta por la muerte. Pero este rechazo es también una respuesta.

La libertad limitada permite ser con otros, regula el lazo social que nos vuelve más responsables con la especie que somos. ¿Cómo soportaremos el dolor de la existencia? Una manera posible es taparlo con los bastones químicos y los avances de la genética, otra quizá sea enfrentarlo con responsabilidad, junto con la angustia que esto nos genera, al saber que no hay más refugio.

*Coordinadores de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino.