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Con la democracia no se jode

Urna Temes
Argentina enfrenta hoy la eleccipon más tensa de las últimas décadas. | Pablo Temes

Guillermo O’Donnell es el padre de la ciencia política local. Definido por algunos colegas como el “Max Webber argentino”, como lo bautizó el estadounidense Philippe Schmitter, referente indiscutido de las ciencias sociales y teórico fundamental para entender qué es la democracia, O’Donnell es el politólogo nacional de mayor prestigio internacional. Entre los aportes que brindó a la academia, se destacan sus trabajos sobre la teoría de la democracia, sobre las características que presentan los procesos de transición tras un gobiernos de facto y sobre el mecanismo de funcionamiento dictatorial, que caracterizó como el “Estado burocrático-autoritario”. Sin lugar a dudas, el pensamiento de O’Donnell ha sido de gran estímulo e influencia para varias generaciones de politólogos de la Argentina.

Su contribución analítica es tan importante que su obra permitió brindar conceptos fundamentales como accountability, responsabilidad horizontal, democracia micro y democracia delegativa, para advertir que la democracia es mucho más que ir a votar. Y su influencia es tan decisiva en la ciencia política argentina, que en mayo de 2015 se promulgó la Ley 27.131, que estableció el 29 de noviembre como el Día Nacional del Politólogo en homenaje a la fecha del fallecimiento en 2011 del gran autor de Modernización y autoritarismo, Contrapuntos: ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización y Hacia un nuevo consenso democrático. Son trabajos que se han convertido en verdaderos clásicos de la teoría y de la filosofía política moderna porque permiten señalar la inquietud de O’Donnell por el estudio del sistema democrático y su obsesión por lograr que la democracia se consolide como el principal régimen político. Es algo que le preocupaba especialmente para su propio país.

¿Por qué recuperar a O’Donnell en medio de una histórica elección, en la que la democracia argentina está en disputa? De tan obvia, la respuesta parece tautológica, pero no lo es: porque es necesario recuperar a O'Donnell en medio de una histórica elección, en la que la democracia argentina está en disputa.

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Es una histórica elección, en la que la democracia argentina está en disputa.

Steven Levitsky es un politólogo estadounidense, profesor titular de la cátedra de Gobierno y Ciencias Sociales en la Universidad de Harvard. Se especializa en América Latina y, particularmente, se ha convertido en un experto en investigaciones sobre Argentina. Levitsky ha escrito en 2018 junto a Daniel Ziblat, otro politólogo y docente de Harvard, un revolucionario trabajo titulado Cómo mueren las democracias, donde se advierte que los regímenes constitucionales ya no finalizan con un golpe de Estado clásico. Ahora no hay tanques en las calles, ni ejércitos amotinados en un cuartel. Ya no vemos militares sublevados que ingresan a punta de pistola a la sede del gobierno para derrocar a un presidente electo. La agonía de la democracia en el siglo veintiuno es mucho más lenta. Casi imperceptible.

Levitsky alerta en ese ensayo que el verdadero problema reside en la posibilidad cada vez más cierta de que sean los propios políticos que triunfaron en una elección, pero que descreen del ejercicio electoral, los que anulen el Estado de derecho, quebrando las leyes constitucionales gracias a un fuerte apoyo popular logrado a través de las urnas, que les otorgue legitimidad pero también impunidad. La tesis da cuenta de la importancia que asumen los antídotos antidemocráticos para evitar la irrupción de líderes populistas y outsiders, a los que se puede reconocer fácilmente porque ponen en duda las reglas del juego cívico cuando sostienen que el sistema democrático está secuestrado por una élite política y económica (casta), que articula sus intereses y negocios con el poder que les ofrece garantía y protección a través del control de la justicia y de los medios de comunicación.

La síntesis es clara y a la vez perversa: esta democracia es corrupta, por lo tanto, hay que desconfiar de esta democracia. Algo de eso está pasando por estas horas en la Argentina, a medida que las denuncias de fraude se multiplican y generan un clima muy enrarecido y que incita a la violencia, en medio de un trascendental balotaje. Un oscuro paradigma que nunca antes se había evidenciado en este país desde el fin de la última dictadura militar en 1983.

La agonía de la democracia en el siglo veintiuno es casi imperceptible.

Invitado por la Fundación Fundar para reflexionar sobre los cuarenta años de ejercicio cívico en Argentina, Levitstky reconoció que nuestro país atraviesa en estos momentos graves problemas económicos y sociales, pero señaló que esa coyuntura no debe hacer olvidar que la democracia argentina ha sido exitosa por haber alcanzado cuatro décadas consecutivas: un hito que merecer ser celebrado. “Durante cuarenta años ininterrumpidos, Argentina ha tenido elecciones libres y justas, transferencias de poder pacíficas, una amplia protección de los derechos civiles y humanos, y lo que es más importante: los militares han sido expulsados de la política –resaltó Levitsky–. De hecho, uno de los grandes logros de la democracia argentina en los últimos cuarenta años ha sido crear un consenso social contra la intervención militar y en defensa de los derechos humanos. Por eso es que me preocupa tanto que este avance se vea ahora amenazado”.

Levitisky advirtió que, por primera vez, Argentina asiste a una crucial elección presidencial en la que aparecieron candidatos que no comparten el consenso democrático en torno al Juicio a las Juntas, que en su campaña le han restado importancia al accionar de las dictaduras pasadas y cuyo discurso electoral ha hecho eco en la violencia política que era propia de los setenta. Se trata, claro está, de un alarmante y disruptivo fenómeno que lleva a la democracia hasta un límite impensado, algo que el autor de Cómo mueren las democracias ya había vislumbrado previamente en los Estados Unidos, con el surgimiento de Donald Trump, y más tarde en Brasil, con el advenimiento de Jair Bolsonaro. Son antecedentes que ahora quiere evitar para la Argentina.

“Para garantizar un futuro democrático no podemos olvidar las lecciones del pasado. El costo de olvidarlas es sencillamente demasiado alto”, advirtió Levitisky en el video que se difundió esta semana. Su menaje concluyó con una cita muy oportuna. “Porque en palabras del gran politólogo Guillermo O'Donnell: ‘Con la democracia no se jode’”.

Que no queden dudas: con la democracia no se jode. Hoy más que nunca. Hoy Nunca Más.