Que Cristina Kirchner habla mucho no es una novedad. En lo que va del año nos ha propinado algo así como 31 cadenas nacionales y desde 2008 hasta mayo de este año, hizo 121 transmisiones oficiales, en las que habló más de 4.600 minutos, según afirma una presentación del diputado Mario Negri ante la Defensoría del Público. ¿De qué habla? De todo, desde el Programa del Bicentenario, la creación de la Secretaría de Acceso al Hábitat, la Asignación Universal por Hijo, Atucha II, el pago de la deuda con reservas del Banco Central, hasta un plan de descuentos con la tarjeta SUBE, facilidades para comprar taxis 0 Km, subsidios para mejorar el servicio eléctrico en barrios carenciados y un programa para renovar electrodomésticos. Pero lo que resulta curioso es que una proporción nada desdeñable de argentinos que viven abrumados por su verborragia y que huyen de ella ni bien pueden, consideran que la Presidenta habla muy bien, que es una gran oradora y que sus mensajes llegan. ¿Por qué, entonces, resultan tan irritantes para tantos?
Cristina fastidia con sus mensajes vía cadena nacional, no porque, como algunos creen, habla mucho debido a su condición de mujer. Esto incluso es algo que desde la estructura misma de los cerebros femeninos estaría facilitado, ya que en los centros para el lenguaje y el oído, las mujeres tienen 11% más de neuronas que los varones, según afirma Louann Brizendine en El cerebro femenino. Lo que molesta de los discursos de CFK es, sobre todo, el tipo de comunicación que elige utilizar. Si simplificamos al máximo el universo comunicacional humano, podemos decir que hay tres grandes tipos de comunicación, la unidireccional, aquélla en la que un emisor emite un contenido a través de un medio y no hay retroalimentación directa. La bidireccional, en la que el emisor envía un mensaje por medio de un canal al receptor, quien lo recibe y le devuelve a su vez un mensaje (retroalimentación). Y por fin, la multidireccional o redes de comunicación, la que va en todas direcciones, participan tres o más personas, siendo emisores y receptores a la vez, pero por lo general, utilizando un mismo canal para transmitir sus mensajes. Además, en este tercer tipo de comunicación la retroalimentación es infinita.
En la era de la comunicación multidireccional, cuando la Presidenta exaspera la utilización de la cadena nacional, elige un formato comunicacional unidireccional, un tipo de comunicación que técnicamente no es considerado “comunicación” sino más bien información, ya que según el modelo clásico, para que exista comunicación es necesario que participen un emisor y un receptor; que haya un mensaje, un medio o canal que los transmita y, por último, retroalimentación.
¿Por qué elige Cristina un tipo de comunicación que “no comunica”? ¿Uno en el que el otro no cuenta como emisor? La razón es muy sencilla. A través de la cadena Cristina informa, arenga, reta, hace chistes, expone a sus enemigos (aunque sea a un jubilado promedio que sólo puede regalar unos pocos dólares a su nieto), se explaya y redunda en los temas que a ella y a su gobierno le resultan relevantes, y de paso, se ahorra el trabajo y/o mal trago de escuchar a otros. Algo que definitivamente le sucedería si convocara a conferencias de prensa. La verdad es que escuchar preguntas o cuestionamientos por parte de periodistas es de lo más molesto y no entra dentro de su paradigma comunicacional. No hay que olvidar la elocuente explicación que Carlos Zannini le hizo a un intendente que no había entendido bien cómo son las cosas: “Mire, le quiero decir esto: A la Señora se la escucha y se la obedece, no se la contradice”.
Lo cierto es que la Presidenta monologa y cuando ametralla al ciudadano con la muletilla “yo pienso”, sólo ella existe.
*Escritora.