Probablemente no falte mucho para la cuestión del atraso cambiario como agente paralizante de la economía nacional llegue al barro de la discusión de café en que derrapó el debate político. Esta columna apuesta a que el eje discursivo discutirá si el gobierno de Macri permite ahora o no el fortalecimiento del peso por nostalgia de la plata dulce, para favorecer a las importaciones, dado su escaso apego –su desprecio– a la industria nacional, y se lo acusará, contradictoriamente, de haber favorecido una redistribución regresiva del ingreso por la escalada de precios que rigorea desde enero. En una patria sin Indec ni testigo fedatario que infunda respeto, habrá espacio para que los industriales, las Pymes en primer lugar, alcen su demanda, hablen de las imposibilidades para producir y de las políticas proespeculativas del Banco Central. De la mutación de la patria financiera a la patria parasitaria y "lebaquista" del 35%.
Desmesurados en intencionados debates se preguntarán, en breve, acerca de qué sucede con los precios que subieron por el ascensor devaluante-macrista que no bajan por la escalera cuando el peso se vuelve a apreciar. Todo indica que sería inexorable. Como se explica en la infografía de la página 24, y se da por sentado en la mesa de análisis del Gobierno, la mera comparación con el resto de los países de la región nos deja más devaluado que el resto, en particular que el real, con una tendencia histórica al equilibrio con nuestros vecinos comerciales.
Pero si se produce la anunciada entrada de capitales prevista para los próximos meses por inversiones, sobre todo en la construcción, si avanza el blanqueo de capitales oficializado en su intención por el Gobierno y los precios de las commodities mejoran, el alineamiento de los planetas sería inevitable.
El mundo financiero sigue expectante de un hecho que terminará de definir el "después" del "antes" que fue la Argentina en default, pero sobre todo, de la crisis de las divisas. Se trata de la recategorización del país de ser un mercado "de frontera" a uno "emergente". Responsable de esta movida es el MSCI, una firma que funciona como una calificadora de riesgo para los inversores acerca de la rentabilidad de sus apuestas a los países. MSCI elabora varios índices, y la Argentina, que integraba uno de países emergentes fue colocada como país fronterizo (mayor riesgo de impago) en 2009.
A nivel global, hay muchas inversiones que se definen en términos de la "ponderación" que hacen instituciones como MSCI. Y como la "ponderación" de la Argentina en esa cartera de inversiones es muy baja por ser ahora un "mercado de frontera", el ascenso a una definición de emergente implicará una inmensa entrada de fondos a la economía. Se calcula que una recategorización podría implicar inversiones "automáticas" de entre US$ 4 mil a 8 mil millones en activos financieros del país. Los analistas internacionales recuerdan el caso de Abu Dhabi y Qatar, que en noviembre de 2013 fueron reconocidos como mercados emergentes y en un año incrementaron su exposición en los mercados un 40%. Hay ansiosos que creen que se trata de una decisión de semanas (así lo creen en J.P.Morgan, por ejemplo). Pero MSCI no ha dado señales aún de un paso inminente, que suele hacerlo los noviembres.
Si esa entrada de divisas en la economía se concreta, ¿cómo se absorberán esos dólares "depreciados" en la economía? ¿Cómo se administrarán las tensiones para mejorar las exportaciones, con precios impactados por los salarios acordados en paritarias hijas del actual pico inflacionario?
En el país del "overshooting" del tipo de cambio y del "overshooting" del traslado a precios, rápidamente no sabríamos qué hacer con tantos dólares en el bolsillo. Por lo pronto, una rareza asoma en el cambalache de la
Argentina crónica: empiezan a ofrecerse préstamos en dólares con tasas y perspectivas de evolución más accesibles para productores y consumidores que los créditos en pesos. Será el primer gran reflejo de una entrada de capitales que traerá impactos en toda la economía.