El gobierno de Macri implementó un combo de políticas de shock y gradualismo para enfrentar los problemas económicos heredados. La primera decisión fue eliminar el cepo cambiario con un mix de medidas para amortiguar la devaluación. Pese a que el tipo de cambio oficial trepó 35%, se ubicó por debajo del dólar paralelo, oscilando entre 13 y 14 $/US$.
Las claves para contener el dólar oficial fueron: reducir retenciones y trabas a las exportaciones (particularmente en la agroindustria) para acelerar la liquidación de divisas, subir fuerte la tasa de interés local para evitar la dolarización de activos, y apuntalar el financiamiento externo para que ingresen capitales.
La estrategia fue muy efectiva para domar las expectativas de devaluación: el Gobierno evitó un escenario de overshooting y logró que la tasa de interés en pesos volvieran a los niveles pre-cepo en poco tiempo. Sin embargo, un dólar oficial por debajo de los 14 $/US$ morigera pero no alcanza a corregir por completo el problema de atraso cambiario existente.
De hecho, en la medida en que exista una elevada inflación mensual se requiere un deslizamiento continuo del tipo de cambio oficial para no licuar la competitividad externa ganada. El problema es que producto de la devaluación, la quita de impuestos y trabas a las exportaciones, y el descongelamiento de varios precios regulados y otros acordados, la suba de precios se ha acelerado y estamos próximos al inicio de paritarias que definen un precio clave de la economía: el salario. Por ello, prevemos que el BCRA no convalidará una depreciación significativa del dólar hasta que cierren acuerdos los principales gremios (primer semestre de 2016).
El contexto internacional tampoco ayuda: la apreciación mundial del dólar y la creciente incertidumbre financiera están profundizando la caída de los precios de las commodities y las monedas de los países emergentes, neutralizando parte del efecto positivo de la devaluación.
Sin margen para mejorar el tipo de cambio real en el corto plazo, la apuesta para domar las expectativas de una nueva devaluación pasan por mantener atractivo el ahorro en pesos y recuperar un fluido acceso al financiamiento externo. En un contexto de escasas reservas en el BCRA y déficit de la cuenta corriente, se necesita un influjo significativo de capitales para acumular divisas. Por ello, el gobierno de Macri ha introducido importantes cambios en el relacionamiento externo del país. Entre ellos destacan: presentar una propuesta a los holdouts para cerrar el litigio, permitir al FMI revisar el estado de la economía argentina (artículo IV), acercarse a la OECD y a EE.UU., y participar en el foro de Davos tras 12 años de ausencia.
En cuanto a la política antiinflacionaria, el principal avance provino del BCRA. La autoridad monetaria puso al tope de sus prioridades lograr la estabilidad de precios (cambio sustantivo respecto de la gestión anterior), concentrando su atención en absorber buena parte del excedente en pesos de la economía (para contener simultáneamente las presiones cambiarias e inflacionarias) y en morigerar la emisión destinada a financiar el fisco.
Sin embargo, en una economía con elevada inercia inflacionaria y escasa profundidad del sistema financiero, la responsabilidad de contener la inflación excede al Central. El Ministerio de Hacienda y Finanzas juega un rol clave a la hora de coordinar la puja distributiva, acotar las expectativas de inflación, contener el déficit fiscal, y buscar financiamiento genuino.
El anuncio de un esquema de metas de inflación descendiente y con la intención de implementar un pacto social tripartito busca reducir la inercia y las expectativas inflacionarias. Pero para acercar posiciones, el Ejecutivo deberá dar beneficios fiscales a los trabajadores ya que la reducción de impuestos alivió mayormente a las empresas. Sin una suba de asignaciones familiares, una reforma del impuesto a las ganancias, y financiamiento a las obras sociales, será muy difícil encauzar las negociaciones salariales por debajo del 30% anual.
Esto nos lleva a la política fiscal donde el gradualismo ganó la batalla. Con reticencia social/política a un ajuste significativo del gasto público y la reducción de impuestos aplicada para estimular al sector transable, el Gobierno decidió reducir progresivamente el déficit a partir del recorte de subsidios (2016) y del crecimiento de la actividad (desde 2017).
Resta aún definir si la política fiscal se alineará con el objetivo de reducir la pobreza: en el corto plazo las medidas implementadas han ido en contra de esa meta. Para morigerar el impacto en los sectores vulnerables se necesita apuntalar el gasto social (AUH, jubilaciones, asignaciones familiares) y establecer una tarifa social (política fiscal progresiva).
Por último, la apuesta para recuperar el crecimiento pasa por la inversión. El enfoque adoptado por el gobierno de Macri busca mejorar los incentivos a hundir capital en el país por varios frentes: crédito de organismos internacionales (a tasas bajas y plazos largos) para llevar adelante un ambicioso plan de infraestructura, remover trabas internas que afectan la normal operatoria de las empresas, establecer reglas claras para el sector privado, recomponer la rentabilidad de sectores clave (agroindustria), canalizar el ahorro de los argentinos al sistema productivo, y recomponer lazos con el mundo para abrir mercados y atraer inversiones.
Analizado en detalle el plan económico del Gobierno, el éxito del programa depende de tres puntos neurálgicos:
i) Acotar el crecimiento de las variables nominales: hecha la corrección de precios relativos (devaluación y tarifas), hay que moderar la suba de precios y salario para no volver a foja cero como ocurrió a lo largo de 2014.
ii) Conseguir financiamiento externo a tasas bajas: para apuntalar la inversión (infraestructura), contener las expectativas de devaluación y ahuyentar la restricción externa.
iii) Crecer a partir de la inversión: la devaluación no alcanza para apuntalar la demanda externa (recesión en Brasil, freno en China y devaluación en países emergentes), y deprime el consumo interno (caída del salario real) en el corto plazo.
Planteados los desafíos surgen varios interrogantes: ¿Logrará el Gobierno implementar un pacto social? ¿Se alcanzará un acuerdo rápido con holdouts? ¿Habrá financiamiento e inversiones externas en un contexto mundial cada vez más adverso? ¿Son suficientes las señales económicas para que los animals spirits movilicen la inversión y el empleo en nuestro país?
*Economista jefe de Ecolatina.