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El chiste de Dios

La creación de Adán 20231125
Miguel Ángel - La creación de Adán | Unsplash | Cherry Laithang

“No hay plata, no hay plata”, parece ser la respuesta que habilita todo lo que no se puede hacer. Pero entonces, ¿qué se puede hacer con lo que no hay?, ¿acaso no es posible dar lo que no se tiene, como sugería Lacan en el terreno amoroso? ¿O no hay plata es también la muletilla del que mira de reojo a las personas en situación de calle, metiéndose las manos en los bolsillos como si estuvieran agujereados? Estamos pasando, supuestamente, del Estado de bienestar al Estado que tutela el libre mercado. Una nueva utopía en pos de la libertad (del mercado). Entre azorados y expectantes, los exabruptos proliferan. Y no sabemos si el pez por la boca muere o retrocede. Ayer escuchaba al asesor del presidente electo decir: “Si veo dos mujeres besándose me encanta, si veo dos hombres besándose me duele la barriga”. ¿Pornográfico u homofóbico? No hay muchas salidas, salvo por el humor. Chiste mata exabrupto. En el mejor de los casos. Justo ayer me contaron uno que no recordaba y me sorprendió que nada menos que un presidente argentino se lo hubiese contado a un presidente francés. Fue durante un asado en Pegüé, en 1987, cuando François Mitterand visitó la Argentina. Me lo refirió precisamente quien era el intérprete de Alfonsín, Víctor Fischman, entre los tres mil comensales. Quizás algunos lectores lo conozcan, no deja de ser una tentación relatarlo nuevamente. La risa es buen ungüento.

Afinidades electivas

Así recuerda Víctor que lo contaba Alfonsín: “En una visita al Cielo, tres presidentes quisieron saber sobre el destino de sus países. El presidente de Francia le preguntó por el suyo, y Dios le contestó que recién mejoraría en el siguiente mandato. También el de Rusia quiso saber sobre el devenir de su país, si saldría de la crisis, y Dios le dijo que lo lograría en el mandato siguiente. Cuando me tocó preguntar por la mejoría del nuestro, Dios contestó: ‘Ah, en el caso de la Argentina, será en el mandato siguiente al mío’”. 

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Aunque la risa duela, el chiste es una pequeña fuga. Como bien decía el personaje de Kafka en Un informe para la Academia –quizás uno de su más lúcidos relatos–, “no hay libertad, solo la posibilidad de una salida”.

Otra distracción que al mismo tiempo nos mete de lleno en la actualidad son las novelas policiales. El género más violento suele ser el más propenso a la moral. Justicia por mano propia, la de quien escribe. Hace varios años me llamó la atención la llegada de un nuevo detective al género, sumándose a las filas de los más grandes de la literatura universal, Dupin, Sherlock Holmes, Sam Spade, Philip Marlowe, Hercules Poirot, Maigret, Pepe Carvalho, Wallander, Montalbano, etc. Se trata de Chen Cao, bastante apático y desdichado, aunque su condición de poeta y traductor lo dispensa de tanta traición y asesinatos múltiples. 

El guiño de Quignard

Qui Xiaolong, su creador, le inventó una biografía erudita, quizá para inventarse un amigo mientras escribía. Así, este detective chino estudió filología inglesa, pero por decisión del partido tuvo que enrolarse en el cuerpo de policía de Shanghai. Por su parte, Xiaolong es un escritor que decidió irse de China para escribir sobre su país, desde Missouri, donde imparte clases y traduce a los clásicos norteamericanos. En China, sus tres primeros títulos sufrieron cortes y cambios. Para evitar identificaciones estruendosas, en vez de Shanghai, se tradujo Ciudad H, así como se modificaron los nombres de las calles. En una de sus novelas titulada El caso Mao, Chen Cao aparece desahuciado, con problemas sentimentales que tienen que ver con un pasado no resuelto, con una antigua novia que se ha casado, pero también con el pasado de China antes de la revolución comunista. Chen Cao se pregunta por la supuesta “civilización espiritual”, a través de un chiste lingüístico: “Pese a toda la propaganda política del Partido, el materialismo se estaba extendiendo por toda China. Circulaba el chiste de que la antigua consigna ‘mirad hacia el futuro’ se había convertido en una máxima popular, ‘mirad el dinero’, porque la palabra china ‘quian’ se pronuncia exactamente igual para referirse al futuro y al dinero”.

El valor de un término puede explicar la historia del presente. Plata, futuro… ¡Qué será de la bolsa cuando se coticen las palabras!