OPINIóN
directivos, docentes y estudiantes

El compromiso en la escuela

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Vivimos en un contexto cargado de incertidumbre, que se añade a la liquidez y a la superficialidad a la que se refieren varios pensadores contemporáneos como Bauman y Rojas.

Las instituciones educativas, del nivel que se trate, y sus principales actores, no son ajenas a ese entorno. En forma simultánea, unos y otros exigen un mayor compromiso hacia los demás: la familia a la escuela, la escuela a la familia, los directivos a su equipo docente, estos últimos a los anteriores, todos ellos a los alumnos, y los estudiantes a cualquier adulto. Podríamos decir que nos encontramos ante una paradoja, parafraseando a Hunter, en la que se espera actuar con mayor “libertad” y, paralelamente, se exige un mayor involucramiento en los demás.

El mismo origen etimológico del término, compromissum = “cum”, con; “promissus”, promesa, conlleva una obligación o una proposición hacia otros y hacia uno mismo, por lo que puede hablarse de promesa si previamente se consideró algo que alcanzar u obtener, una meta, un objetivo y que, a su vez, puede ser personal o consensuado porque afecta a dos partes. De esta manera, este compromiso es hacia algo, hacia la palabra dada, hacia algo que se prometió realizar; por eso, cuando se alcanza, origina una gran satisfacción y, cuando ocurre lo contrario, produce frustración en los demás o en uno mismo.

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Podemos entender entonces el compromiso como una capacidad que puede desarrollarse o perderse y que es necesaria para concretar cualquier proyecto, individual o colectivo, tanto desde uno pequeño como el de la vida misma.

De hecho, en el ámbito académico y escolar, es el foco que actualmente se tiene para afrontar, de manera preventiva, la retención estudiantil, directiva y docente; en efecto, no pasa solo por lograr “retener” a alguien en un contexto físico, que ahora es virtual, sino por “enamorarlo”, por ayudarlo a sentirse parte de este, porque su continuidad en el aquí y ahora en un proceso de enseñanza formal brinda una serie de beneficios personales e institucionales.  

Entonces: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de compromiso laboral o estudiantil? Desde el enfoque de la psicología positiva, por cierto muy en auge, se explica que este se expresa a través de un estado mental positivo hacia el trabajo o el estudio, caracterizado por altos niveles de energía, de disposición al esfuerzo y de un gran entusiasmo; es decir, es lo que nos permite sentirnos tan satisfechos con lo que realizamos, que continuamos haciéndolo, sin descuidar la salud física, emocional y mental.

Aun así, los niveles de compromiso pueden verse afectados en una realidad que, actualmente, en condiciones favorables, es predominantemente virtual y que, en contextos menos favorecidos, está sustentada en el papel.  

Entonces: ¿cómo logramos tener directivos, docentes y estudiantes más comprometidos en este entorno? Sintetizo aquí tres estrategias que guardan vinculación entre sí y pueden ser implementadas para favorecerlo.

En primer lugar, fortalecer los vínculos. En las instituciones educativas necesitamos de los demás tanto para sentirnos valorados a partir del aporte de nuestros conocimientos como para construir nexos que forman parte de nuestro trayecto académico, de vida y profesional. Es en ellas, en donde el vínculo con el otro es el principal medio de enseñanza, tanto la palabra como el modelado recibido y brindado pueden facilitar u obstaculizar sentirnos parte de un contexto laboral y de aprendizaje.

Hoy más que nunca, el cuidado de estos vínculos es un aspecto imprescindible, a través de pequeños gestos –una llamada, un mensaje preguntando cómo está un compañero de trabajo, o brindando aliento por el esfuerzo realizado durante estos meses–.

Luego, fortalecer una misión compartida. La mayoría de las instituciones de enseñanza poseen una misión, conocida o no, que ayuda a unificar acciones, criterios; orienta hacia dónde direccionar los esfuerzos. Esta misión, que tiene su raíz en valores priorizados institucionalmente, actúa como un faro que brinda unidad a todos los miembros de la comunidad educativa en situaciones de normalidad o críticas.

Por último, fortalecer las metas personales. El resguardo de las metas de cada persona es una responsabilidad directa de cada individuo que forma parte de la institución, pero que recae en quienes tienen personas a cargo. Los espacios de entrevistas personales, tanto de directivos con docentes como de tutorías, son valiosos para conocer en profundidad cuáles son las expectativas que se tienen hacia la institución y hacia el propio desarrollo dentro de ésta.

 

*Doctora en Ciencias de la Educación. Profesora de la Escuela de Educación, investigadora de Conicet-Universidad Austral.