Me gustaba más el Clarín opositor. Ahora es una selfie de Macri. Igual trato de buscar entre sus notas cosas que me interesen. Hace poco se publicó una del historiador Luis Alberto Romero donde bajo el título ¿Es mejor no hablar del número de desaparecidos? se analizaba la
polémica que surgió por los dichos de Darío Lopérfido cuestionando la cantidad exacta de desaparecidos. Dijo el funcionario, en una entrevista pública, “que no hubo en Argentina 30 mil desaparecidos, que se arregló ese número en una mesa cerrrada”.
Romero defendía en su artículo la libertad de todo el mundo para cuestionar cualquier tema, no volverlos tabú. Estoy de acuerdo con eso. Yo firmé una solicitada repudiando los dichos de Lopérfido y pidiendo que lo echaran. Ahora me parece un error. “Si te calentás, perdés”, suele decirme mi amigo Piqui. Y también está en lo cierto. Creo que solamente se deberían juntar firmas y lo que sea para repudiar los dichos del ministro de
Cultura de la Ciudad y actual director del Colón sin la necesidad de exigir que renuncie. Es decir, lo que discuto es lo que dijo. Creo que eso es más poderoso. El tema que olvida Romero es que uno no critica sólo lo que se dijo, si no
quién lo dijo. Muchas personas pueden no estar de acuerdo con la política del ex gobierno de los Kirchner sobre los derechos humanos y tener una postura interesante con respecto a esto desde la izquierda y no desde la derecha salvaje.
Lo que pasa con Lopérfido y con Telerman –para poner otro tipo de funcionario similar en cuanto a que logran estar siempre en carrera caiga quien caiga menos ellos– es que nunca tienen una actitud de humildad.
Te gustaba el sushi, participaste de un gobierno que nos llevó a la ruina y terminó con las vidas de muchos argentinos hace muy poco tiempo, y nunca volvés con un mea culpa haciendo trabajo social en las calles, purificándote con los que más necesitan. Como sí hizo el Lord Jim de Conrad después de mandarse una cagada monumental. Nunca la redención.
Tanto Lopérfido como Telerman –tan parecido a Fantomas, la amenaza elegante– suelen resurgir rodeados de la alta cultura argentina, en cócteles regados con buen champagne, pagados por los contribuyentes. A mí estos tipos me caen mal porque, a diferencia de Fito Páez, no puedo sentir asco por la gente que vive en mi ciudad, piensen o no como yo. Y ambiciono una ciudad pluralista dirigida por gente que esté al servicio de los demás. Que hace política para cambiar la vida precaria que tienen muchas personas y no para cambiar el auto. Me acuerdo del búnker de Scioli cuando la derrota inesperada arreciaba. El único que no se hacía muchos problemas era Jorge Telerman. Como decía el spot de Stolbizer: él ya ganó.