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Economia del conocimiento

El futuro del desarrollo

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El siglo XXI está experimentando una vertiginosa transformación de su matriz tecnológica que afecta a todos los campos del quehacer individual, social y económico. El tamaño de esta revolución es tan significativo que puede compararse con los efectos que a comienzos del siglo pasado se derivaron del uso masivo de la energía eléctrica. Así como el acceso a la electricidad fue entonces sinónimo de progreso, hoy son las nuevas tecnologías vinculadas a las comunicaciones, la ingeniería de datos, la inteligencia artificial, la cognición computarizada, el procesamiento en la nube e internet de las cosas las que marcan el sentido de la evolución.

Estos movimientos dieron origen a lo que se denomina “economía del conocimiento” (EDC), en la que el principal capital de trabajo no es el financiero o el industrial, sino el talento humano aplicado en bienes y servicios de alto valor agregado.

La EDC es motorizada por un ecosistema de emprendedores y empresas productoras de servicios basados en conocimiento que logran exportar talento desde distintos puntos del país. Son generadores de innovaciones que impactan de manera transversal en toda la sociedad, abarcando segmentos tan dispares como la educación, la manufactura, las industrias creativas, la medicina, las ciudades inteligentes o la agricultura.

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La nueva ley de EDC, que comenzará a regir a partir del 1º de enero de 2020, establece un marco de estabilidad y otorga beneficios para todas disciplinas del sector por los próximos diez años. Por ejemplo, incentiva la exportación de servicios al permitir descontar impuestos retenidos en el exterior del pago de impuesto a las ganancias en Argentina y fomenta el desarrollo de nuevos proyectos al reducir los costos laborales, que es el principal insumo de las empresas de servicios. A estos beneficios se suman las oportunidades que se generan para jóvenes de todo el país, en un mercado dinámico que demanda cada vez más recursos profesionales capacitados.

Crecer un 7 u 8% anual implica volver a generar entre 30 mil y 40 mil puestos de trabajo anuales, valores que la EDC producía hasta 2011. Recuperar este ritmo de crecimiento es fundamental, principalmente por el perfil exportador del sector.

Los países que lideran la carrera global ya advirtieron el impacto de la economía del conocimiento y definieron políticas públicas para fomentar las usinas de talento e invierten en el desarrollo de sus sistemas educativos, centros de investigación, ecosistemas productivos y polos de excelencia con especializaciones cada vez más sofisticadas. La buena noticia es que Argentina tiene las capacidades para ser parte activa de este movimiento: estamos subidos a la ola y competimos con calidad e innovación en diversos segmentos de la economía del conocimiento.

Una de las tareas pendientes para maximizar el impulso de esta nueva economía es solucionar la carencia de un marco normativo estable que fije las condiciones para el desarrollo de proyectos, inversiones y empresas para la próxima década. La segunda condición es que Argentina logre un cierto grado de estabilidad macroeconómica.

El primer paso lo resolvimos y ya es oficial el decreto reglamentario del nuevo régimen de promoción de la economía del conocimiento. Pero aún tenemos mucho trabajo para abordar las variables macro.

La industria del conocimiento ya representa el 8% de las exportaciones nacionales, ocupa el 6% de los empleos formales, cuenta con polos productivos en todas las regiones del país y es fuente de ingresos de divisas y de recursos fiscales. No hay otro segmento de la economía más pujante e innovador. Esta resiliencia es una muestra de la capacidad de transformación económica y social que tiene el sector y que, con una mejora en ejes macro, la Argentina puede dar un salto de calidad equivalente al boom de la revolución agrícola de las últimas décadas. De nosotros depende.

*Director ejecutivo de Argencon.