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Perón y el peronismo, según Rodolfo Walsh

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Rodolfo Walsh. | Pablo Temes

La Ciencia Política define al peronismo como un catch all party. El término que permite dar cuenta de un partido de masas fue instaurado a mediados del siglo pasado por el politólogo alemán Otto Kirchheimer, que se doctoró con una tesis sobre Carl Schmitt y participó de la Escuela de Frankfurt con trabajos sobre la relación entre el Estado y los partidos políticos.

Los partidos catch all (atrapa todo) buscan seducir a todo tipo de electorado, ofreciendo una estructura normativa flexible que pueda inclinarse hacia una tendencia de izquierda o de derecha, de acuerdo a la necesidad histórica.

El partido fundado por Juan Domingo Perón acaba de cumplir 75 años pero lejos está de jubilarse: luego de encumbrar a cerca de una decena de presidentes y de gobernar durante 35 años, casi la mitad de lo que lleva de vida, el peronismo celebra su aniversario detentando el poder de la Argentina.

¿Pero qué es el peronismo? ¿Cómo es posible definir a un movimiento que representa a figuras tan opuestas como Eva e Isabel; Jauretche y Herminio Iglesias; el Padre Mugica y López Rega; José Pablo Feinmann y Firmenich; Ofelia Fernández y el Papa Francisco?

Para analizar al gran caleidoscopio de la historia argentina y principal actor político de las últimas décadas, es importante detenerse en la figura de Rodolfo Walsh. El escritor y periodista que se convirtió en uno de los nombres más emblemáticos del peronismo permite explicar el devenir del peronismo a través de su propia experiencia personal, que se inicia en el más duro antiperonismo para finalizar entregando su vida para defenderlo.

Para analizar al gran caleidoscopio de la historia argentina y principal actor político de las últimas décadas, es importante detenerse en la figura de Walsh.

En Walsh, 1957. Acerca de Operación Masacre, Vicente Battista da cuenta de la formidable transformación político-ideológica que llevó al Walsh –de clase media y familia conservadora y más preocupado por la poesía y el ajedrez que por la justicia social–, a convertirse en ese mítico intelectual militante del peronismo.

La participación política de Walsh comienza en las antípodas de donde se encontrará hacia el final de su vida: la Alianza Libertadora Nacionalista. Durante su adolescencia, Walsh se interesó por ese grupo católico de derecha, anticomunista y antisemita fundado en 1943 por Carlos Burundarena.

Perón no era entonces una preocupación para Walsh, ni siquiera cuando se produjo el histórico 17 de octubre de 1945. En ese momento, trabajaba como traductor de novelas policiales inglesas, gracias a su fecundo dominio de la lengua de Shakespeare, que habia estudiado desde niño. En aquellos años, Walsh solo escribía poemas en inglés y mantenía distancia con el peronismo.

El antiperonismo de Walsh se consolida en 1950, cuando cursaba la carrera de Letras en la Universidad Nacional de La Plata. Allí se unió a un grupo opositor al gobierno de Perón, que organizaba conferencias a cargo de intelectuales muy críticos, entre los que se destacaba Jorge Luis Borges.

Mientras que en 1951, cuando Perón logró su reelección, Walsh no lo apoyó en la elección y votó por la fórmula de la Unión Cívica Radical, conformada por Ricardo Balbín y Arturo Frondizi.

El rechazo que tuvo al segundo gobierno de Perón fue evidente. Y el bombardeo a la Plaza de Mayo tuvo a un Walsh como protagonista: Carlos, el mayor de sus hermanos, era director de la Academia Naval y comandante de la base Comandante Espora de Bahía Blanca, desde donde partieron los aviones que derrocaron a Perón.

Luego del golpe de Estado liderado, Walsh se refirió a la dictadura de Aramburu como “la revolución de setiembre” y “el movimiento revolucionario”. Pero tardará solo dos años en empezar a cambiar de idea.

En la muy interesante biografía editada el año pasado por la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe), Battista cita correspondencia de Walsh con su amigo Donald Yates que demuestra la profunda transformación que iniciará hacia el peronismo.

 En 1957 Walsh escribió: “Perón era un hijo de puta, pero esta gente no parece mejor (…) Se está torturando y matando a gente inocente, otra vez más, y lo hace la política”.

 En 1957 Walsh escribió: “Perón era un hijo de puta, pero esta gente no parece mejor (…) Se está torturando y matando a gente inocente.

En una segunda carta, profundizó su nuevo enfoque sobre Perón. “El fenómeno peronista no ha sido en general correctamente interpretado, ni siquiera en nuestro país. Y en el extranjero ha sido interpretado pésimamente. (…) Sin duda Perón es el típico militar afortunado que llega al poder en elecciones posteriores a una revolución. Pero de militar solo tiene el uniforme y cierta fanfarronería. (…) Perón es un político. Mejor: un demagogo”.

Y también empieza a elogiar a Perón porque había gobernado “en algunos aspectos admirablemente”, a la vez que destacó la política de sustitución de importaciones que calificó como “una liberación”. Y subrayó: “Guste o no nos guste, la faz del país cambió. Se industrializó”.

Pero, aunque inició su acercamiento hacia el peronismo, aún mantiene algunas críticas. En especial, la relacionada con la “falta de libertad y democracia”, ya que advirtió Walsh que en los primeros años del peronismo “hubo una relativa libertad de prensa” porque Perón “cierra y confisca diarios a voluntad, censura, moleta, prohíbe, persigue”.

El viaje de Walsh hacia el partido fundado por Perón terminará de concretarse el 18 de diciembre de 1956, cuando en la noche platense de Club Capablanca se vio obligado a suspender su rutinaria partida de ajedrez al escuchar: “Hay un fusilado que vive”.

La noticia de que había sobrevivido uno de los sublevados contra la Revolución Libertadora, que habían sido fusilados en José León Suárez, revolucionó la vida y la obra de Walsh, que decidió denunciar esos crímenes contra el peronismo.

Pero no encontró espacio en la prensa temerosa de represión y se vio obligado a publicar en Revolución Nacional, un pequeño semanario de solo cuatro páginas y menos de mil ejemplares, lo que luego se convertiría en Operación Masacre: una Biblia para el peronismo y una obra fundamental para la historia argentina.

Cuando triunfó la Revolución Cubana, Walsh sintió el impulso de la izquierda revolucionaria y viajó a La Habana para trabajar en Prensa Latina, junto a Jorge Masetti y Rogelio García Lupo, dos amigos que había conocido, paradójicamente, en la fascista Alianza Libertadora Nacional. Hasta entonces, Fidel Castro era el verdadero líder político de Walsh. Pero faltaba poco para abrazar a Perón.

La Revolución Cubana y el Partido Justicialista se unirán nuevamente en la vida de Walsh, porque conoció Perón en 1968, en medio de una breve transición en España durante un viaje hacia La Habana. En Madrid, Perón endulzó los oídos de Walsh: “Todos los peronistas estamos en deuda con usted”.

En Puerta de Hierro, en 1968, Perón endulzó los oídos de Walsh: “Todos los peronistas estamos en deuda con usted”.

En Puerta de Hierro también estaba el dirigente sindical Raimundo Ongaro, al que Perón le preguntó si conocía a Walsh. “¿Qué peronista no lo conoce?”, respondió el líder de los gráficos. Y más tarde, Walsh empezó a trabajar en el Semanario de la CGT de los Argentinos, editado por Ongaro.

Sin embargo, Walsh mantenía viva la tensión entre la izquierda y la derecha peronista. Según recuerda Battista, el 29 de diciembre de 1968 escribió en su diario: “Nosotros le decíamos traidores a ellos, a los Matera, los Vandor, los Remorino. Pero los traidores éramos nosotros porque Perón siempre los apoyó a ellos”.

Desde 1970 empezó a participar en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), que proponían una línea marxista dentro del peronismo. Y luego se integrará a Montoneros, el grupo formado por universitarios católicos que intentó frenar el marxismo en el peronismo. La lucha armada se solidifica en Walsh.

Tras la muerte de Perón en 1974, se producirá la incansable crítica de Walsh a los crímenes cometidos por la Triple A, que inició el terrorismo de Estado bajo un gobierno peronista. Será el preludio sangriento de la dictadura militar que se iniciará en 1976.  

Cuenta Battista que a fines de 1976, Osvaldo Bayer, en un breve retorno del exilio, se cruzó con Walsh en Buenos Aires y se produjo este diálogo:

–Hay una pregunta que quiero hacerte que nunca entendí –arrancó Bayer–. ¿Cómo te hiciste peronista, si nunca creíste en Perón?

—¿Dónde está el pueblo? —sonrió Walsh, que contestó con otra pregunta.

—El pueblo está con Perón, pero no es revolucionario.

—Ya veremos. Vamos a cambiar las cosas.

No tuvo tiempo. El 24 de marzo de 1977 fue acorralado por un grupo de tareas de la dictadura. Fue acribillado y transportarlo a los sótanos de la ESMA, donde se convirtió desde entonces en un desaparecido.

Pero antes dejó el legado de su impecable Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, en la que denunció prontamente las violaciones a los derechos humanos.

Y también dejó su nombre asociado para siempre a la historia del peronismo, una historia plagada de contradicciones: las mismas que encarnaron la propia vida de Walsh.


*Doctor en Ciencias Sociales. Director de Perfil Educación. (@rodrigo_lloret)