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El unipersonal

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Javier Milei. “Es un presidente por la crisis de representación”. | AFP

Hablen con mi representante”, dice el jugador de fútbol a la hora de renovar un contrato o la tenista por una campaña publicitaria. “A mí esa opinión no me representa”, se escucha en una guerra de vanidades farandulescas.

“¿Por qué hablás por mí?”, se queja un amigo con otro en una discusión de sobremesa.

El Papa es el representante de Dios en la Tierra. Los embajadores, los apoderados, algunos comerciantes autorizados, son representantes de países o empresas.

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Cuando votamos personas para conducir un club, un directorio, un sindicato, una asociación, un colegio profesional, estamos optando por quién nos represente en esos ámbitos.

A propósito de esto, en una charla reciente, una amiga me decía que a la hora de elegir un presidente, ella, además de sus ideas, se fija en la profesión del candidato. “Si me tiene que representar alguien, prefiero que sea un médico; los veo más humanos, más cercanos”.

Y proseguía: “Cuando seleccionamos abogados, me parece que nos inclinamos por alguien propenso a la búsqueda del recoveco, la salida dudosa. Me da que el abogado, cuando se viste bien, es un disfraz para el engaño. En la elección pasada se notó mucho que el que salió segundo era la más cabal representación de esto que digo”.

No lo vimos venir

“En su momento Macri me generaba dudas por su dualidad, no sabía adivinar si iba a predominar su naturaleza de ingeniero o sus mañas de empresario superpoderoso. Claramente ganó su costado empresarial”.

Y continúa: “Ahora tenemos por primera vez a un economista como presidente, y la pregunta que me surge es si nos va a ver a cada uno de nosotros en una hoja de cálculo, en una cifra, en un porcentaje. Me da miedo; es lo más alejado del guardapolvo blanco del médico”.

Está de moda Juan Bautista Alberdi, traído al presente por el Poder Ejecutivo. Alberdi es el autor del preámbulo de la Constitución, que reza en su primer renglón: “Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina…”.

Otra vez la idea del representante. Nuestra Constitución Nacional adopta para nuestro gobierno la forma “representativa, republicana y federal”, es decir, gobiernan los representantes del pueblo elegidos por nuestro voto, tenemos tres poderes que se controlan unos a otros, y se preserva la autonomía de los estados provinciales.

Hablar de crisis de representación es una obviedad que, lamentablemente, nos hace discutir y rediscutir cada día nuestros principios democráticos.

Milei es presidente por la crisis de representación, en un juego paradojal de palabras, representa el vacío de representación. Es su mérito y su riesgo. El uróboro es un símbolo de una serpiente que se devora a sí misma desde la cola, dibujando un círculo. El origen de su poder la puede engullir.

Por su parte, la oposición debe construir nuevas representaciones.

¿Alcanzan los interlocutores de siempre para edificar una representación creíble, que se oponga, que acompañe y se renueve?

El Gobierno propuso un decreto de necesidad y urgencia (y una ley ómnibus) con tan poco sustento como el paro de la CGT, que tiene la necesidad y urgencia que no supo tener en necesidades y urgencias anteriores.

Mi mencionada amiga me resalta: “Mirá la CGT, cuando tiene que optar entre su adhesión a un gobierno justicialista o representar a los trabajadores, escoge a los gobernantes y, cuando está en la disyuntiva entre los trabajadores y un gobierno no peronista, no elige a ninguno. Siempre se representan a ellos mismos”.

En cada acto parece que nuestra conducta profundiza el vacío de identidad.

Hay una definición más: representar también es actuar. Representar un papel que viene con guion prescrito. Se monta un escenario, se prenden las luces y, cuando esperamos una obra colectiva, nos encontramos, otra vez, con una representación unipersonal. ¿Aplausos?

 

* Convencional nacional UCR y dirigente sindical.