COLUMNISTAS
TRABAJAR O MANDAR

El verano de Macri

Aun sin estar mucho en la Casa Rosada, logró varios objetivos de gestión. Escenario opositor.

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La vie en rose, Mauricio Macri. | Pablo Temes

A medida que Macri se otorga más vacaciones, incrementa su liderazgo interno: como si el ocio y la diversión con amigos, sea en el sur, Chapadmalal, Olivos o Los abrojos, le añadieran más combustible nitro para gobernar. No es casual que no se mencionen actividades en la Casa Rosada: allí se respira otro clima, menos propicio para él: le cuesta armonizarse en el lugar. Al menos, es lo que cree, igual que aquellos cultivadores de la limpieza ambiental con carbones vegetales, incienso y mirra, especialmente en comparación con otros sitios de recreo más amigables (en la agenda falta visitar sus queridas canchas de golf cordobesas Potrerillos Larreta y La Paz). Curioso lo del esparcimiento: hay quienes, como el Papa, reniegan del veraneo y convirtieron la residencia ad hoc en un museo, ocupando más tiempo laboral cuanto más grandes son las responsabilidades. Al revés de Macri, que juega en otra liga –el lema: trabajar menos, mandar más–, que requiere de superior holganza para ordenar sus acciones.

Sin comparar. Habrá que reconocer cierto éxito del ingeniero: en las bucólicas estaciones de los últimos 45 días ha alineado como un ballet a radicales, Elisa Carrió, Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, más de un gobernador, acorraló a Sergio Massa, y entre los DNU que firmó hay uno secreto que nominó a Cristina como única competencia electoral para los comicios de octubre.

No es obra de Lopetegui, hoy insustituible en el costado del Presidente, menos de Alejandro Rozitchner, al que le instalaron uno de los escasos escritorios en Olivos. Pero no hay que vivir en la cercanía para ser el más poderoso: Jaime Duran Barba vuela de una instalación a otra, no aterriza en ninguna, pero junto a Marcos Peña determinan el acceso al único premio que el Presidente demanda: la reelección. Casi un bombón asesino el ingeniero, como lo bautizaron hace años por su obstinada negación al olvido, como si fuera parte del genoma, y con la misma furia de Néstor Kirchner para aprobar de un saque sesenta pliegos judiciales, como en su momento hizo el sureño al sancionar setenta.

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No es lo único. Firma todo tipo de decretos, con urgencia o sin ella, les reprocha a sus socios radicales poca generosidad y que solo le piden más cargos. Negocia en cada provincia. También sometió la insubordinación de Carrió con más de una nalgada, y ella ya no exige, se adapta, apoya y, luego de visitarlo como si fuera Marlon Brando en un film característico, festeja como una recluta seguir asociada a la coalición.

Juego. Macri le robó el corazón, al mejor estilo gattopardista de Trieste. Otra dama dañada en el género fue María Eugenia Vidal: le negaron adelantar las elecciones en la provincia de Buenos Aires, una idea atribuida a Emilio Monzó que ella asumió como propia. Fin del mito no hay Macri sin Vidal, ya que lo cierto es que Vidal es Macri. Y Duran Barba la inventó, escrituró y la impuso en la interna del Pro para llegar impensadamente a La Plata. Con ella se rezaga también Rodríguez Larreta, su confidente más próximo. Se mantienen entonces las reglas de juego electoral que impulsan la polarización entre Macri y Cristina y lastiman además al principal afectado: Massa. Le restan posibilidades como tercero en discordia en la provincia. Ni hablar en el orden nacional.

Es una alegría complementaria para Macri, quien conserva a “Ventajita” (como él mismo lo bautizo) como uno de sus seres menos queridos, en el mismo rango que ubica –entre otros– al titular de River, Rodolfo D’Onofrio. Nadie diría que esta última inquina pasa por la política, solo se sabe que Malambito –como designan al riverplatense los colegas del golf de Macri debido al zapateo nervioso que emprende antes de ejecutar un tiro de salida– le provoca ictericia cada vez que habla.

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Antes de conocerse el no adelantamiento, Massa reconocía que le habían magullado el rostro, que tenía moretones por todos lados, pero igual iba a seguir como aspirante a la presidencia. “No resigno, ni acepto acompañar a nadie como candidato a gobernador”, bufaba invitando a una interna con Urtubey, incluyendo tal vez al propio Lavagna, que jamás comprará un boleto para ese sorteo. Ahora, con la espalda contra la pared, el destino de Massa apunta en apariencia a una deserción obligada. O, tal vez, a un acuerdo con el cristinismo en la provincia, ya que podría representar al mejor candidato de ese sector si decidiera volver, para éxtasis de Duran Barba, al peronismo K.

Cuentas. Como se sabe, el ecuatoriano se inspira en una tesis del ex ministro radical Arturo Mor Roig en tiempos de Lanusse (asesinado vilmente por la guerrilla), quien participó en el diseño electoral para instalar el ballottage bajo el argumento de que la totalidad de las fuerzas no peronistas en la Argentina eran superiores a la del peronismo. Habrá que convenir que en varias ocasiones no se cumplió esa certeza. Para el cristinismo, al margen de esas inspiraciones, casi todo lo que ocurre es un convite a la fiesta, en particular para la viuda de Kirchner. Sin terceras partes en la lidia o congeladas por el momento, ella como rival de Macri obtendría una cantidad interesante de legisladores en la primera vuelta, sobre todo en el ámbito bonaerense, que le garanticen un objetivo personal: disponer en el Congreso de un número suficiente para que nunca la puedan condenar en la Justicia. Gane o pierda en esa primera vuelta.

Para la segunda, en cambio, juegan otros factores: uno, el aliento a su preciado ego y, otro, el miedo o terror de quienes empiezan a pensar en el riesgo de su triunfo. No todos están convencidos de las teorías de Duran Barba.