Sigue de ayer: Gradualismo: ¿sabiduría o mediocridad? | Kirchnerismo ‘ilustrado’
Ya lo demostró Einstein: el tiempo es un concepto difícil de entender. Como metáfora de la tendencia argentina a quedar fijados en el pasado, en la columna anterior cité el artículo “How time flies”, del diario The Guardian, explicando que los aimaras tienen una particular visión del tiempo: el pasado está adelante.
“Lo único que los seres humanos tienen en común en lo que respecta a la experiencia temporal son los mecanismos de percepción del cerebro. Hay cambio a nuestro alrededor, hay movimiento en torno a nosotros, y el cerebro humano ha evolucionado para reconocer tres componentes básicos del tiempo: duración, simultaneidad y repetición. La mayoría de los idiomas tienen formas de expresar los tres fenómenos pero pueden combinarlos en metáforas determinadas culturalmente. El inglés, por ejemplo, da la posibilidad de comprar tiempo, cosa de la que carece el aimara”, dice el artículo de The Guardian.
También menciona un estudio que durante décadas realizó la antropóloga de la Universidad de Florida Martha Hardman, contando entre sus ayudantes a dos alumnos aimaras, donde se describía “la gran paciencia de los aimaras, que no juzgaban excesivo esperar medio día a un camión que los llevase al mercado. A la gente de las culturas anglosajonas le gusta hacer planes y se siente violentada cuando la vida interfiere. Pero si el futuro no está a la vista –dice la antropóloga–, la planificación pierde parte de su importancia”.
Los aimaras tienen el pasado adelante, lo que los hace más pacientes (The Guardian)
La pregunta es si las continuas crisis económicas argentinas fueron reduciendo las expectativas de un futuro mejor y la última esperanza que encendió Macri se consumió en casi veinte meses sin resultados económicos. Haciendo para la gente de menos recursos que el futuro esté en el pasado y para los empresarios que no haya futuro con Macri, a quien comienzan a ver como jefe de un gobierno de transición.
Macri no fue al aniversario de la Bolsa el jueves porque “no le da votos mostrarse con empresarios” ya que se lo acusa de ser el gobierno de los ricos. Pero paralelamente los empresarios están descontentos con los resultados de la economía y a la vez Macri manifiesta públicamente su descontento con los empresarios englobados en sus juicios despectivos sobre el círculo rojo.
Una paradoja: Macri no satisface económicamente ni a los ricos ni a los pobres (quizás a la larga ése pueda ser su acierto) y los empresarios que lo imaginaron como Menem lo comparan cada vez más con De la Rúa.
Como Menem, porque imaginaban que tardaría un tiempo de prueba y error pero, pasado un año, encontraría la palanca del crecimiento y –como fue a comienzo de los años 90– simultáneamente el mercado interno de consumo se reactivaría con algo que produjera el efecto del Plan de Convertibilidad.
Pero el gradualismo hace imposible “un plan” (¿de shock?) mientras que la debilidad política con que asumió Macri impedía lo contrario al gradualismo. Es cierto que Menem contaba con mayorías en el Congreso pero tenía una temeridad de la que Macri carece, quizás afortunadamente.
Si los resultados económicos que promete Macri son a mediano plazo, no es casual que tenga más roces con los empresarios tradicionales, que normalmente tienen mayor edad y se les dificulta esperar otro período presidencial para que despeguen las inversiones y se valoren sus activos.
El gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, en el medio de la cumbre de presidentes del Mercosur en su provincia, dijo: “Aunque no le guste al Presidente, somos un gobierno de transición, cuyo mayor logro será sentar las bases para el desarrollo, pero los ciudadanos no van a alcanzar a advertirlo durante su período”.
Tácitamente, Cornejo sostuvo que Cambiemos es un gobierno de transición porque, al no alcanzar a percibir el desarrollo, los ciudadanos no votarán por la reelección de Macri. El círculo rojo se frustra, pero en los niveles medios, donde se votó por Macri esperando que erradicara al kirchnerismo para siempre, la decepción podría transformarse en odio si el fracaso del Presidente trajera de regreso a los K.
Macri gozó durante casi veinte meses de una paciencia aimara en la sociedad que lo votó, que aplaudía cualquier acierto y minimizaba sus errores. Pero como en el chiste del hombre que era vitoreado por sus proezas amatorias: en el momento en que no pudo más, la misma muchedumbre que lo alentaba comenzó a gritarle “impotente”. Si la técnica del gradualismo de Macri terminara teniendo éxito político primero y económico después, es decir alcanzara para no resucitar al kirchnerismo en 2017 y generara sólido crecimiento económico para 2019, sería vitoreado por la tribuna. Por el contrario, si el kirchnerismo reconquistara protagonismo y la economía creciera tímidamente recuperando poco más de lo perdido, el enojo con Macri sería mayúsculo.
Macri sería el gobierno de los ricos pero los empresarios se quejan tanto como los más pobres
No pocos empresarios se consuelan diciendo que, aunque Cristina Kirchner fuera electa senadora y Macri no fuera reelecto en 2019, no sería el kirchnerismo el que vendría a sucederlo sino un peronismo igualmente moderado y razonablemente pro mercado, como imaginaban hubiera sido Scioli. Un peronismo que tenga entre sus precandidatos presidenciales a políticos como Massa, Randazzo o Urtubey y no a Cristina Kirchner, por su impedimento para un ballottage, donde genera alto rechazo, pero que le garantice un futuro sin causas judiciales y una vida más tranquila para ella y sus hijos.
Un Macri de transición, como imagina el gobernador radical Alfredo Cornejo, pero no hacia el kirchnerismo, que sería un regreso al pasado, sino hacia alguna forma de panperonismo, una forma mejorada y modernizada de un presidente como hubiera sido Scioli, con quien ya se habían resignado a convivir, con la ventaja de no tener a Zannini de vicepresidente y tener las tarifas, los precios relativos y la macroeconomía ya ordenados. Ojalá no haya que esperar hasta 2020 para que la Argentina crezca y otros sean los escenarios.