Los avances del kirchnerismo sobre las instituciones democráticas deben alertarnos sobre los peligros de una estrategia de dominación que con banderas de “avanzada social” está convirtiendo a nuestro país en un caso inédito de acelerado avance de la pobreza; digno de las “profecías” de Marx cuando auguraba la “pauperización” de las sociedades, pero en su caso por obra del capitalismo y no como resultado de consignas “socializantes”.
El “pobrismo”, en tanto estrategia de dominación, es el proceso político por el cual se destruyen las formas productivas capitalistas, en las cuales el obrero vende su fuerza de trabajo, pero preservando su independencia en tanto persona y su libertad como ciudadano. Estrategia que al terminar con el trabajo libre no solo lleva al incremento de la pobreza sino también a la falta de condiciones para el ejercicio libre del voto ciudadano. Resultados socioeconómicos parecidos a los que se dieron en revoluciones como la cubana, que al ser acompañados de limitaciones al ejercicio del voto libre pueden favorecer el establecimiento de una dominación no democrática en nuestro país, pese a las diferencias de origen, de objetivos y de formas de dominación con experiencias revolucionarias.
En cuanto a los objetivos las diferencias son evidentes: cualquiera sea el juicio que se tenga de la revolución cubana está claro que la misma se hizo en nombre de principios ideológicos claros, los que están ausentes en el “pobrismo” donde solo se observan intereses materiales mezquinos junto con ambiciones de Poder ilimitados.
Con relación a las formas de llegar al Poder y de cómo ejercerlo, las diferencias entre procesos revolucionarios y nuestro “pobrismo” se observan ya en la forma de llegar al Estado, dado que la primera lo hace utilizando la lucha armada, mientras que nuestro “pobrismo” lo hace a través de elecciones. Diferencias que se observan también en la forma de ejercer ese Poder, ya que mientras las revoluciones lo hacen en nombre de valores que no aceptan ser contradichos y de ahí la falta de elecciones libres que los juzguen, en nuestro país la vía electoral está abierta pese a que se han socavando las condiciones socioeconómicas para que se vote libremente. Esto último es consecuencia de una política económica que destruye el empleo genuino con consignas anticapitalistas, las que van creando un “ejército electoral de reserva” con nuevos pobres, a los que se somete a la voluntad de los “ocupantes” del Estado a través de una asistencia social que los convierte en rehenes del Poder. Esto ocurre ya con algo más de la mitad de la población, facilitando la llegada al Poder de personas que privilegian el usufructuar de generosos beneficios económicos derivados de un manejo sin control de cuantiosos recursos públicos, en lugar de trabajar para el bien común.
Sin embargo, la permanencia en el Poder que se deriva del uso de la fuerza, como en el caso cubano, no se obtiene con una estrategia de dominación como la del “pobrismo”, ya que la misma no garantiza éxitos electorales cualquiera sea la situación socioeconómica del país; como ocurrió en 2015. Pese a ello, la experiencia venezolana muestra el peligro de que una dominación que nació en forma democrática se transforme, en los hechos, en un gobierno de facto a partir de haber destruido todos los resguardos institucionales llamados a restringir sus abusos. Aun cuando esto puede no llegar a ocurrir necesariamente, sobre todo por la ausencia de un aparato represor como el venezolano, deben tomarse todas las precauciones para evitarlo, y para ello es necesario responder con celeridad y contundencia a los continuos avances del kirchnerismo sobre las garantías institucionales, dados los avisos que da el mismo con comportamientos cada vez más audaces, como se observa ahora con las jugadas aberrantes para controlar el funcionamiento de la Justicia.
*Sociólogo.