COLUMNISTAS
Política exterior

G7: agenda internacional elástica

20220702_alberto_fernandez_olaf_scholz_cedoc_g
Diplomacia. El Presidente viajó fue recibido por el canciller alemán, Olaf Scholz. | cedoc

En medio de las turbulencias internas, económicas, partidarias y otros menesteres, el jefe de Estado viajó al encuentro de mandatarios en el marco del G7 en Alemania. El G7, o Grupo de los Siete, son los países líderes de algunas de las economías más grandes del mundo; lo conforman Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos y su objetivo es diseñar una agenda internacional que delimite el rumbo del discurso multilateral y brinde respuestas políticas a los retos mundiales. Las decisiones adoptadas en el G7 no son jurídicamente vinculantes, pero su influencia a nivel político es muy importante.

La política exterior argentina, si bien ha resultado característicamente oscilante, también aprendió lo importante de sentarse en las mesas grandes. El Presidente viajó para sumarse al G7 y fue recibido por el canciller alemán, Olaf Scholz. En ese marco, se generaron varios encuentros, entre los cuales Alberto Fernández se reunió con Joseph Biden y Emmanuel Macron. Asimismo, protagonizó encuentros bilaterales con el premier hindú, Narendra Modi, y el líder italiano, Mario Draghi. El jefe de Estado fue acompañado en su misiva por el canciller, Santiago Cafiero, y por Sergio Massa, pero no dejó de estar atento a lo que sucedía en Buenos Aires.

En un ajedrez político doméstico, donde la política económica, los cruces dentro del Frente de Todos y las elecciones venideras parecen el polvorín de los Balcanes, la agenda externa sabe a elixir. Lo cual tiene su parte buena y la no tanto. Buena es porque Argentina no ostenta un liderazgo vital para la comunidad internacional, lo cual deja mayor margen de maniobra y menor exposición. Con excepción claramente del organismo de crédito multilateral más conocido como FMI. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Pero aquí quisiéramos referirnos a las relaciones de Argentina con otros países, y lo cierto es que, si bien su bajo perfil en política exterior representa menor capacidad de que nos infrinjan un daño externo, a la vez muestra una irrelevancia, que no es nueva, en materia comercial. A pesar de los pedidos de antaño, los países del “primer mundo” mantienen una rígida política proteccionista, situación claramente desfavorable para colocar productos argentinos en el exterior. Las políticas proteccionistas mencionadas fueron, en su momento, un detonante para el acuerdo Mercosur-Unión Europea, allá por 2004.

Sin embargo hubo un dato de color, más bien un posicionamiento político exterior que defiende nuestros derechos sobre las islas Malvinas. En su reunión con Boris Johnson, Alberto le dejó claro que quería discutir la soberanía de las islas, un reclamo legítimo con el apoyo de nuestra sociedad. Sin embargo, para los ingleses, este es un “tema cerrado”, lo cual mantendrá las relaciones con tensos péndulos en aquellos cruces internacionales.

Quizá la encrucijada argentina en materia de política exterior fue que las relaciones bilaterales siempre han obedecido a planos ideológicos que pregonaba cada partido gobernante. Y ello es realmente un problema, una constante, ceteribus paribus, de oscilación e incertidumbre. Esto invalida una política exterior como política de Estado a largo plazo. 

Y esto tiene como sustento la interdependencia compleja de Keohane Nye en el plano de las relaciones internacionales, porque solo promovemos y estancamos las políticas bilaterales, o multilaterales, de acuerdo a un termómetro de mayor o menor empatía, sin mantener un piso mínimo de acuerdo, o de consensos, recortado a producción y comercio exterior.

La cooperación internacional, sin dudas, no acude al plano de las hostilidades geopolíticas. Así como están dadas las cosas, no hay un acuerdo entre los países que piden un cese de hostilidades, como Argentina, y entre el ala dura que vota por armar a Ucrania. En definitiva, el tablero del TEG se asemeja a una guerra de desgaste, con coordenadas de duración y costos mutuos.

Por lo pronto, la agenda exterior continúa con Joe Biden, en un encuentro que se celebrará el 25 de julio en Washington. La política exterior, a diferencia de la doméstica, muestra ser evidentemente más elástica.

*Politóloga y magíster en Relaciones Internacionales. Analista política y docente universitaria (@barbaritelp).