En 2012, la localidad española de Borja saltó a la fama luego de que Cecilia Giménez, una aficionada a la pintura, restaurara, mejorara o arruinara, la pintura Ecce Homo, del difunto Elías García Martínez. La intervención estética convirtió una pintura de carácter realista en una especie de pastiche de Francis Bacon y generó un escandalete estético que resultó un boom turístico. Ahora, el Ayuntamiento local quiere lanzar un plan de marketing completo, que incluye un Centro de Interpretación, en el que se expondrá el material recopilado, incluyendo venta de remeras, camisas y tazas estampadas con la nueva jeta del viejo cuadro. Como la modernidad demuestra, los hechos ya no existen, sumergidos en la marisma de las lecturas que generan, hasta ahogarlos (véanse por ejemplo nuestras inundaciones locales), por lo que la acumulación de recortes, notas de prensa, mails, grabaciones de radio y televisión que dan cuenta del fenómeno, amenaza con la creación de un Centro de Interpretación de las dimensiones del mundo. Nobilísimo, el alcalde del lugar quiere que de los beneficios económicos, la mitad vaya a manos de doña Giménez y la otra a un centro de jubilados que él preside; las crónicas no mencionan el peculio de los herederos del pintor original. Con ese criterio, Katchadjian debería cobrar derechos de autor sobre las obras de Borges, María Kodama de las que Borges escribió en colaboración (quizá lo haga, enteramente), y Menem nada sobre las candidaturas de Macri, Massa y Scioli.