Algo se quebró en la democracia argentina. Lo sintetizó mejor que nadie la ex canciller de Mauricio Macri, Susana Malcorra: “Dijimos Nunca Más y ahora estamos diciendo no fue tan así”.
Amarguras. La situación de Bolivia partió las aguas en un lugar que parecía impensable: la áspera discusión entre quienes sostienen que allí hubo un golpe de Estado y quienes no. Sintéticamente los primeros expresan que Evo Morales renunció presionado por la “sugerencia” de los mandos de las Fuerzas Armadas, tras la imposibilidad de asegurar la tranquilidad pública a causa del autoacuartelamiento de la policía. Desde esta perspectiva, esto solo puede definirse como un golpe de Estado.
En cambio, las explicaciones de quienes creen que no hubo golpe fueron variadas.
Algunos piensan que el gobierno de Morales ya no era legítimo por haber eludido su derrota en el plebiscito de 2016 sobre la posibilidad de reelección vedada por la Constitución, que finalmente fue autorizada por el Tribunal Constitucional Plurinacional.
Otros sostienen que el detonante fue haber realizado fraude en las elecciones presidenciales del 20 de octubre, aunque existen controversias en ese punto: la auditoría de la OEA habla de irregularidades y recomienda “que la primera ronda de las elecciones celebrada el 20 de octubre pasado debe ser anulada y el proceso electoral debe comenzar nuevamente”, no obstante otros plantean que si hubo irregularidades fueron menores (hubo más de 230 expertos observando los comicios).
Las explicaciones más retorcidas plantean cosas como que Evo planeó su autogolpe para evitar tener que realizar un ajuste económico o que iba a perder las elecciones. Todo esto es historia y ahora existe un nuevo gobierno encabezado por la senadora Jeanine Añez, y que presiona a los medios para que no den una versión “sesgada” de los acontecimientos bajo amenaza de sedición y cárcel.
Nuevamente existen los hechos, pero también sus interpretaciones. El problema es que éstas reemplazan a los hechos, los reconfiguran. Las interpretaciones luchan para construir un sentido común que está en permanente conformación. Por supuesto que esta lucha, este combate, no arranca de cero, sino que se ancla en configuraciones previas, pero da nuevos argumentos para la tarea simple para separar lo bueno de lo malo, para formar una lectura moral de las cosas. El nuevo gobierno de Bolivia ahí se equivoca. Al no interpretar las divisiones previas en el periodismo argentino les da un tratamiento equivalente a todos, lo que se puede traducir en un sesgo antiargentino, como no pocos señalaron en estos días. Esto le resta argumentos a los que plantean que allí no hubo golpe. ¿Hay límites para la reinterpretación permanente?
Consensos y disensos. A los inicios de la restauración de la democracia, Raúl Alfonsín toma la decisión de revisar lo actuado por la dictadura militar en la llamada “lucha contra la subversión”. No fue una tarea sencilla básicamente porque no contó con la ayuda del peronismo que había derrotado en las elecciones. Alfonsín basó buena parte de aquella iniciática campaña electoral en la denuncia de un pacto sindical-militar, donde planteaba que el peronismo no iba a examinar lo actuado por los militares y que de alguna manera iba a sostener la llamada ley de autoamnistía que Bignone había promulgado de apuro un mes antes de las elecciones de octubre de 1983.
La tapa de diario PERFIL de este domingo 17 de noviembre
De hecho, la primera ley que sancionó el Congreso fue la derogación de aquella norma “por inconstitucional e insanablemente nula”. Luego se arma la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) con la finalidad de reunir información sobre las desapariciones. El hecho de que se creara esta comisión y no una bicameral fue una decisión también criticada por el peronismo de aquella época. Como se conoce, Alfonsín sufrió una serie de asonadas militares por su decisión de juzgar a los militares, pero el verdadero consenso emerge recién tras los levantamientos militares de Semana Santa cuando Antonio Cafiero apoya abiertamente a Alfonsín en el sostén al sistema democrático. La idea general de que los gobiernos solo emergen y salen por los votos populares se ha roto, ahora pueden existir “atenuantes”. Esta consideración tendrá consecuencias en el mediano y largo plazo.
Hambre cero. Alberto Fernández aún no asumió, pero sus pasos previos ya levantan polvareda. Este es el caso de la reunión sobre el primigenio observatorio de las políticas contra el hambre realizado esta semana en sus oficinas de Puerto Madero. Las críticas apuntaron en dos direcciones, la primera que varios de los participantes llegaron en ostentosos vehículos, así como que la heterogénea convocatoria estuviera de algún modo liderada por Marcelo Tinelli y no por especialistas en la cuestión. Aquí también las críticas apuntan a un cierto sentido común construido: no se espera que quienes van a debatir políticas sobre el hambre sean famélicos, pero tampoco se espera que lleguen en portentosos autos, y también señalan la credibilidad de algunos de los más de cuarenta concurrentes, ¿es legítima la inquietud de los famosos acerca del tema? Claro que la misma duda se puede ampliar a los eventos de caridad que se multiplican en estos días.
Como se observa, no se trata solo de ganar elecciones o de asumir un cargo determinado, sino de construir legitimidad en forma permanente. Nadie duda que el hambre y la pobreza son problemas serios en la Argentina, sin embargo, no hay acuerdo en cómo se los elimina o morigera. Algunos piensan que solo se soluciona con la acción prioritaria por parte del Estado, otros que solamente se remedia a través de los mercados y que el Estado debe dar simplemente el marco general de reglas de funcionamiento. Es probable que en el posmacrismo los discursos promercado pasen a ser secundarios, aunque comienza a cobrar validez la idea de que no se trata solamente de un asunto de la esfera estatal, por lo que se piensa que ampliar la convocatoria daría un mayor sustento a las acciones contra la pobreza. Será otra idea que disputará la construcción del sentido común ciudadano en los siguientes años.
*Sociólogo (@cfdeangelis)