COLUMNISTAS
opinión

La crítica postal

No sé si el libro es una obra de teatro o qué cosa exactamente, pero creo que sí. No me animaría a recomendarlo.

16-4-2023-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

La semana pasada escribí una nota muy de-primente. Así que hoy tengo que compensar con una más simpática. Hace cinco minutos me tocaron el timbre y me avisaron que traían un libro. Mi mujer me dijo que baje a buscarlo, pero estaba en pijama y no quería que el cartero ni los vecinos pensaran en mí como el hombre de la bolsa. El libro en cuestión era Pundonor de Andrea Garrote. Es tan corto que Flavia me dijo que, tal vez, no valiera la pena bajar a buscarlo, pero me lo trajo igual. No entendí bien si Garrote es actriz, dramaturga, docente, filósofa, militante o todo eso junto, o por separado. A su vez, no sé si el libro es una obra de teatro o qué cosa exactamente, pero creo que sí. No me animaría a recomendarlo. Sobre todo, sin haberlo leído, aunque ese inconveniente parece muy fácilmente subsa-nable, dado el tamaño. De todos modos, subsiste otro, que es la escasa eufonía del nombre de la autora. Andrea Garrote, aunque las fotos muestran a una mujer linda, es un nombre muy feo. ¿No será un seudónimo? Uno siente que si se pone a leerlo puede recibir una paliza sin previo aviso. Los editores cometie-ron el error de no incluir un retrato de Garrote, como para ablandar el impacto semántico.

De modo que voy a descartar la idea de escribir sobre Pundonor (que tampoco es un nombre muy lindo, convengamos), aunque la idea era buena: una especie de reseña postal al instante, que podría convertirse en una profesión. El crítico espera junto al portero eléctrico y, en el momento en que llega el correo, recoge el libro, lo lee en tiempo récord y lo reseña más rápido aún. Tal vez, Garrote me haya brindado una oportunidad que desa-proveché. Lo que finalmente me disuadió fue el epílogo, firmado por el profesor de sociología Manuel Iglesia, que se titula “Pundonor como representación de una clase universitaria”. No lo entendí bien, acaso podría decirse que Foucault le dejó encargado al autor que construyera su iglesia, aunque con la obligación de compartirla con Gramsci y Althusser, entre otros. ¿Existirá el profesor Iglesia, arquitecto del saber, que da clases en la UBA, en la Universidad Austral, en la de Lomas de Zamora y en la Universidad de las Artes? No lo sé, pero me llama la atención que los profesores de esos centros de estudios den clases en todos ellos. Como si hubiese una sola universidad con un personal estable. De todos modos, debo reconocer que el epílogo empieza con una cita de Quintiliano del año 95. Dice así: “Los que quieren ser vistos como sabios por los necios son vistos como necios por los sabios”. Es una frase graciosa, pero no me queda claro si se refiere a Garrote, a Iglesia, a Foucault o un poco a todo, en general. 

La cuestión es que con tanto garrote me desvié del tema sobre el que quiero escribir hace mucho tiempo: la vida y obra del escritor australiano Gerald Murnane, un asunto que vengo postergando como si fuera a publicar una tesis al respecto. De todos modos, es un tema más largo que la pieza de Ga-rrote y no sé si entra en este espacio. Pero le prometí a un amigo recomendarle alguno de los quince libros de Murnane, quien ya dejó de escribir. En cualquier caso, no quiero despedirme sin consignar aquí que la profunda depresión de la semana pasada se me fue un poco, gracias al primer título obtenido por Lionel Messi en Miami.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite