En su columna del domingo pasado, Damián Tabarovsky elogió a Martín Kohan por una nota sobre “los intelectuales de derecha que firmaron una solicitada a favor de Macri”. Aunque no me considero ni intelectual ni de derecha, firmé esa solicitada, así que fui al blog de Eterna Cadencia y leí el texto de Kohan, que no hizo más que aumentar mi perplejidad. Allí dice que “una fuerza política múltiple (porque combina y acumula a la derecha liberal, la derecha católica, la derecha económica, la derecha del campo, la derecha judía, la derecha radical, la derecha a secas, etc.) cuenta así con el respaldo expreso de numerosos intelectuales”. Ni la taxativa definición de Tabarovsky ni la ironía de Kohan sobre la uniforme pluralidad de Cambiemos me sirven para determinar a qué derecha se supone que pertenezco por haber votado como lo hice, pero supongo que me toca la derecha “a secas”, sea eso lo que fuere, tal vez lo opuesto de la derecha húmeda.
La solicitada en cuestión es muy breve (mucho más que los documentos de Carta Abierta, por ejemplo) y acompaña la decisión de votar a Cambiemos con un par de párrafos que proponen “reducir la pobreza y mejorar la calidad de nuestra democracia”, ideas que sólo pueden enojar a Aníbal Fernández. Tampoco creo que sea tan malo “cerrar las grietas que fracturaron nuestra sociedad: las de la desigualdad, las de la educación, las de nuestras instituciones republicanas, las del desarrollo y las que nos han separado por pensar distinto”, pero tengo entendido que para quienes siguen a los difuntos Gramsci y Laclau la política es el arte de profundizar las diferencias, mientras que atenuarlas es una típica idea de los burgueses. Kohan lo aclara cuando dice que es de derecha “negar la división derecha/izquierda”.
Pero habría que considerar la paradoja por la cual el candidato que en el ballottage proponía eliminar la pobreza, generar empleo y vivir en armonía era de derecha mientras el que se aferraba a un modelo que hizo lo contrario resultaba de izquierda. Si tomamos las consignas de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa, Macri estaba más cerca de ellas que Scioli. Y lo mismo ocurre (a pesar del apoyo del Partido Comunista criollo a Scioli) si consideramos lo de “paz, pan y trabajo” de la Revolución Rusa. Sin mencionar que los hechos del kirchnerismo, es decir, la inflación, la destrucción de las estadísticas y el empleo, la corrupción, el autoritarismo, la concentración de la riqueza y la confraternidad con las dictaduras no parecen conceptos del todo izquierdistas.
Lo que intento decir es que, como otros, voté a Macri desde la izquierda. No desde los partidos que discursean en su nombre, ni desde la simpatía por los gobiernos de Cuba, Venezuela o Corea del Norte, sino porque mis convicciones privilegian la justicia social, la protección de los débiles, la transparencia, las libertades civiles y los derechos humanos por sobre la unanimidad, el nacionalismo y la devoción por el Papa, para mencionar algunos valores que me son ajenos.
Espero que el gobierno de Cambiemos esté a la altura de estos ideales burlados y bastardeados en estos años en los que imperaron el culto de la personalidad, la mentira y la prepotencia en nombre de esa izquierda que me acusa de ser de derecha.