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La psicología también cuenta

La fe de los perversos

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Trump. Si se explica su conducta solo de un aspecto psicológico, se podría exculparlo. | cedoc

No es aconsejable tentarse con la idea de analizar los fenómenos, acontecimientos y procesos políticos basándose solo en las características o patologías psicológicas de sus protagonistas. Si explicáramos las conductas y decisiones de Trump y Bolsonaro únicamente a partir de sus rasgos psicopáticos o megalomaníacos (que los tienen), si pretendiéramos que el nazismo fue posible solo porque Hitler era un psicótico (que lo era) o el fascismo por la mitomanía y el narcisismo de Mussolini, en definitiva podríamos estarlos exculpando de los males que causaron a millones de personas y de sus devastadores tránsitos por la vida. Serían enfermos, y por lo tanto inimputables. Casos puntuales. Tampoco vale excluirlos de la humanidad, no reconocerlos como propios de la especie. No serían entonces resultado de sociedades que los hicieron posibles y en las que supieron encontrar los permisos, las fisuras y las aprobaciones que les posibilitaron hacer lo que hicieron. “Enfermitos” ellos y víctimas inocentes de esas enfermedades las sociedades en las que existieron y existen, actuaron y actúan. Con eso la cuestión de la responsabilidad quedaría excluida.

Pero a pesar de sus patologías no eran tontos, aunque sí responsables de las consecuencias de sus acciones. Y así como no conviene caer en el reduccionismo psicológico a la hora de analizar la política y la historia, tampoco hay que excluir las particularidades y tipologías psíquicas de quienes actúan en la política y, sobre todo, de quienes gobiernan. Porque en tal caso terminaríamos por observar esos procesos como si fueran una partida de ajedrez en la cual los protagonistas son fichas, objetos carentes de psicología. Y la política y la historia resultan imposibles de explicar y comprender si nos quedamos en análisis conspiracionistas, en suposiciones de tramas, pactos y alianzas (muchas veces más ficcionales que verificables) o en anécdotas y calificaciones sobre comportamientos y supuestas motivaciones inconscientes. Como todo lo humano, el tema es más vasto y complejo. Ahí están Shakespeare y su Macbeth para demostrarlo.

Es oportuno recordar entonces que a políticos, funcionarios y gobernantes les caben las generales de la ley en cuanto a rasgos psíquicos funcionales o disfuncionales, y que en sus intereses, componendas, estrategias, cálculos, lenguaje, decisiones y comportamientos esos rasgos juegan un papel, como en todas las personas. Porque son humanos y no simples fichas moviéndose en un tablero para entretenimiento y especulaciones de analistas políticos.

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De este modo, si se leen o releen algunos trabajos de la francesa Marie-France Hirigoyen psiquiatra, terapeuta familiar y reconocida autoridad mundial en el tema del maltrato psicológico, se pueden obtener interesantes instrumentos para observar a los protagonistas de la política nacional. Desde obras como El acoso moral, El abuso de la debilidad o El acoso moral en el trabajo es posible ver cómo actúa un perverso narcisista (ignorando límites, no asumiendo responsabilidades, manipulando a las personas como objetos, seduciendo con mentiras, maltratando de palabra y de hecho), cómo un complejo de inferioridad de larga data motoriza un resentimiento profundo que busca venganza, o cómo alguien sometido a acoso moral desde pequeño intenta inútilmente aplacar al acosador demostrándole que no es el pequeño ser inútil que el otro le enrostra. Es dable entender cómo cuando estas características se emboscan detrás de cargos y funciones dejan de ser problemas psicológicos individuales para convertirse en padecimientos nacionales, ya que terminan afectando a toda la sociedad. Y también la obra de Hirigoyen (en especial El abuso de debilidad) explica de qué manera la sociedad (con sus propias conductas colectivas) facilita la emergencia y la manifestación de estos rasgos en sus líderes. Es cierto que lo psicológico y sus costados patológicos no lo explican todo, pero detectarlos ayuda a comprender en manos de quiénes estamos y qué se oculta detrás de sus disfraces, corazas y simulaciones. Porque allí están precisamente las debilidades personales que quieren ocultar en sus andanzas políticas.

*Escritor y periodista.

Producción: Silvina Márquez.