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La gran pregunta

El otro día escuché a la dueña de una bodega decir que tuvo muchas dificultades para conseguir botellas. ¿Habrán escaseado también los preservativos?.

11-10-2020-Perfil logo
. | CEDOC PERFIL

El otro íbamos con Flavia por la calle y nos cruzamos por la calle con Verónica Chen, cineasta y vecina. Ella paseaba a su hijo León, nosotros a nuestra perra Solita. No la reconocimos, pero no porque estuviera cambiada (Chen parece una piba) sino porque llevaba barbijo. Acabo de ver un tuit con dos candidatos a diputados a los que podría votar pero solo los reconocí por el apellido: en la foto parecían solo dos enmascarados más de los tantos que deambulan por las calles. Siguiendo con Twitter, una buena parte de los mensajes de estos días hablan de la lengua: si hay que usarla o no para cerrar el sobre. Yo siempre la usé, pero ahora descubro que no se debe. Tampoco quiero que la frase anterior se confunda con una referencia a la parte de la campaña dedicada a la correlación entre política y sexo. Pero, ya que estamos, me pregunto si la actividad sexual habrá disminuido durante la pandemia. 

No vi estadísticas al respecto. Pero sé, en cambio, que aumentó significativamente el consumo de vino. El otro día escuché a la dueña de una bodega decir que tuvo muchas dificultades para conseguir botellas. ¿Habrán escaseado también los preservativos? No conozco a ningún fabricante. Pero sí al integrante de una pareja al que la otra parte obliga a practicar el sexo con barbijo (¿será excitante?). Tampoco sé si hay estadísticas sobre estas modalidades. Pero todo indica que la dificultad en los desplazamientos se convirtió en un problema para el amor, al menos el no platónico. No sé qué opinará al respecto el club Defensores del Goce, cuyo partido lo proclama pero hizo todo lo posible por privarnos de él en más de un sentido.

Pensando en las complicaciones de ir a votar con “protocolos”, una de las palabras que se incorporó al habla cotidiana de estos meses que sigue siendo particularmente maligna en la educación, me acordé que hace unos cuantos años fui fiscal en una elección en la ciudad de Buenos Aires. No recuerdo si entonces para nombrar a la Reina del Plata ya se la agregaba la horrenda palabra “autónoma” pero sí que, en ese momento, había una epidemia de Gripe A. En cada mesa se reponía constantemente la provisión de alcohol en gel, un producto del que hasta entonces pocos habíamos tenido noticias. Recuerdo que algunos votantes llegaban tapados con máscaras de diversa índole, pero la mayoría los mirábamos como bichos raros (en eso había acuerdo con los autoridades de mesa y los fiscales de los otros partidos). Tengo casi la certeza de que si entonces la Organización Mundial de la Salud hubiera dicho de la Gripe A cosas parecidas a las que dijo con respecto al covid, el barbijo habría sido obligatorio, así como el resto de las medidas de confinamiento y parálisis de la vida económica y social. Después de todo, la verdadera diferencia entre una y otra epidemia fue que, en aquel momento, parecía de sentido común medir el costo económico, social y sanitario de tomar medidas draconianas en relación con el beneficio, mientras que ahora el beneficio se da por descontado y el costo se ignora tanto como se ignora si el garche prosperó en pandemia. Pero hasta esta pluma fina y distinguida ha terminado utilizando palabras nunca hubiese imaginado. Es que el covid nos ha degradado a todos. Y a todas (me refiero a mi querida columna de los domingos).