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La resaca

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Discurso.“Los trabajos de reconstrucción van a ser tanto o más duros de lo anunciado”. | NA

Solo en una sociedad que vive, o sobrevive, en primera persona, en donde la noción de la palabra “nosotros” y de lo colectivo se desgastó y olvidó hasta tener vigencia apenas durante algún logro deportivo (especialmente futbolístico) era posible pensar que el anunciado e inevitable ajuste iniciado por el nuevo gobierno estaría destinado únicamente al otro, y no también a uno mismo. Sin embargo, esa creencia ha despuntado en algunas personas, incluso votantes de La Libertad Avanza. No son una cantidad significativa, pero no hay que desatender ese síntoma, porque es representativo de un egoísmo extendido en la sociedad. El desgarramiento de los lazos sociales, la incentivación de las grietas de todo tipo, que hicieron del modelo “amigo-enemigo” un rasgo cultural verificable en casi todos los planos de la vida en común, la extensión de la intolerancia y la perversión de un régimen que ofreció vida subsidiada a cambio de obsecuencia, silencio, acomodamiento y complicidad colectiva permitieron llegar a este punto tras largos años de cocción. El modelo, macerado en un relato falaz, prendió en todas las capas de la sociedad (planeros, intelectuales, empresarios, artistas, deportistas, movimientos sociales, etcétera) y en cada capa, a su manera, se construyeron las diferentes barricadas personales y corporativas para blindar los intereses y usufructos propios. La idea de lo que es una sociedad se vació, aparecieron en su reemplazo pobres sustitutos como “pueblo”, “gente”, “compañeros”, “militantes” y demás categorías fragmentadoras. La competencia impiadosa desplazó a la cooperación constructiva. La transgresión se consagró como mérito, los atajos y las trampas se impusieron sobre los caminos y las señalizaciones. Hasta en el hampa dejó de haber códigos y, curiosamente, algunos de los códigos mafiosos sobrevivientes se trasladaron a la política, los negocios, el ámbito científico y cultural.

Este proceso se aceleró a lo largo de las últimas dos décadas, en las que estas características y costumbres se naturalizaron y oficializaron, hasta alcanzar un nivel insostenible, en el que la corrupción, la política delictiva y la devastación social no pudieron cubrirse con ninguna careta. Desde las bambalinas saltó al centro del escenario un personaje que no estaba en el texto original de la obra, cambió la trama que parecía eterna e inamovible y anunció el fin de fiesta, que más que fiesta era lisa y llanamente una orgía. Era fácilmente predecible lo que quedaría en el momento de la resaca, aunque no hay peor ciego que el que no quiere ver, y esos abundan en todo el arco social. Habían sostenido la bacanal con sus votos a lo largo de los años.

Y a pesar de lo previsible, nos vamos enterando de que todo estaba aún peor, las ruinas van mucho más allá de lo aparente. Los trabajos de reconstrucción van a ser tanto o más duros de lo anunciado y sus consecuencias van a recaer sobre todos. Una forma amarga de mirar alrededor y darse cuenta de lo olvidado: nadie existe ni se salva solo, somos partes de una totalidad que es más que la suma de esas partes. Es una ley de la vida, y es importante conocerla, para las buenas y para las malas. Si se olvida en las buenas nos lo recuerdan las malas. Habrá que abocarse, en la vida individual y colectiva, a diferenciar deseos de necesidades. Demasiado tiempo se confundieron deseos con derechos, se olvidaron las necesidades de otros y desatendieron muchas de las propias en la convicción de que serían subsidiadas por el banco populista. Se puede comer mucho y alimentarse mal. Al final viene la anemia.

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Así están las cosas. Se había advertido que la solución sería quirúrgica. Ya estamos en el quirófano y empezó la operación. Lo importante que queda por saber es cómo será el posoperatorio, cuál será el camino de la rehabilitación y, por sobre todas las cosas, para qué queremos seguir viviendo. Si solo para sumar años o para descubrir y honrar, tanto en lo personal como en lo colectivo, el sentido de la existencia. La respuesta no la dará ningún ser providencial, acaso tampoco la provean las mentadas fuerzas del cielo. Requerirá algo, mucho, de cada habitante de este país.

*Escritor y periodista.