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La violencia no es un juego

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Milei. “La violencia discursiva del Presidente debiera ser un tema preocupante”. | europapress

En el relato titulado Círculo vicioso, de 1942, Isaac Asimov formuló las tres leyes de la robótica (notable anticipación del presente) y se confirmó como uno de los padres de la ciencia-ficción, género que cultivó con alta calidad literaria. Judío, nacido en Rusia y nacionalizado estadounidense, Asimov (1920-1992) publicó más de quinientas obras entre novelas, cuentos y ensayos. En la trilogía que incluye Fundación, Imperio y Nueva Fundación estudia, a través de una trama que tiene como centro al planeta Trantor en la década del año 20 mil y subsiguientes, los vericuetos y las entrañas del poder político y sus lazos con el económico. Asimov aseveró: “La violencia es el último recurso del incompetente”. Al comentar esta frase en un análisis de la violencia escolar, la catedrática Aída Uribe Medina, de la Universidad de Oriente Cancún, en México, advierte: “La afirmación tiene una contundencia incontrovertible. Nos revela que detrás de la violencia solo hay limitaciones y frustraciones”.

La violencia señala el fin de la capacidad de argumentar y de razonar, la impotencia frente a lo que es contrario a las propias ideas, a los propios deseos, necesidades o urgencias. Y entre la violencia verbal y la física los límites suelen ser tan ambiguos como permeables. La violencia mata el diálogo. En su filosofía del diálogo, el pensador humanista austríaco-israelí Martín Buber (1878-1965) dice que Yo-Tú es una sola palabra, el vocablo primordial de la relación humana, su sostén y su sentido. Sin un Tú al cual reconocer y respetar como otro, distinto y diverso, no hay Yo posible. Decir Yo es reconocer que existe un Tú y es convertirse, en el mismo acto, en el Tú de ese otro, ante quien se está y con quien se dialoga. Cada persona confirma a la otra y se confirma a sí misma. Es una relación mutua, no utilitaria, en la cual el otro significa un valor. Buber la llamaba relación dialogal, porque es la base de todo diálogo. E invitaba a buscar diversidad de alteridad antes que diversidad de intereses. Buscar y escuchar lo distinto, nutrirse de ello antes que escudriñar solo lo similar, lo idéntico, lo no contradictorio, que finalmente empobrece la propia experiencia. En el temor a esta experiencia podría encontrarse uno de los motivos de la violencia.

Entre la violencia verbal y la física los límites suelen ser tan ambiguos como permeables

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La naturalización de la violencia es un fenómeno peligroso porque destruye la posibilidad de dialogar, de encontrar lo que puede haber de común en lo diferente y de crear nuevos horizontes para el pensamiento y la razón. La violencia suele ser también el cascarón que oculta complejos de inferioridad, temor a que se adviertan vulnerabilidades propias (todos las tenemos en tanto humanos). Como dice la doctora Uribe Medina, es el velo tras el cual se escudan limitaciones y resentimientos de orden intelectual, emocional, psíquico o social según el tipo de violencia que se manifiesta y quién o quiénes la ejercen. El insulto, la descalificación, el desconocimiento o la permanente transgresión de las normas escritas y no escritas, (pero acordadas y practicadas) de la convivencia es una forma conductual de la violencia que enrarece la atmósfera de la vida en común, ya sea de personas, comunidades, sociedades o países, y crea condiciones para que esta se exprese de maneras cada vez más peligrosas.

La violencia discursiva del presidente argentino debiera ser un tema tan preocupante, como el de evolución de la economía o de las negociaciones y tramoyas políticas. Minimizarla, no limitarla y justificarla (lo que lamentablemente hacen funcionarios como el vocero, el ministro del Interior y la canciller, además de ciertos comentaristas e incluso ciudadanos de a pie) es una muy peligrosa forma de negación.

*Escritor y periodista.