Marche un superministro, como si fueran todas las vacunas en una. Con la incertidumbre de su efecto. Bueno, un paralelismo gráfico. A veces se tiende a pensar que grandes decisiones y movimientos impactarán abriendo las puertas a grandes cambios. Pero para eso hay que esperar.
Lo cierto, por el momento, es que por la complejidad de la situación la economía logra que converjan las tres agendas: la política, la de medios y la pública. Es lógico, la economía en estos tiempos dudosos y punzantes convoca a todos los actores. Por supuesto, con miradas en diversas direcciones. Quizá la única confluencia sea el diagnóstico, y con respecto a las medidas o planes que deriven en soluciones, hay hipótesis diametralmente opuestas; o en el peor de los casos, ni eso, no las hay.
Luego de la preocupación y el panorama, las agendas, claro, se apartan. Y el fenómeno de la disrupción política-ciudadanía toma cuerpo. La sociedad es crítica no solo con el Gobierno sino que la oposición también tiene lugar en la foto. Estas situaciones son las que muchas veces dejan espacio a los “outsiders” de la política. La situación actual no muestra personajes competitivos electoralmente que causen preocupación; si bien en un principio los medios “inflaron” la figura de Javier Milei, tan rápido es la subida como la bajada.
Siguen siendo los espacios políticos aquellos que representan a los ciudadanos. Y así es porque allí están los mecanismos democráticos e institucionalizados que marcan las reglas del juego. Y el lector dirá blasfemias sobre los actores políticos, pero lo cierto es que la política solo es un espejo de su sociedad. Los frentes y coaliciones electorales tienen tantas internas como está dividida la sociedad: como un mosaico antiguo.
Hablamos mucho de crisis, pero deberíamos tener una mirada sobre la cultura que también está en crisis, y esto engloba a la sociedad entera, sobre todo crisis de valores. Entiéndase que la palabra “crisis” tiene también un cariz filosófico cuando hablamos de valores personales y colectivos.
Massa arriba al superministerio con las mismas incertidumbres para tratar de convertir algún gol, en este caso, alguna certeza. Es una figura que ha logrado obtener un lugar con molestias mínimas para otros actores políticos, lo cual no es tarea sencilla. Pero él lo logró. Por conveniencia o por confianza, es el interlocutor de quienes tienen las riendas del poder. Y su lugar dice mucho, proyecta otro tanto. Que ha construido un liderazgo no creo que sea discutible, podemos llamarlo liderazgo carismático. Posee una gran empatía, y cualidades como generar diálogos: donde a cualquiera le pudiera generar una tensión, a Massa se lo ve distendido. En el fondo, él también es un estratega. Tiene muy en claro que hacia el interior de su espacio político los objetivos son disímiles. Hay quienes buscan consolidar poder, o construirlo desde una situación asimétrica. Ojo, lo mismo sucede en la oposición. Solo que pareciese que el radicalismo se está levantando, mientras el PRO dirime sus internas. La mirada de la oposición está a un año.
Inmadurez política y comunicación
El año 2003 nos trae muchos recuerdos. Por cierto no tan buenos, o no buenos. Pero interesa aquí hacer un recorte en lo que fue la campaña presidencial de De la Rúa. Quienes trabajaron con él solo corrieron la mirada, tuvieron la astucia de convertir una debilidad en una fortaleza: “el aburrido”. Quizás haciendo un paralelismo grosero, la debilidad de Massa, o al menos lo que se recoge en investigaciones cuantitativas y cualitativas, es que no es la ideología lo que lo convoca, sino el poder. Es la explicación a por qué ha estado con diversos políticos y diversos partidos. Hay una gran parte de la ciudadanía que no elige a sus representantes de acuerdo a un modelo ideológico, con más razón, siendo una coyuntura tan compleja. Entonces, si podemos hipotetizar que la sociedad podría votar en gran parte, no por identidad política; quizá, si los resultados le son favorables, la percepción se dé vuelta. Y su “falta de ideología o tibieza”, sumada a ser un político dialoguista que evita el conflicto, podrían virar de una debilidad a una fortaleza. Es cierto, no es prudente hacer futurología. Solo ensayamos en voz alta.
En un escenario que pide a gritos una reactivación económica, la respuesta es por cuotas y lenta. Las cuotas que ya no existen. Y no sabemos cuánto es la espera. Lo que sí sabemos es que la opinión pública es crítica con la clase política. Lo que se espera son resultados, las respuestas a los interrogantes que nos desvelan.
*Politóloga. Magíster en Relaciones Internacionales. Docente universitaria. Analista política.