COLUMNISTAS
Relatos

Nuestra historia

20240316_kate_middleton_cedoc_g
Kate Middleton. Pidió disculpas. | cedoc

El filósofo René Girard sostiene que la monarquía parlamentaria consiste en una democracia habitada por una vasta corte burguesa en la que los cortesanos están por todas partes y la monarquía en ninguna.

¿Cuál es entonces la función de las familias reales? Funcional al poder con un sustento similar al de las religiones. Hay una especie de fe, de creencia en un intangible que modera y custodia el sistema, tanto en paraísos fiscales como Luxemburgo o los Países Bajos (según el Informe Oxfam, junio de 2021) o los países escandinavos, donde el contrato social aún no ha pasado a ser una pieza arqueológica.  

En España, la explicación que se asume acerca de la actual monarquía es la de un encaje entre dos sistemas, a través de un eslabón histórico. El punto de encuentro sobre el que se asienta la socorrida Transición es la casa real, que tendió una mesa en torno a la cual se entendieron desde un ministro de Franco al secretario general del Partido Comunista. ¿Pudo haber estado en dos lugares distintos el rey Juan Carlos el 23-F? La respuesta no está soplando en el viento, habrá que buscarla, sin duda, en los documentos que alguna vez se desclasificarán, pero que, desde la narrativa oficial, el golpe ha servido para apuntalar al rey, a la democracia y elevar a la Transición a una suerte de Tratado de Versalles doméstico.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Las ficciones dominan hoy la gestión pública por encima de los programas políticos, pero los relatos eran por entonces prácticamente privativos de las monarquías. En la madrugada del 24 de febrero de 1981 el rey Juan Carlos desautoriza el golpe militar en un discurso de un par de minutos. Desde ese momento se le deja de cuestionar y se asienta en un argumento que, como una serie, alcanza su final en abril de 2012 cuando debe reconocer que fue inoportuna su decisión de irse a un safari con una amante en medio de la peor crisis económica a consecuencia del crack de 2008. Esta vez, la intervención fue menor que la anterior, tan breve como un tuit: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”.

Kate Middleton, la princesa de Gales, acaba de hacer la misma operación al pedir disculpas por manipular la primera foto oficial que se publica en más de dos meses de convalecencia por su enfermedad. El carácter y la magnitud de la monarquía británica hace muy difícil entender esta negligencia. Hollywood suele tener pocos traspiés.

La prueba del vigor narrativo de Buckingham lo manifiesta el proselitismo post mortem de la reina Isabel.

La corona británica decidió que la reina expirara en el Castillo de Balmoral cuando los médicos diagnosticaron su final inminente. Nada fuera de un protocolo lógico: era el lugar favorito de la monarca. El deceso se produce, entonces, en Escocia, pero, en lugar de trasladar su cuerpo rápidamente a Londres para el funeral oficial, se organizó un largo peregrinaje desde Balmoral a Edimburgo, en un lento cortejo fúnebre por las carreteras escocesas durante casi siete horas, entrando en cada uno de los pueblos y dando un rodeo lo suficientemente pausado para que todos los habitantes pudieran dar su adiós a la soberana. Poco después, el partido nacionalista escocés sufrió un descalabro electoral y el referéndum de separación del Reino Unido, previsto para el año siguiente, se suspendió.

La administración de Blair demostró una capacidad creativa desbordante cuando ayudó a la corona ante el accidente mortal de Diana Spencer. La imagen de Kate Middleton es la de la plebeya ideal que se integra a la corte sin aristas díscolas como las que exhibió públicamente Lady D, contando su intimidad en la BBC con lo cual, es más que probable que los asesores de Buckingham recuperen el pulso de la trama y le den un buen giro.

El relato, el storytelling, es el sustento de las monarquías y de los gobiernos en el actual sistema. Al asimilarlas a las religiones se debe atender que una corona desarrolla un credo que se asume y consume a través de una batería de meros contenidos.

Es indudable, que somos relatos que contamos y, que a su vez, nos narran en narrativas colectivas. Se trata de saber dónde comienza nuestra historia, pero más importante aún es saber si realmente se trata de nuestra historia.

*Escritor y periodista.