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Operación despegar

Comicios y dirigentes mueven fichas para no perder votos. Todo está por definirse.

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Buda, Roberto Lavagna. | Pablo Temes

La hora de la primera definición política importante del año para Cambiemos se acerca. Se trata del desdoblamiento de las elecciones a gobernador en la provincia de Buenos Aires. Es un tema que ya nadie oculta. María Eugenia Vidal lo reconoce en público cada vez que se lo preguntan. "Lo voy a hablar personalmente con el Presidente", ha dicho en las útimas entrevistas que ha concedido. En privado, la gobernadora es crítica –y en algunos casos, muy crítica– de varias de las medidas adoptadas por Mauricio Macri y por el desempeño de los funcionarios del área económica del Gobierno. Es ahí donde residen los problemas que han complicado la vida de la gente y, por ende, la tarea de Vidal cuya gestión, en algunos casos, se ha visto limitada por imposiciones del Presidente que debió acatar en silencio. Silencio que, en el tema del desdoblamiento de la elección provincial, acabó.      

Que sí, que no. “Lo veo muy probable, la vocación y voluntad de la gobernadora es que se anticipe”, señala en forma categórica un armador político del oficialismo bonaerense. En el círculo áulico de la gobernadora no hay la más mínima duda sobre lo imperioso de avanzar con el desdoblamiento.

Allí anida la convicción de qué es lo mejor para mantener las aspiraciones de ganar la elección provincial y, a la vez, de garantizarles a los intendentes de Cambiemos las mejores posibilidades de acceder a la reelección.

Al día de hoy las encuestas que se manejan en La Plata muestran que Vidal tira para arriba y que Macri tira para abajo. Esas mismas encuestas indican, además, que cuando las dos boletas van juntas, la que más pesa es la de Macri. La matemática electoral, pues, es clara: unida a Macri, Vidal pierde; sola, en cambio, gana.

Más allá de que se concrete o no –el proyecto exige un cambio de la Ley electoral de la Provincia– el solo hecho de que se esté discutiendo el desdoblamiento lleva implícito un mensaje político para el Presidente. Es un mensaje potente y de signo negativo para él ya que deja expuesta su debilidad. Por eso la idea no le atrae y, por lo tanto, las definiciones se retrasan.

Ojota con Lavagna

En el final –como casi siempre ocurre en Cambiemos– el veredicto lo darán las encuestas y los análisis de Jaime Duran Barba. Este fenómeno no es exclusivo de la provincia de Buenos Aires sino que se repite en todo el país. Salvo en el núcleo duro del eje Peña-Duran Barba, que exhiben un optimismo electoral al que muchos funcionarios observan azorados, lo que se ve en gran parte de Cambiemos es un marcado desánimo. En cualquier lugar que visita Macri hoy, lo que se ven son protestas. Las hubo en Puerto Madryn y en el Chaco. Más allá del componente político que muchas de esas manifestaciones conllevan, está la calle que habla de su día a día en el que se expresa la disconformidad y el desaliento del ciudadano de a pie, que no participa de ningún espacio político y que enfrenta con esfuerzo la penuria del presente.

Muchos de ellos han sido votantes de Cambiemos. Muchos –no todos– lo volverían a votar si la disyuntiva es Macri o Cristina Fernández de Kirchner. Es en este punto en el que hay que ubicar a Roberto Lavagna. Su posible candidatura “hace lío” por todos lados. Y por eso le han salido a pegar presurosamente tanto desde el oficialismo como desde el kirchnerismo como lo explica muy bien el artículo de Jorge Fontevecchia publicado ayer en la contratapa de este diario.

En el interior del Frente Renovador alberga la convicción de que Lavagna es el candidato del círculo rojo. Para el FR, el candidato sigue siendo Sergio Massa. Y cuando se habla de candidato se especifica con claridad que se hace referencia a la candidatura a la presidencia de la Nación.

La vuelta de Massa al kirchnerismo representaría su suicidio político. Por eso su idea es apostar a Alternativa Federal y, de ser necesario, dilucidar la candidatura a través de una interna con Lavagna y/o Miguel Ángel Pichetto. Sería algo similar a lo que pasó en 2015 en la interna entre Massa y José Manuel de la Sota.

Lo que se está viendo, por otra parte, es que Alternativa Federal comienza a erigirse en una colectora de desencantados del peronismo que no quieren tener nada que ver con CFK, y del radicalismo, que tampoco quieren tener nada que ver con Cambiemos.

Hagan juego. En todo el armado de Massa está jugando un rol muy importante Antoni Gutiérrez-Rubí, el consultor de imagen catalán que en la elección de 2017 supo serlo de CFK. Atentos a estos avatares del peronismo, varios gobernadores justicialistas buscan en el desdoblamiento de sus respectivas elecciones asegurar sus reelecciones para ver luego en dónde se ponen.

La candidatura de Lavagna

Los voceros del kirchnerismo están activos y preocupados. Desesperan por algo que es imprescindible para ganar la elección: la unidad del peronismo. No alcanzan a comprender que con Cristina Fernández de Kirchner eso tiene el valor de una quimera.

Pruebas al canto: para la candidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires su predilecto es Axel Kicillof, a quien le ordenó que comience a recorrerla. Esto decisión dejó descolocados a varios intendentes del Conurbano que aspiran a tener un rol de mayor participación y poder de decisión en el proceso de la selección de quién vaya a competir contra María Eugenia Vidal. En la cúspide del Frente Renovador esta situación genera expectativa porque la idea es atraer a algunos de ellos para erigirlo en candidato a la gobernación. De entre ellos, el que sobresale es el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, de muy buena relación personal con Sergio Massa.

Que la ex presidenta es sinónimo de división no es novedad. Pero no solo eso: es además sinónimo de revancha. Y no acaba allí: es sinónimo también de una concepción chavista del poder. Es lo que expresó con toda claridad el senador Miguel Angel Pichetto hace unos días. Sabe de qué habla: durante los 12 años del kirchnerato conoció los verdaderos pensamientos de la ex presidenta y de su entorno, es decir, La Cámpora.

Él bien sabe que cuando aparece Eugenio Zaffaroni haciendo mención a una reforma de la Constitución para terminar con el sistema de “democracia liberal” no es casualidad. Y que el intento del kirchnerismo de despegarse de esos proyectos no son más que mentiras.

Más allá de sus diferencias, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner tienen algo en común: los dos auguran años de división en la Argentina. "La división en los pueblos es causa de su desolación" (Agustín de Iturbide).

Producción periodística: Lucía Di Carlo.