A la original experiencia de gobernar con minoría legislativa y sin la identidad partidaria de las dos fuerzas que dominaron la política argentina de los últimos cien años, Cambiemos –o Mauricio Macri, mejor dicho– está incorporando otra innovación institucional. Desde la reforma constitucional de 1994, ninguna Jefatura de Gabinete había adquirido el poder de gestión que demuestra la actual. Sobre todo en el último mes.
Semejante peso, en todo caso, no habría que personalizarlo en Marcos Peña, a cargo de esa oficina. Como les gusta decir a los funcionarios PRO, el mérito vendría a ser de “el equipo”. En este caso, los servicios de los vicejefes Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.
Resulta curiosa la parábola de percepción política que dentro del Gobierno modeló Peña. Hasta hace un par de semanas, en la propia administración macrista no eran pocos los que lo criticaban por una supuesta falta de ejecutividad. Para envenenar aún más el dardo se le endilgaba que se ocupaba en exceso de la (deficiente) comunicación oficial. La chicana se completaba con la sobreactuación de la nostalgia por el rol de Horacio Rodríguez Larreta durante la gestión Macri en la Ciudad.
La seguidilla de eyecciones en el Gobierno cambió esa mirada sobre la Jefatura de Gabinete, hacia adentro y hacia afuera. Arrancó hace un mes, el 21 de diciembre, con Isela Costantini (Aerolíneas) y siguió con Alfonso Prat-Gay (Hacienda), Pérez Baliño (viceministro de Salud), Carlos Melconian (Banco Nación)y Daniel Chaín (Obras Públicas). “Se los cargaron ellos”, comentan en la Casa Rosada, mirando de reojo al trío más mentado, Peña-Quintana-Lopetegui.
PERFIL hizo punta en la detección y descripción de este nuevo trípode de poder. No sólo se hizo antes, también se hizo mejor. Ayer, por caso, nuestra sección Economía mostró un hallazgo, la “biblioteca” del despacho de Lopetegui, donde aparecen diferentes biblioratos con los nombres de las dependencias analizadas. Casualmente, o no, en la mayoría de ellas hubo remociones o rectificaciones.
Las dos más recientes (Melconian y Chaín) reflejan además que la tríada no perdona ni siquiera a aquellos que tienen una larga historia política y personal al lado del actual presidente. Lo que ya se sabe: el ya ex jefe del Banco Nación corría siempre en las apuestas para ser el hombre fuerte de la Economía en el caso de recambio, mientras que Chaín está con Macri desde la época en que manejaba la empresa familiar, o lo que le dejaba manejar papá Franco.
Pero si la evaluación de gestión que hace el trío es negativa, no hay relación cercana que valga. En esa calificación no sólo corren las evaluaciones de resultados, sino la de ser flexibles a cambios de tácticas y, en especial, a dejarse “coordinar”. Vendría a ser el sinónimo PRO de reportarse.
También hay que leer en estos despidos recientes el gesto de Macri. Si Peña & Cía. lo convencen, entrega. Al menos ésa es la lectura que hacen varios funcionarios hoy. Hacen bien. Además del Ejecutivo, hay ahora un poder ejecutor.