Cuando la señora Fernández pronunció el cuarteto de campaña: “Evita votaría a Cristina,/ Perón votaría a Taiana/ y los dos juntos/ a Unidad Ciudadana”, la suerte cadavérica del peronismo quedó sellada.
En primer lugar, por la distribución anómala de las cantidades silábicas: si hubiera dicho “ambos”, en vez de “los dos juntos”, la estrofa habría sonado más armoniosa, transformada en un terceto en lugar de un cuarteto, porque los últimos dos versos se hubieran fundido en uno solo. Haber resignado el “ambos” es un rasgo de populismo poético que en este caso produjo más daño que otra cosa, porque estigmatiza al interlocutor como incapaz de comprender ese adjetivo indefinido. Y si alguien no puede comprender qué significa “ambos” en un verso de trinchera, es porque ha sufrido la peor de las escuelas imaginables, o ninguna. La responsable última de un empobrecimiento predicativo semejante es quien estaba hablando.
En segundo término, porque deja flotando la pregunta incómoda: “¿A quién le importa?”. ¿A quién, en efecto, puede importarle a quién habrían votado dos muertos ilustres de la política argentina, que actuaron en un contexto radicalmente diferente del nuestro? Y si alguien hubiera decidido contestar esa pregunta tomando como punto de partida la evidencia histórica, habría concluido en que el general Perón jamás habría votado una lista encabezada por alguien que insultó su nombre cada vez que pudo (yo soy más drástico: Perón nunca votó a nadie que no fuera él mismo y creo que habría repetido ese capricho). Dejo de lado el pequeño detalle de que, además, Perón echó de Plaza Mayo a la izquierda peronista, de la cual la señora Fernández a veces se declara abanderada (y a veces, no). ¿A quién habría votado Isabelita?
Y, por último, esa apelación a una herencia imaginaria, ¿no va precisamente en contra de las políticas migratorias sostenidas en los últimos quince años? ¿Y no colisiona con los sistemas de alianzas e impugnaciones propuestos por el mismo Frente de Unidad Ciudadana? Cada vez más latinoamericanizada (una de sus mayores virtudes), la sociedad argentina no tiene por qué sostener los mismos diagramas sentimentales de hace cuarenta años. Llegará un punto en que los nombres Perón y Evita signifiquen tan poco que nadie sabrá bien a cuento de qué se los menciona. Con Lastiri y con Balbín ya pasa un poco eso. A Marcelo Torcuato de Alvear no se lo recuerda, lo que es raro, porque es el antecedente más directo de la actual gestión de gobierno (con las mismas virtudes y los mismos vicios).
Perdió el peronismo de izquierda, pero también el de derecha (con la excepción de algunos caciques aislados). Perdió el peronismo confesional salteño, que sostiene la religión católica en las escuelas públicas: ¿habrá que lamentarlo? Perdió el peronismo de Chaco (provincia creada como Provincia Presidente Perón, uno de los tantos nombres que Aramburu se llevó puestos), que prestó a la Nación un vocero memorable. Perdió la izquierda peronista poscristinista y perdió el peronismo atigrado. Nada de lo que el peronismo propuso en los últimos dos años consiguió estabilizarse por encima de las arenas movedizas del olvido que lo amenazan.
Que Cambiemos ganó es evidente, pero más conviene subrayar que no tiene mayoría en ninguna de las dos cámaras parlamentarias, lo que involucra a los sobrevivientes de la hecatombe peronista en lo que suceda en el país de aquí en más.
También es obvio que ganó la izquierda. El FIT suma representantes parlamentarios, lo que lo consolida como la tercera fuerza política a nivel nacional.
La señora Fernández tuvo que inventar un crecimiento desmedido de su propia alianza para salvarse de la ignominia de una derrota anticipada por sus versos defectuosos. Sea.
Pero el FIT aumentó su caudal de electores y ese patrimonio, del que todos debemos alegrarnos, es la aurora política que hay que subrayar y cuidar. La tentación de alineaciones de retóricas siempre es muy grande, pero al menos hoy sabemos dónde está la derecha y dónde la izquierda, dónde está enterrado el pasado y qué fuerzas se disputan el presente. Lo demás, ya se verá.