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Populismo macrista

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Dupla. Mauricio Macri y Patricia Bullrich, emblemas PRO de atajos conceptuales y abruptos. | NA

Es más que evidente que el rol de Patricia Bullrich en Cambiemos es el de quien se expresa como un modelo sin ataduras, libre, sin complejos, y que en apariencia solo guía sus procesos y esquemas de decisión sobre la base de deseos y seguridades personales. Sus rivales internos abundan en controles y revisiones calculadas bajo el reflejo de los mecanismos que al detalle impuso Larreta en su escuela de gestión, y que obligan a todos sus integrantes a anteponer la planificación calculada, a la acción personal.

En estos dos modelos de acción se puede seguir la batalla central de Cambiemos. En realidad, es Macri quien entiende lo que debe hacer para arruinar el desafío de Larreta a su liderazgo: necesita cubrirlo fundamentalmente de imprevistos.

Bullrich debe ser pensada como una líder ocupando el rol de Macri durante el período de éste transitando el tiempo en el exilio. Mientras el ex presidente viajaba simulando reflexiones sobre su experiencia de gobierno, asumía roles en la FIFA y participaba de foros dedicados a decir que todo en Latinoamérica era una porquería llena de populismo, Bullrich ocupaba la función de representante abrupta y revolucionaria en un contexto de avanzada del larretismo, producto de la pérdida de las elecciones en 2019. Así, Macri en lugar de facilitar el recambio, producía el bloqueo de la novedad.

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Este mecanismo espeja al propio Perón, y sobre esto puede comprenderse cómo es Macri también un fantástico exponente de lo que él cree encontrar siempre en otras expresiones políticas en la región. Ante el desafío de corrientes sindicales que proponían en la década de 1960 un denominado “peronismo sin Perón”, quien vivía muy plácidamente en España durante la dictadura franquista, comenzó a reivindicar expresiones armadas revolucionarias que interpretaban al peronismo como una fuente de identificación de procesos revolucionarios anti imperialistas. Perón encontró en ellos una posibilidad de articulación de contragolpe interno y mantuvo de ese modo tensiones sostenidas en su liderazgo. A su regreso, el problema ya tenía demasiada complejidad y no pudo sostenerlo. En el caso de Macri, no queda claro cómo podría volver a liderar una coalición en la que todos reclaman protagonismo.

El PRO clama en TV por una institucionalidad que no tiene puertas adentro

Para Cambiemos los procesos democráticos son un problema en las operaciones reales. No es el caso del radicalismo, que cuenta con elecciones internas, pero para el PRO el esquema de selección autónomo ha sido su marca de origen. No se trata de un partido con elecciones orgánicas para definir autoridades o candidaturas, ni procesos democráticos sobre la base de ideas republicanas.

La república y esas “cosas” que son mencionadas con indignación en canales de TV, donde ya se ofrecen como panelistas, obligan a un esfuerzo paradójico de aquellos que hablan, ya que lo que reclaman como destino ausente en el Estado es imposible de encontrar en el partido al que pertenecen. No hay rastros que reflejen una relación idéntica con procesos propios. Solo bajo condiciones de ausencia absoluta de mecanismos formales pueden Macri o Larreta acordar personalmente quién quedaría como presidenta del partido.

Con Bullrich al mando de las declaraciones en formato de atajo conceptual, en las que las propuestas abruptas y sencillas podrían resolver asuntos históricos del país en muy poco tiempo, puede Macri jugar también a su populismo. Parece acompañarlo incluso alguna evidencia del potencial popular que esta dirigente tendría en mediciones de intención de voto, constituida sobre una relación visiblemente virtuosa entre su brutalidad oral y el siempre sobreviviente rechazo y odio al peronismo.

Habría equipos trabajando sobre planes de gobierno, y habría muchos, pero la escena no se despliega en términos cognitivos sino que se eleva sobre la amenaza de que en una próxima situación ella le rompería la cara a alguien. Cómo ingresan los planes de desaceleración de la inflación de los precios en ese escenario de contienda violenta no queda del todo claro, sino solo la expansión de un formato de amenaza que puede ser al mismo tiempo imaginado como con beneficios de popularidad. Macri sabe que necesita, como todos, al público.

Del conflicto al diálogo

Larreta parece sufrir sin solución ante este desafío. Sus intentos por transformar un perfil detallado y ordenado en alguien que se permite declaraciones antikirchneristas parece más bien un acto desesperado y fuera de comprensión de los mecanismos que se le han accionado con el populismo macrista en absoluta marcha.

Las pistas para el futuro de Larreta deberían estar más en lograr esfuerzos ajenos que en imitar personajes en los que no logrará nunca representar de manera correcta. Larreta necesita una buena gestión de Massa, que esa gestión muestre señales antikirchneristas y que la tensión de Macri con Cristina quede como síntoma de una forma de hacer política que a esta altura estorba más de lo que permite construir.

Parece difícil y se trata de un camino más extenso, pero no es en la inmediatez de la medición popular a donde debe plegarse, sino en la mirada estratégica de una fuerza política que debe ya abandonar la obsesión y dependencia de Macri, para lograr una oferta de partido que no base todo lo que tiene organizado como esfuerzo en el sostenimiento de conflictos como base de todas las acciones posibles.

Macri presenta su libro y parece exponer ahora sí lo que piensa. Dice que en esta que viene va en serio y que nadie podrá correrlo, mientras despierta aplausos insistentes del auditorio. Los asistentes suben fotos del libro firmado, el público grita eufórico con sus declaraciones y sonríe con sus ironías. Y así, bajo esa intensidad emocional, se debe decir que más “cristinismo” no es posible de conseguir.

El contexto es la presentación de un libro, todo lo que dice se orienta a los enemigos y casi nada queda internamente a lo que su partido podría ofrecer como variedad. Lo siguen, lo adoran, es la guía y el líder que –como un faro– solo podrá ofrecer su poderosa respuesta a quien no comprenda que se trata de un elegido para finalmente sacar al país adelante.

El tiempo del excel para él ha terminado. Su popularidad y no su precisión (es decir, la idea de un ajuste correcto de control de la gestión) ofreció en su tiempo anterior un aparente reconocimiento interesante, que por el propio destino fallido de su gobierno ha caído en la sombra que nadie querrá recuperar.

Este es el tiempo de la resistencia brutal y liberada, de las amenazas. Y en el próximo futuro presente será aquello nuevo que el público pedirá y que solo el tiempo expondrá en sus posibles detalles. Ya sabemos que en América Latina no hay manera de planificar, pero el populista Macri seguro encontrará la forma de adaptarse al siempre tiempo nuevo que la gente sabrá exigirle.

*Sociólogo.