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DANIEL ANGELICI, EL HOMBRE QUE SOLO SABE GANAR ENTRE LAS SOMBRAS

Sindrome de Estocolmo

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—Nada cambió, ¿verdad?
—Estás equivocada. Ahora estamos curados, vivimos enpaz con nosotros mismos.
—No hay cura.
—Sí. Son ustedes los que están enfermos. De otra manera no podrías estar con alguien que te hizo…
—Eso es asunto mío.
De “Portero de noche” (1974); escrita y dirigida por Liliana Cavani (1933): Lucía (Charlotte Rampling) habla con Hans (Gabriele Ferzetti).


Las mejillas regordetas le quitan dureza a su rostro, aunque sabe mirar con la persistencia de los que no se permiten la duda. No es su discurso, monocorde, amigo del lugar común, en guerra con las eses finales, equis y dobles ce, la mejor de sus armas. Tampoco su presencia física: pancita, algo de papada, una cadena gruesa que asoma en sus camisas abiertas, más espalda política que real. Se formó al lado de un histórico monje negro del radicalismo, el Coti Nosiglia. De él aprendió el valor de la sombra, el susurro, el favor debido y el mejor padrinazgo.

Danyel Angel Easy es abogado, pero hizo su fortuna gracias al juego. En 2003, más allá del ambiente binguero, su nombre era conocido entre una segunda línea de ex miembros de la Coordinadora y algunos salvados del incendio de la Alianza. Fue entonces cuando conoció a Mauricio. Eran el opuesto perfecto. Sin embargo, la sociedad funcionó de maravillas. En la Ciudad, en Boca –que pronto sería Defensores de Macri– y, por fin, en las elecciones nacionales, con muchos de aquellos amigos radicales, escoriados à droite.
Fiel a su formación, sus grandes logros no están a la vista de los comunes. El lo niega con fingida candidez, claro. Pero su calidad de operador del Gobierno en la Justicia Federal es prácticamente oficial, y así lo toman los medios y –algo que puede ser catastrófico para sus nervios– también Elisa Carrió, la metralla denunciadora de la Patria, que lo tiene en la mira y suele maltratarlo cada vez que habla con el Presidente, que es quien lo manda a hacer sus cositas, con los jueces y con la ex SIDE, donde colocó a varios. En fin...

Tuvo una semana agridulce. Lo malo fue muy malo. Pese a que otra vez gastó mucho y mal, quedó afuera de la Copa Argentina, un torneo que ganó cuando a nadie le importaba, pero que este año era el único pasaporte hacia la Copa Libertadores, objetivo indispensable para amortizar tanta inversión. La derrota con Central provocó un terremoto en la Boca. Hace un año, Tevez le había rendido dos títulos y una reelección. Pero se fue de vacaciones y volvió en tres cilindros. Hoy lo rodean muchachos con futuro, algo de pasado y nada de presente.

Así son las cosas. Nadie festejará con banderazos su astuta maniobra con el dólar futuro que este año le permitió, devaluación mediante, engordar el superávit del club en 22.800.000 pesos. Glup.

El trago amargo se compensó con el nacimiento de la Superliga, su obsesión. Que en un principio, cebado, o tal vez mimetizado con el estilo de un gobierno que más de una vez se ha tirado de cabeza sin saber si había agua, la quiso imponer de prepo. El rechazo fue general. Hoy, no. Todos pueden cambiar de idea, amiguitos, sobre todo si Mike Tyson te agarra del cuello y quién sabe de dónde más. Ay.

Unidos por un espanto borgeano, veintiún clubes de Primera se reunieron el jueves en la AFA para la tarea de parto, sin los cinco grandes. No hacía falta. A la noche hubo asado en Barracas Central, el club del Superyerno Chiqui Wall. Con los Moyano –que la semana pasada posaron con Tinelli–, Víctor Blanco, el hombre que sonríe, otros dirigentes de Primera y el Ascenso Unido, decidido a negociar para seguir con vida. El viernes, con euforia, la Primera firmó el estatuto.

Detrás de la Superliga se viene, al galope, el viejo sueño de Mauricio: las Sociedades Anónimas Deportivas. Idea que trató de imponer de pichón, el 20 de julio de 1999, cuando era vice de la AFA de Julio Grondona. Votaron y fue paliza: 38 a 1. Ahora quiere revancha. Para preparar el terreno, en marzo vino a desasnarnos Javier Tebas, ex presidente de la Liga de Fútbol Profesional de España, que por supuesto pasó por alto las quiebras y los escándalos entre accionistas de muchos clubes en su liga, donde siempre ganan los mismos. El bloque del PRO trabaja en el proyecto de ley. Habrá resistencia.

Angel Easy no pega una en el fútbol pero en el mundillo del poder se mueve con rara habilidad. Nadie lo ve venir y de pronto ahí está, con esa sonrisa barrial, de côté. Pese al apoyo formal de la FIFA, lo cierto es que Army Pérez, pope de la Comisión Nosecuantodora, ya no tiene cómo remontarla con los clubes. ¿Qué está en juego? La venta del negocio.
Un negocio que de ninguna manera querían soltar Pérez, Fernando Marín, el deskonstructor de Fútbol para Todos, y su tocayo La Usina Niembro. Reflotar la Superliga aprovechando el pánico de los clubes fue plantarse y decirles: “Ojo, yo lo hago, yo lo vendo; chau”. El próximo paso será la reforma del estatuto y las elecciones.

Todo bien, salvo por un pequeño detalle: la ninguneada B Nacional sigue en pie de guerra. Sin ellos, se cae todo. Lejos de emocionarse con la Superliga o asustarse con que la FIFA haga la gran Guatemala y nos desafilie, Daniel Ferreiro, vice de Chicago, fue al hueso: “Si algunos tienen el síndrome de Estocolmo, es problema de ellos. Esto es como comprar un juego de living nuevo para una casa que se cae a pedazos. Antes de negociar nada, hay que arreglar la AFA”.

Danyel Angel Easy, atormentado por culpa de la pelota, atiende cada frente con sobreactuada calma y sigilo. Sin duda debe saber qué es el síndrome de Estocolmo. Pero por las dudas, se lo recuerdo.

Se trata de una patología que sufren ciertas víctimas de secuestro, violación o tortura, que terminan mimetizadas con quien las ha dañado física o psicológicamente, en una relación de complicidad o de vínculo afectivo. Mmm…
Un fenómeno que, por desgracia, sucede más seguido de lo que uno imagina, compatriotas.