Cuando la sociedad está enojada, ¿los dirigentes tienen que subirse al enojo, y/o tienen que tratar de apaciguar? Pensar en cómo gobernar o en cómo ganar adhesiones? ¿Gana el que se enoja más, o el que trata de mantener el equilibrio? Esta discusión y estos interrogantes están presentes en la dirigencia política toda.
El enojo social no es solo un fenómeno nacional y la emergencia de dirigentes que rompen moldes, tienen lenguaje y conductas agresivas o exóticas, tienen en Trump y en Bolsonaro una muestra de que es una fórmula que tiene capacidad de generar éxito.
Hoy, Milei es quizás el mejor ejemplo de que copiando estas conductas es posible crecer. Pero, y si todos fueran Trump o Milei, ¿cómo sería la vida política? Una pelea cotidiana en donde nadie se escucharía, ni hubiera posibilidades de acuerdos en un momento en que el mundo está cambiando en forma vertiginosa. Sobre los peligros del futuro hoy alcanza con leer los reportes del FMI. Desigualdad, inflación, incertidumbre.
Precisamos alguien que rompa los moldes o alguien que consiga acuerdos. ¿Para contestarnos sobre el vínculo entre enojo social y liderazgo político, quizás nos ayude mirar lo que viene sucediendo en nuestro país desde 2000 a la fecha. Tomando los datos de nuestros estudios nacionales podemos intentar ver que: 2001 y 2002 tuvieron picos de 58% de bronca social y en 2003 apareció Kirchner, un dirigente que acompañó con su estilo el enojo social previo y con su gestión lo convirtió en expectativa, luego desde 2003 hasta 2008 no encontramos momentos de enojo, pero ya para fin de ese año el enojo llegaba al 59% y 2009 en plena grieta y en pleno conflicto con el campo, un 59% de la sociedad votó a un outsider como De Narváez para castigar al oficialismo, 2012 fue un año no electoral, pero en el que se produjeron cacerolazos contra el Gobierno y preparó el triunfo de Massa en 2013 como búsqueda de una renovación política. 2014 y 2015 fueron años con niveles de enojo que llegaron al 54%, y dieron lugar al cambio de gobierno. 2018 y 2019 llegaron a tener picos de 58% de enojo. Años que dieron lugar a la vuelta del peronismo al Gobierno.
En todos los casos los motivos del enojo fueron similares, una combinación de problemas económicos e institucionales con emergencia de dirigentes que parecían ser representantes de lo nuevo, de lo distinto, de lo diferente. De todos los que nombramos fue Néstor Kirchner el que más rompió los límites y acompañó el enojo social.
Cristina no fue la presidenta de una crisis económica, sino la continuidad de un concepto de Poder. Macri, a su modo, fue un progrieta, pero de buenos modales. Alberto Fernández afirmó su campaña en sus convicciones institucionales y la búsqueda de crecimiento económico y mejor distribución del ingreso.
Visto en perspectiva a 2003 se llegó después de un “que se vayan todos”, de partidos políticos en plena crisis de representación y de una fuerte demanda de lo nuevo, y llegamos a 2019 con una fuerte demanda de normalidad y de terminar con la grieta y con coaliciones políticas tratando de reemplazar la crisis de representación de los partidos políticos.
Es como si desde 2003 hasta 2022 venimos del dirigente más rupturista al menos rupturista. Entonces, volvamos a mirar qué está sucediendo hoy y vemos fenómenos que vuelven a repetirse, enojo social alto, una situación económica que preocupa, incertidumbre de futuro, inflación creciente, instituciones débiles y ya no solo partidos políticos, sino coaliciones políticas cuestionadas.
Volvemos entonces a la pregunta inicial. ¿Qué deben hacer los dirigentes: subirse a la ola de la indignación popular o intentar salir por arriba de esa situación preguntándose, cómo hacer para que el enojo social disminuya y se fortalezca la representación política? En 2023 viene un nuevo ciclo de rupturistas o de concertadores ¿Qué le conviene al país?
*Consultor político.