COLUMNISTAS
UN PAIS EN SERIO

Yo también quiero contar guita

Cuando se habla de “el cambio”, quizá se esté hablando de pasar billetes a monedas. O de la cotización de un archivo de la dictadura.

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Entro a la productora y en mi oficina están Moira, mi secretaria; Leticia, mi gerenta comercial; Lucas, mi asesor creativo; y Herminia, la señora paraguaya que limpia. En la mesa y en el piso hay montañas de monedas de entre 5 centavos y 2 pesos.
—¡Acción! –grita Bruno, mi director audiovisual, que está con su cámara registrándolo todo.
Moira, Leticia, Lucas y Hermina se ponen entonces a contar monedas, las apilan y las van dejando a un costado. Al rato brindan con sidra, en vasitos de plástico.
—¿Qué hacen? –interrumpo-. ¿Están locos?
—¡Corten! –grita Bruno–. ¿Qué hacés? ¿No ves que acabás de arruinar la escena? ¿Vos sabés lo que cuesta apilar todas esas monedas?
—¿Para qué es todo esto? –pregunto, sin entender nada.
—¿Cómo para qué? ¡Para hacer crecer la productora! –dice Bruno, enojado.
—No entiendo.
—La idea es que la gente crea que tenés contactos con el poder, que sos un empresario de medios exitoso y vinculado, ¿entendés?
—¿Vos decís que con un video así me puedo transformar en el nuevo Lázaro Báez?
—¡Producción, más sidra! –grita Bruno y enseguida me contesta–. Veo que vas entendiendo.
—¡Pero en el video esos tipos aparecen contando montones de billetes de cien dólares y después brindan con whisky!
Bruno baja la cabeza y se queda un rato en silencio.
—A nosotros sólo nos da para monedas y sidra –explica finalmente–. Por ahora. Ya vamos a crecer. Además, las monedas dan un lindo efecto de abundancia. Después le agregamos brillo en posproducción, vas a ver que va a quedar bien. Vos confiá…
—Señor, ¿no quiere tomarse un vasito de sidra con nosotros? –dice Herminia.
—No, gracias –le contesto y salgo de mi oficina.
Entro en la oficina de Carla, mi asesora de imagen. Está revolviendo un montón de cajas, revisando montañas de papeles, en el piso, en el escritorio...
—¿Qué hacés? –pregunto, algo enojado–. En mi oficina están contando montones de monedas, vos acá revisando montones de papeles… ¿qué es lo que pasa?
–Callate, ¿o querés que te sigan espiando?
—No me pongas paranoico –le digo–. Mirá que ya tengo bastante miedo desde que me enteré de que a mi mujer le intervinieron el teléfono y la estuvieron siguiendo.
—Me imagino, debés estar con miedo por lo que puede pasarle a ella con esas escuchas…
—Sí, pero también tengo miedo porque escucharon cosas que dije yo.
—Claro –dice Carla–. Imaginate si los muchachos de Stiuso escucharon cuando le decías “mi amor, voy a ir al supermercado, ¿necesitás que compre algo?” O cuando le decías “ya compré pañales y óleo calcáreo”. Tené cuidado que con una información podés convertirte en el próximo Nisman.
—¡Qué poco respeto que tenés por el periodismo independiente! –me quejo.
—Para nada. Al contrario: estoy haciendo todo lo posible para que en este país vayan en cana los verdaderos responsables de la corrupción. O sea: el ex marido de Ileana Calabró, el ex marido de KarinaJelinek…
—Ese ya está en cana…
—Gracias al periodismo independiente. ¿O por qué creés que estoy revisando estos papeles?
—No tengo idea.
—Para ponerme al día con nuestro pasado.
—No entiendo –le digo.
—A ver, periodista independiente… ¿qué dijo Obama que iba a anunciar en su visita al país?
—¿Abrir los archivos del Pentágono y la Casa Blanca sobre la dictadura militar?
—¡Muy bien! –dice Carla–. Veo que un poco informado estás.
—¡Por supuesto! –me enojo–. Y el papa Francisco dijo que iba a abrir los archivos del Vaticano sobre la dictadura.
—¡Exacto! Así que es hora de que vos también te sumes a la movida. Y estoy revisando estos papeles para ver si tenés algún archivo sobre la dictadura. Por ahora encontré muchos recortes viejos de El Gráfico sobre campañas de San Lorenzo, fotos de Beatriz Salomón y Susana Romero en los 80 y varias boletas de Segba, Entel y Obras Sanitarias. Pero sigo insistiendo,
por las dudas.
—¿Y vos creés que contando monedas y revisando archivos me…?
—… sí, te vas a poner al día con lo que está pasando en el país y en el mundo –me interrumpe Carla.
—Pero lo de las monedas, ¿no me va a hacer quedar como un corrupto?
—Lo pensé. Pero podemos decir que la corrupción no debería invalidar un proceso periodístico que tiene un montón de cosas buenas.
—¿Vos decís el “roba pero hace” para justificar la corrupción?
—¡Exacto! –dice Carla–. Porque si hacés cosas, los daños colaterales no importan tanto. Mirá el cura Grassi, si no. El tipo sacó a un montón de pibes de la calle...
—¡Pero Grassi abusaba de algunos de esos chicos! –me enojo–. ¡Eso está muy mal!
—Claro. Grassi viola pero hace.
—Todo muy lindo, pero tengo que escribir mi columna política de PERFIL, y me parece que debería hablar del acuerdo con los buitres…
—Holdouts –dice Carla-. Desde que se logró el acuerdo se dice holdouts.
—Decile como quieras, pero el acuerdo es un espanto, nos deja endeudados por 30 años y nadie dice nada… ¿Cómo es que el Gobierno logra que la gente no se enoje por este acuerdo?
—Gracias a los videos de millonarios corruptos contando billetes en una cueva. Eso es mucho más eficaz que saber de la existencia de honestos banqueros contando billetes en un country.
—No entiendo, te juro que no entiendo.
—El Gobierno tiene una cantera inagotable de consenso popular: se llama kirchnerismo. Reducen a la oposición a eso y cada tanto muestran un video como para que la gente recuerde. Y con eso irán tirando. Si tienen videos para los próximos cuatro años, pueden lograr la reelección.
—O sea que esos videos vendrían a ser como un 6,7,8 pero a mucho menor costo.
—Algo así.
—Un 6,7,8 con distinto formato, la construcción de una oposición supuestamente única, un doble discurso en el pago a los organismos internacionales, ocultar la inflación… todo esto me suena.
—No, nada que ver, este es el cambio –dice Carla–. Por eso en vez de billetes te propuse contar monedas: porque la gente necesita cambio.
—¿Pero no es muy obsceno todo esto?
—Puede ser. Pero esto es como el porno: para muchos es obsceno, pero todos querríamos estar protagonizando esas escenas de sexo.
—¿O sea que no es tan grave lo del hijo de Lázaro Báez?
—Sí, es gravísimo –concluye Carla–. Pero todos queremos contar guita.