CULTURA
libertad de expresión

El rapero del rey de España va a la cárcel

Ayer finalizó el plazo para que Pablo Hasél entrara voluntariamente en prisión. Se lo acusa de apología del terrorismo e injurias a la Corona española. “Que vengan por mí”, dice.

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Hasél. Ayer, antes de que se concretara su condena, el rapero arremetió a favor de la libertad de expresión y contra el rey Felipe VI. | cedoc

Si existe una tradición argentina es la de incorporar modismos de sus distintas culturas migrantes. Hace más de cien años, por ejemplo, la impronta anarquista ingresaba a las panaderías por Ettore Mattei (Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos). Con bolas de fraile (también, suspiros de monja), cañoncitos, sacramentos, bombas, vigilantes, cremonas y libritos, la crítica social invadió desayunos y meriendas. A esta reminiscencia del juglar, que cantaba las verdaderas noticias de los reyes, se puede agregar la marca en el tango: “ves llorar la biblia junto al calefón” (Cambalache, Enrique Santos Discépolo), que retrata el uso de la palabra santa impresa en papel de arroz clavada en los baños de los conventillos como sustituto del rollo higiénico. Para eludir el espionaje de los carceleros, para la misma época, se incorpora el guaraní en el habla del presidio. Vale decir, la resistencia a la autoridad (como el uso de apodos), siempre ocurre con la lengua y sus variantes.

Ahora viajamos a España, donde el cancionero anticlerical y antimonárquico tiene un origen que precede a la cruenta Guerra Civil, y que también inspiró la independencia de las colonias hace más de 200 años. Como negación de esta tradición, en pocas horas irá preso por nueve meses el rapero español Pablo Hasél (su nombre verdadero es Pablo Rivadulla Duro, oriundo de Lérida, ciudad catalana donde nació en 1988), agotadas todas las instancias de apelación. Procesado en 2014 por sus canciones expuestas en la plataforma YouTube y condenado a dos años en suspenso, en un segundo juicio iniciado en 2018 sumó una canción específica titulada Juan Carlos el Bobón. También se utilizaron 1.915 textos publicados en su cuenta de Twitter, donde aparecen términos como grapo, ETA, monarquía, rey, terrorismo, Bomba, Borbón, Policía y Guardia Civil. Los delitos: injurias a la Corona, enaltecimiento del terrorismo e injurias a las instituciones del Estado. A primera vista cabe preguntarse, ¿y por qué no le endilgaron lo que habló su madre por teléfono al poco tiempo de traerlo al mundo?

En la tradición del punk inglés, antimonárquico en sí mismo, la letra de la canción referida se muestra como buena diatriba: “Qué legitimidad tiene el heredero de Franco que en juergas y putas nuestra pasta está tirando”. “El pueblo quiere república y ese debate no les interesa. Silencia sus negocios sucios con Arabia Saudita, y por contarlos quieren condenarme a mí”, estas últimas estrofas sintetizan el ataque a la libertad de expresión que cometen los tribunales esgrimiendo parte del vetusto, aunque reformado, Código Penal español. De la misma canción, el fiscal señala que Hasél dirigió a Juan Carlos I los calificativos “parásito”, “mafioso”, “ladrón”, “banda criminal”, entre otros, y que “lesionan la dignidad del rey emérito, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación”. Tal proceso no es ajeno al movimiento independista catalán, donde Hasél viene a representar el papel de rehén ejemplar por parte del sistema. Lejos de amedrentarse, el músico ni se exilia ni esconde, “que vengan por mí, estoy en casa”. Pero este caso no es único, desde 1995 más de ciento cincuenta personas fueron condenadas por delitos de opinión. 

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Artistas españoles como Joan Manuel Serrat, Javier Bardem, Pedro Almodóvar y Fernando Trueba, entre cientos de firmas, publicaron una solicitada donde repudian la decisión de la Justicia española de condenar a la cárcel a Hasél.

Hacia el fin del año pasado trascendieron varios negocios en Suiza y paraísos fiscales que realizó su majestad emérita. Por ejemplo, para ocultar comisiones ilegales por millones de euros, utilizó las cuentas bancarias de la Fundación Zagatka, administrada por su primo. Entonces, ¿quién es el que insulta?.