Al compás de la consolidación de nuevos derechos civiles, las escrituras trans y travestis se hacen visibles en la Argentina. De ser objeto de biografías, ensayos y narraciones firmadas por autores cisgénero, llegó la hora de que trans y travestis tomen la palabra en el mundo literario local. Luego de un trabajo de años llevado a cabo por editoriales independientes y universitarias, los grandes grupos empiezan a reservar un espacio en sus agendas de publicaciones para estos autores y autoras. En 2019, uno de los éxitos literarios llegó de la mano de la cordobesa Camila Sosa Villada. Su primera novela, Las malas (Tusquets), vendió miles de ejemplares y fue contratada para ser traducida en Francia, Alemania, Noruega y Croacia. También se negociaron los derechos audiovisuales de esa obra. A inicios de este año, la joven actriz y escritora Carolina Unrein debutó en el Grupo Planeta con Fatal, un testimonio de carácter inapelable sobre su experiencia de transición. Ambas autoras habían publicado sus primeros textos en sellos alternativos. Por supuesto, hubo pioneras; entre ellas las multifacéticas Lohana Berkins, Naty Menstrual, Susy Shock y Marlene Wayar.
Una literatura con atributos. La etiqueta de literaturas trans y travestis es discutible. “¿Hay una voz trans? ¿Una voz travesti? –se pregunta Liliana Viola, escritora y editora del suplemento Soy, de Página/12–. Hay una zona de la sociedad condenada a sortear obstáculos letales que el resto le pone desde la infancia. Existe la construcción de un saber propio que va más allá del código común, una comunidad, un punto de vista crítico sobre un estándar de lo normal que si no te mata te disciplina. La experiencia trans y travesti es absolutamente opaca para una sociedad que insiste en la organización binaria del mundo, en la jerarquización según un orden genital. También es una potencia acallada que por fin avanza sobre el espacio social, en la ficción, en el ensayo, en el discurso político”. Para Viola, en el mercado editorial siempre se están buscando nuevos nichos y audiencias. “No necesariamente porque seas trans harás literatura trans, pero lo mismo que con aquello de si existe o no una literatura femenina, que las hay las hay”, concluye. El diario Página/12 lanzó en 2019 la colección Biblioteca Soy, con libros de Marlene Wayar, Naty Menstrual y Camila Sosa Villada incluidos en una selección de ocho títulos de escritorxs LGTBI. Los ejemplares de estos títulos se agotaron en pocas horas en kioscos de diarios.
Laura Arnés, coordinadora junto con Lucía de Leone y María José Punte del tomo IV de la Historia feminista de la literatura argentina, que dirigen Nora Domínguez, Arnés y Punte (y que Eduvim lanzará en abril), considera que es necesario trazar una genealogía de las escrituras trans y travestis. “Si bien hay escritorxs trans como Naty Menstrual y Susy Shock, que escriben hace ya tiempo y tienen su visibilidad, y que ampliaron su público, con la fuerza que el feminismo cobró en los últimos años en el país empiezan a aparecer escrituras trans que antes estaban invisibilizadas”. El contexto social, entonces, habilita una mayor publicación de escrituras vedadas. No obstante, cabe aclarar que algunos sectores del movimiento feminista local rechazan incluir en sus reclamos las reivindicaciones de la comunidad travesti-trans.
“Camila Sosa Villada asegura que, de estos asuntos, escriben con precisión quienes tuvieron experiencias cercanas –afirma el escritor rosarino Cristian Molina–. Por ende, mi respuesta de puto cis es limitada desde ese lugar, pero como parte de la comunidad LGBTTIQANB+ leo la aparición feliz y luminosa de una constelación de literatura travesti-trans; negarla es desconocer y descalificar a quienes hacen de la escritura una práctica diferente de una ‘literatura sin atributos o a secas’. Las literaturas travestis y trans pueden pensarse mojadas y con atributos, disímiles hasta la proliferación y en las que no hay un valor central que establece cómo debe escribirse, sino uno que se hace, cada vez, en el territorio de lo escrito como cuerpo en trans-formación”.
Para Molina, no se trata de una literatura temática (sobre travestis y trans) sino de una performance cultural y política de cuerpxs travestis/trans que se hacen cargo de escribir(se). “Eso ocurre en los textos de Paul B. Preciado, Susy Shock, Marlene Wayar o Morena García, por nombrar a algunxs escritorxs de esa literatura que supo abrirse paso y resistir gracias a la lucha histórica de colectivas travestis-trans en la comunidad general”. En El viaje inútil. Trans/escritura, publicado en 2018 por DocumetA/Escénicas, Sosa Villada postuló algunos ejes de una poética travesti y trans: “La escritura es un saber y ser travesti tiene un significado de orden espiritual que sustenta ese saber”.
Ante la urgencia. Como se sabe, la falta de acceso a la publicación no es sinónimo de baja producción. “Los lectores tenemos que saludar con mucha alegría que en la Argentina podamos elaborar una lista de escritorxs, poetas y narradorxs travestis y trans –dice el escritor y periodista Gustavo Pecoraro. Y aplaudir que en la actualidad se edite con más facilidad. El ejemplo más claro: Tusquets lanzó la gloriosa novela Las malas, de Camila Sosa Villada, la mejor narración travesti de los últimos años, heredera indiscutida de Cumbia, copeteo y lágrimas, que a Lohana Berkins le costó tanto publicar, logrando que fuera la editorial de las Madres de Plaza de Mayo la que lo hiciera”. A la hora de esbozar un linaje de las escrituras travestis y trans, Pecoraro recuerda que en el pasado ningún editor brindó apoyo. “Gracias al esfuerzo y la tenacidad de estos autores y estas autoras hoy recogemos los frutos de sus obras”, agrega. A manera de homenaje a su actividad política y cultural, la editorial Sudamericana publica en marzo La Berkins. Una combatiente de frontera, suerte de biografía escrita por Josefina Fernández, con prólogo de María Moreno.
“Lo que los une es la urgencia –sostiene Carolina Unrein–. Las mujeres trans y las travestis somos asesinadas todos los días. Nos enseñaron que no pertenecemos a este mundo por el simple hecho de ser. Somos echadas de nuestras casas y, aun hasta este día seguimos viviendo en los márgenes de la sociedad. Hay una cercanía con la muerte que tenemos las personas trans que realmente es desesperante”. En Fatal. Una crónica trans, Unrein relata su transición de manera explícita. “Les propuse a las editoras escribir sobre las cosas que había dejado en el tintero en Pendeja, mi primer libro, que no me había permitido terminar de explorar. Eso era, por un lado, mi vaginoplastia, que es uno de los procesos que toma mayor importancia en Fatal, y por otro, cómo ese suceso marcó un hito en mi construcción identitaria. También pude hablar de mis experiencias de abuso sexual, y cómo eso, y la forma en la que las entendí y contextualicé, también tuvieron un gran papel en cómo me identifico hoy”.
Aunque su crónica está estructurada como una narración que puede parecer novelesca, no hay elementos de ficción en la historia. “Ahora estoy trabajando en otros proyectos más ficcionales, es como que a medida que voy creciendo mi escritura va mutando –dice Unrein–. Primero fueron las poesías súper íntimas que aparecen, por ejemplo, en mi primer libro. Y ahora con un personaje más armado, con su propio arco. Y más adelante, por lo que estoy viendo de las ideas que se avecinan en mi cabeza, espero escribir sobre aspectos y vivencias no solo de mi vida, sino también de mis amigos, de mis compañeras, de mis amantes, contados de otra manera. Eso también me permite dejar de exponerme tanto”. Su crónica es,además, una interpelación explícita. “Todos estos sucesos a mí me marcaron jodido y fueron también, en parte, los que me llevaron a intentar suicidarme en enero de este año –cuenta–. Y es hora de que esto ya cambie. Ya basta. Pero no es nuestro trabajo encontrar la solución a los problemas que ustedes causaron. Háganse cargo, viejo. Háganse cargo”. Según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT, en 2019 hubo un récord de ataques transfóbicos y de travesticidios en la Argentina.
Nuevas identidades, nuevas literaturas. Gaita Nihil y Ese Montenegro dirigen la editorial Puntos Suspensivos y llevan adelante la colección Poesía Trans Masculina, que publica textos de Julián Chacón, Alejandro Jedrzejewski, Nicolás Samuel Illuminati y Neu, entre otros. “Puntos Suspensivos es una editorial independiente y militante dirigida por dos varones trans, Ese y yo, que publica obras feministas y de autorxs trans, lesbianas, maricas, putos, dentro del espectro de la comunidad LGTBIQ+, pero también autorxs cisgénero –cuenta Nihil–. La intención es visibilizar las producciones de identidades cuyas voces son, generalmente, apropiadas por el heterocisexismo y atravesadas por la patologización”.
Como poeta, Nihil escribe poesía con la misma intención: “Visibilizar mi vivencia como varón trans (también lo hice como lesbiana) desde mi lugar situado, desde esta región con una ley de identidad de género propia”. La ley de identidad de género, aprobada en 2011 y promulgada en 2012, marcó un antes y un después en la comunidad travesti-trans. “También considero mi escritura una militancia, atravesada por lo cotidiano. En mi último libro, Simón, retomo también mi identidad libertaria y algunas experiencias que viví alrededor del activismo social”, agrega. Algo similar ocurre en Late un corazón, recopilación de textos asamblearios de I Acevedo, publicado por Rosa Iceberg. “Ahora soy una persona más seria, más comprometida y, por lo tanto, más feliz. He transicionado”, se lee en Untitled document, uno de los relatos del volumen. Acevedo trabaja en la creación de una biblioteca trans.
Los editores de Puntos Suspensivos sostienen que se puede hablar de una escritura trans “siempre que las producciones sean en primera persona y con intenciones claras de visibilizar las experiencias singulares que las personas trans vivimos cotidianamente; no se trata de una novedad, sino más bien que el sesgo cisexista históricamente nos ha colonizado, expropiado el derecho a ser nosotrxs quienes hablemos por nosotrxs mismxs”. Según ellxs, si algo siempre hubo fue una escritura travesti-trans. “El problema fue la sordera”.
Muchas Nueces es otra editorial que enriqueció su catálogo con escrituras travestis y trans. “El primer libro que publicamos de una autora trava fue Crianzas. Historias para crecer en toda la diversidad, de Susy Shock, en 2016 –dice Gonzalo Miranda–. Ese libro había salido en 2014 en formato microrradial, de tres minutos, emitido a través de la radio perteneciente a la Cooperativa LaVaca. Y nosotrxs le propusimos a la autora publicarlo como libro”. Para ese entonces, Shock ya había autopublicado tres títulos: Revuelo sur (2007), Poemario transpirado (2011) y Relatos en Canecalón (2011). “Mientras trabajábamos en Crianzas, Susy nos propuso publicar Hojarascas, un poema-manifiesto contra los travesticidios que había estado escribiendo en formato de columnas en la revista MU, mensualmente durante todo 2016”. En 2017, Muchas Nueces (que hasta ese momento era una editorial de literatura infantil y juvenil) creó una colección para adultes titulada Urgente y publicó Hojarascas con fotografías del primer “Gritazo Trans” contra los travesticidios que cubrió el colectivo M.A.F.I.A. “Un año después, con Marlene Wayar publicamos Travesti / Una teoría lo suficientemente buena. Es un ensayo dialogado, pues para Marlene las trans y travas tienen una cultura oral”. En su libro, Wayar dialoga con Susy Shock, Claudia Rodríguez, Claudia Acuña y Sergio Ciancaglini. En 2020, en Muchas Nueces se publicará Mostremorfosis, una autobiografía en formato de cómic del artista trans Mikel Machin, y Realidades, la obra poética reunida y comentada de Susy Shock. Hasta hoy, los libros de autorxs trans, travestis y no binaries representen más del 20% del catálogo de este sello.
Adriana Fernández, gerente editorial del Grupo Planeta, coincide con los encargados de sellos alternativos como Milena Caserola, Puntos Suspensivos, Muchas Nueces, Editorial Casa Brandon (que lanzó en 2018 Amores como el nuestro, de Charo Ramos), Ediciones de la Universidad Nacional de General Sarmiento (donde se publicó, en 2013, Yo nena, yo princesa. Luana, la niña que eligió su propio nombre, de Gabriela Mansilla) y Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (Edulp), precursora en la publicación de testimonios y ensayos sobre las identidades travestis y trans en la Argentina. “La realidad y el debate se imponen sanamente y estos discursos circulantes se vuelven textos que aparecen, no siempre como libros –dice–. Otros sí. Estas primeras personas de la autoficción o crónicas están dando vueltas y nuestro trabajo es ver”. ¿Y el de los lectores? Recibir con entusiasmo un catálogo vivo.
Comentario sobre los comentarios
Camila Sosa Villada*
“Camila, cuánto me ha conmovido Las malas, tu libro sobre las travestis, el libro sobre la comunidad travesti, cuánto dolor y lágrimas me ha arrancado, tu libro terrible sobre la espantosa realidad de las travestis, Camila, además está muy bien escrito y te envío mis textos y este artículo que escribí sobre tal cosa y me gustaría contarte lo mucho que me gustó tu librito, estemmm, este, el último, a partir de tu libro desperté y ahora conozco la realidad de las travestis”. Y yo me pregunto si se puede crecer, reforzar, embellecer, amputar una escritura con devoluciones como esas. Cómo se borran los nombres propios, todos los rodeos para no decir lo que hay que decir, cuán sustituibles somos todos estos nombres: Claudia Rodríguez, Marlene Wayar, Carolina Unrein, Susy Shock, Naty Menstrual, Doctora Skarnia, Alexa Pettone, Lola Bajhan, Sayak Valencia. Ojalá que de tan conmovidos con un libro como Las malas les den trabajo a las travestis. Eso sí sería literatura.
*Autora de Las malas (Tusquets) y El viaje inútil (DocumentA/ Escénica Ediciones).
Un agrupamiento arbitrario Facundo Abal*
Todo aquello que se escribe desde el borde para visibilizar y denunciar un mundo desigual e injusto sirve, al mismo tiempo, para revisar, impugnar y ampliar las operaciones de canonización dentro de la literatura. Un canon que, como sabemos, siempre dejó afuera a todo lo que no fuese blanco, hombre y heterosexual. Eso mismo que Raymond Williams llamó “tradición selectiva” y que no es otra que la demarcación desde el lugar del poder. Pero (y ese “pero” no invalida, sino que es un “además”) es importante tener en cuenta que la categoría de “escritura trans” habla más del dedo que señala que de eso que se quiere encapsular como fenómeno y, por tanto, condenar doblemente a la anomia. Es un agrupamiento tan arbitrario, absurdo y excluyente como el de literatura de mujeres, literatura de migrantes, de enanos o personas albinas. La pregunta, siempre compleja de responder, es acerca de su valor literario y punto. Las personas trans se enfrentan a un gran desafío, que es el mismo que atraviesa cualquier persona que quiere ser reconocida por su escritura: una vez que se vomitó la propia vida, ¿se pueden trascender y crear con destreza muchas otras? Creo que eso es, a futuro, lo que las va a liberar definitivamente de cualquier etiqueta.
*Sociólogo y director de la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata.