Las asociaciones de amigos nacen de la amistad entendida no en las virtudes sino en los defectos. Carencias de un Estado que por los ditirambos económicos padecidos sucesivamente en el país se achicó en el financiamiento de sus instituciones modelos, comenzando con los museos y los teatros, sean del signo que sean, elijan la época que prefieran. Según un informe de ATE, de 0,05% del PBI en 2015 –el peor año de inversión en Cultura–, se pasa en el proyecto presupuestario de 2023 a 0,03% –en diciembre anterior levemente rectificado–. Aunque no es el único defecto. Porque la mezcolanza de modelos de gestión oficial para sus organismos culturales, entre el patrocinio inglés y la burocracia francesa, con maridaje del mecenazgo norteamericano, generó en el revuelto gramajo una impensada y vital alianza de los directores de museos y los presidentes de las asociaciones de amigos (AA). De la vereda de enfrente de la administración central, o los puentes de arena entre museos y funcionarios nacionales y municipales.
Así sostiene el presidente de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes (Aamnba), Julio Crivelli: “El aporte estatal, en el caso de nuestro país, no tiene la entidad que debiera por la crisis fiscal que vivimos desde hace décadas. Además, tiene requisitos formales que a veces, por la necesidad de tomar decisiones inmediatas, son difíciles de cumplir. Por ello, el complemento económico de la Asociación es muy importante”, reflexiona en sintonía con el mismo análisis que impulsó hace 91 años la fundación de la Aamnba por Cupertino del Campo y Francisco Llobet. Cuando los golpistas en el poder de la década infame desenfundaban, apenas escuchaban la palabra Cultura. Como si no existiese ninguna nueva noticia, sin Aamba no hubiera sido posible la sede definitiva en 1933 en la antigua casa de bombas, ahora Museo Nacional de Bellas Artes, remodelado por Alejandro Bustillo. El mismo arquitecto de la casa de Victoria Ocampo en Beccar, hoy Unesco-Villa Ocampo, provincia de Buenos Aires.
“Se consideran “Amigos de los museos“, todas aquellas personas que contribuyen de cualquier manera en apoyo de los museos, a su desarrollo y difusión. Actúan de manera voluntaria y no remunerada. Su apoyo es moral, financiero, o consiste en trabajo voluntario y experiencia”, establece el código ético de los amigos y voluntarios de museos españoles, inspirando en el código mundial aprobado para la federaciones mundiales en México, en 1996. Y es el mismo que rije a nuestra Federación Argentina de Amigos de Museos (Fadam) que preside honorariamente Marta Álvarez Molindi, en representación de Amigos de Villa Ocampo. La entidad integradora desde hace cuarenta años otorga soporte técnico, legal, administrativo y sirve de nexo para el intercambio de experiencias entre las 104 asociaciones federadas de todo el país. Y además cumple un destacado papel profesional y educativo donde reluce el clásico certamen a nivel de educación primaria; “la Fadam colabora activamente con las AA en la convocatoria de nuevos públicos para el Certamen Escolar, que se realiza desde 1993, ya que conocen sus zonas y saben a quién divulgar. También están al tanto de qué escuelas han participado y cuáles no y hay que incentivarlas o informarlas”, sostiene Alvarez Molindi. Con ello, asimismo, señala otro sendero no tradicional para la AA, que en los últimos tiempos trascienden a los históricos cursos, fuente originaria de ingresos, y apuntan a otras actividades, aranceladas o no, como conciertos, visitas guiadas, concursos, jornadas y conferencias.
La Asociación de Amigos más austral del planeta. Unas de las asociaciones que participa de la Fadam trabaja desde 1994 en los confines australes en la quijoteada que se transformó en museo faro. Pioneros de una tendencia que viene siendo una salida desde abajo en el mundo, museos o teatros que nacen del impulso de las asociaciones de amigos ante la falta de respuestas gubernamentales, y que mezclan a directores de museos con presidentes de AA, el Museo Marítimo de Ushuaia de Tierra del Fuego “fue lo que le dio vida a la ciudad. Había mucho para mostrar y contar”, dice el director del museo y presidente de la AA, Carlos Vairo. “Nos propusieron armar un pequeño museo y así comenzamos. Al principio sólo con la parte marítima. Que era la única forma histórica de comunicación local tanto de yaganes como comerciantes, autoridades y exploradores, quienes debían navegar en una provincia rodeada de agua y cantidad de islas”, detalla.
En la actualidad aglutina cuatro instituciones, una de artes visuales –la única provincia sin museo público que abarque al arte argentino– y otras dos, el marítimo y el antártico, éste con la mejor colección de maquetas de naves según Lonely Planet. Aunque la gema, que atrae a turistas del cualquier rincón del planeta, y sin apoyo estatal, como los demás, es el Museo del Presidio que, declarado Monumento Histórico Nacional en 1997, administra la AA. “No existiría sin nosotros”, subraya Vairo.
Como varios museos públicos y privados declaran por lo bajo directores y presidentes; las AA no limitadas a lo económico, sino en un rol además indispensable en la difusión de acervos y actividades. En la estela de las lejanas “sociedades eruditas” del siglo XVII, en los albores de los museos y la sociedades científicas, y que difundían antes de nada colecciones y saberes. A pesar de que la Argentina posee un antecedente honroso en 1855, con la Asociación de Amigos del Museo de Historia Natural de Buenos Aires, una publicación de la Unesco daba cuenta que en 1972 durante el primer Congreso Internacional de Sociedades de Amigos de los Museos, apenas se contabilizaba un par de centenas de amigos en el mundo, mayormente los tradicionales filántropos. Veinte años después se registraban 650 mil, en su gran parte voluntarios. Parte del fenómeno se explica en economías en declive, con otras prioridades más acuciantes, o una retirada del Estado bajo el impacto de las políticas neoliberales. Tampoco son exclusividad de los museos y teatros que vienen con presupuestos públicos en tobogán, y surgen en Argentina todo tipo de entidades civiles benefactoras, como la Asociación de Amigos de los Tranvías o del Lago de Palermo, a un ritmo sostenido desde la década del 70. Podrá ubicarse en estos años la búsqueda de la sociedad civil de respuestas financieras y solidarias a la desprotección y resignificación del capital cultural.
Amigos con derechos. “La Fundación Amigos del Teatro San Martín cumple un papel fundamental en el desarrollo e implementación de proyectos culturales de relevancia para el Complejo Teatral de Buenos Aires. Genera y pone en agenda temas del quehacer cultural de la Ciudad, articulando y siendo vínculo entre el sector público y privado”, comenta Eva Thesleff de Soldati, presidenta de la Fundación Amigos del Teatro San Martín. Con un diferencial con respecto a sus hermanas de museos, “el Complejo Teatral de Buenos Aires es un teatro fábrica y se caracteriza por su multiplicidad de actividades y producciones” en sus sedes que cubren de la avenida Corrientes a La Boca y Mataderos, en tan disímiles paisajes culturales y sociales, Thesleff de Soldati enfatiza que trabajan en el principal “polo cultural porteño”. Y en permanente contacto con la respectiva Dirección General y los trabajadores, los que les permite “detectar, y muchas veces anticipar, las necesidades y realizar propuestas que puedan marcar la diferencia”. Entre las proyectos insigna de la Fundación del Teatro San Martín se encuentran el programa de digitalización de archivos de la historia teatral del Centro de Documentación del CTBA, en los pasos del notable custodio del Centro de Vestuario, Teatros Accesibles, las becas para bailarines Ana Itelman y la escuela de oficios en el Teatro de La Ribera.
La gran mayoría de las asociaciones de amigos se constituyen como una organización civil sin fines de lucro. No habiendo un legislación particular para las AA, éstas adoptan esta forma legal entendida como una herramienta de participación mediante la cual los ciudadanos pueden colaborar desde el colectivo para ser una plataforma entre instituciones públicas y donantes. Brindan cuotas muy accesibles que rondan en enero de 2023 los 650 pesos por mes, Aamba, a los 4.500 pesos anuales para el socio joven de la AVO. Y el promedio de asociados va de los quince a los 1.500 informa Fadam. Sin embargo en la realidad sucede que varios amigos participan en más de una asociación, con la contraparte positiva que comparten experiencias en distintas entidades.
Otra es que esta cadena repite apellidos en los cargos directivos por una razón obvia de acuerdo a Crivelli, “El único requisito es haber sido elegido por la Asamblea. Informalmente hay que estar dispuesto a donar y a obtener donaciones de personas e instituciones, lo cual no es fácil. Y también es imprescindible trabajar, generar ideas, en definitiva, invertir mucho tiempo en la actividad de apoyar al Museo” señala el prestigioso abogado, en una cota que se extiende a los otras fuentes consultadas.
“Para nada”, rechaza Thesleff de Soldati el prejuicio de elitismo que pregna la primera mirada a las AA, “La Fundación Amigos del Teatro San Martín cuenta con un consejo de administración compuesto por distintos perfiles profesionales que aportan su expertise a la vez que colaboran en la búsqueda de apoyos institucionales y económicos para llevar adelante los distintos programas”, concluye la presidenta de la Fundación que cuenta con quince miembros, y se instauró en 1995. Allí cuando se “percibía un gran interés por colaborar con el teatro, dándole entidad institucional a ese apoyo y afianzando el entusiasmo por acompañar sus propuestas”, en los meses postreros del menemismo en CABA, recuerda la presidenta los orígenes de la Fundación que funciona en el mismo teatro, quinto piso.
Conjugando Dar. De las pocas asociaciones que realizan memoria y balance, se deduce que los amigos de Bellas Artes llevan aportados en la última década seis millones de dólares en obras de infraestructura, donación de obras y exposiciones temporarias, además de una inversión cercana a los casi 3,5 millones de dólares volcados en actividades culturales y educación para socios y no socios. Los 10 mil metros cuadrados a principios de los ochenta que fueron financiados por la Aamnba, y más de 180 obras de arte notables adquiridas en nueve décadas, sorteando la errática, a veces inexistente, política de adquisiciones del museo guía de la Argentina; algunos de los logros conquistados por la regularidad y persistencia de la AA, una de las más antiguas de Latinoamérica.
“Desde lo económico no podemos brindar una cifra ya que no tenemos la información y porque sería difícil determinar cuál es el aporte, por ejemplo, si estamos hablando sumando al Mecenazgo –que sólo se consigue a través de las AA–. En cambio desde lo social y cultural, es muchísimo ya que son las AA las que difunden la actividad de los museos, las que acercan público, las que tienen contacto con AA de otras provincias y países y a través de todo esto logran conocimientos y actualizaciones que transmiten a los museos a las que pertenecen”, enfatiza Álvarez Molindi de la Fadam. Y excluye de la media de apoyo financiero a la Aamnba, con sus dos mil socios, a quien califica ejemplar de “una empresa. Hay AA nuevas que empiezan a dar sus primeros pasos y otras que con menos antigüedad actúan con muchísima eficiencia”, pondera en ello a la Asociación de Amigos Norpatagonia y sus circuitos entre Neuquén y Río Negro, quienes logran nuclear a más de 87 museos de toda la región.
Otro de los flancos débiles que sortean las AA son los remanidos enfrentamientos entre los directivos de las instituciones y las asociaciones, célebres en el Museo Nacional de Bellas Artes en los noventa y primeros dos mil, o en el Teatro Colón, donde un recordado informe de la Auditoría de la Ciudad de Buenos Aires informaba en 2008 el uso indebido, asimilable a una suerte de privatización del espacio público, que incurría la fundación del coloso lírico porteño. “Yo diría que todas nuestras acciones se resumen en el verbo dar. Dar es la esencia de nuestra Asociación de Amigos y pienso que también de cualquier otra Asociación. Dar financiación”, jerarquiza el vínculo Crivelli. Incentivar el crecimiento, apoyar, asesorar y complementar son diferantes maneras de vincularse de la AA con sus entidades madres, bosquejan los demás consultados.
“Es cierto que en otras épocas hubo algunas rispideces, pero hoy en día eso está superado. Las AA saben caminar junto a los directores de los museos y los mismos, valoran los aportes de las mismas en todos los ámbitos. Los miembros de las asociaciones han entendido el lugar que ocupan las mismas y la necesidad de trabajar en buenos términos con el personal del museo”, acota Álvarez de Molindi. Y amplía que cada vez más los directores, programadores culturales y los curadores de los museos y sus actividades participan más a sus AA de sus proyectos, escuchan, y a veces, toman en cuenta sus opiniones. En muchos casos, señala, cae inevitable en la pregunta de los directores a las AA sobre la viabilidad y el sostenimiento económico.
Amigo fiel. “Aún cuando el objeto de las asociaciones de amigos se limitase al desarrollo de fondos, para que una estrategia de financiamiento híbrida sea efectiva se necesita un trabajo conjunto y de cada una de las partes del binomio: institución pública y asociación civil. Para acrecentar los fondos privados se requiere una gestión estratégica de su capital simbólico, entendido como el prestigio que hace atractivo al teatro o museo para sumar aportes de patrocinadores a sus fuentes de financiación. Este capital simbólico se opera fundamentalmente desde la institución pública a partir de la planificación de su estrategia de comunicación. Y, complementariamente, es un capital valioso la confianza que se genere desde las asociaciones de amigos con transparencia y eficiencia en su gestión”, concluye la investigadora María Clara Miravalle oteando el pasado futuro de las AA, cada vez más en el terreno orientado al modelo mixto de gestión de museos y teatros.
“Probablemente la creación de programas sustentables que incorporen nuevas tecnologías a las instituciones sea en lo que seguiremos trabajando en los próximos tiempos”, adelanta Thesleff de Soldati de la Fundación de Amigos del San Martín, en un punto en común con otras AA, que incluyen igual en el tope de objetivos a la incorporación de nuevos públicos. O revertir los devastadores efectos de la pandemia y cuarentena en espacios con financiamiento privado, el caso del Museo Marítimo de Ushuaia, o con un regimen particular, como la Villa Ocampo, que es el único museo que administra la Unesco, con oficinas latinoamericanas en Uruguay. También apuntalar que quienes participen en las AA adquieran un compromiso moral y un perfil profesional que exceda la simple membresía.
“Un Amigo de un museo es una persona que tiene interés por la temática que presenta el mismo. Es una persona que muchas veces le dedica no solo dinero y su tiempo. Es alguien que difunde lo que es y hace el museo. Un Amigo de un Museo es alguien que ama a ese museo”, se entusiasma Álvarez de Molindi de la Federación. Queda así para las Asociaciones de Amigos seguir constituyendo las amorosas, necesarias, manos que hacen, y un bastión que repela el marketing empresarial y el clientelismo estatal. Colaborando. Ayudando. Dando. Y recordando con su trabajo de-sinteresado y ético las funciones indelegables del Estado.