Entre los simbolistas que más amaban a Eugène Delacroix se destacaba Odilon Redon. Aunque el pintor de La Libertad guiando al pueblo tenía una amplia gama de admiradores que iban desde partidarios de ese estilo hasta los modernistas y también los impresionistas, posteriormente, vieron en él una gran inspiración. Por su parte, a Delacroix le gustaba más estar entre escritores y músicos que con sus colegas y de hecho mantuvo una gran amistad con la novelista George Sand y vínculos con Liszt, Chopin y Stendhal, entre otros.
Redon era mucho menor que Delacroix, que había nacido en 1798. Cuando el jovencísimo Odilon lo conoció tenía 19 años, mientras que Eugène rondaba los 70 y le faltaban unos pocos para morir de tuberculosis en 1863. Fue en un baile oficial al que había ido con su hermano y sólo lo pudo ver de lejos porque al acercase, otro hombre se interpuso en el camino y desvió la atención del maestro. En su diario íntimo Redon recuerda que: “Delacroix tenía la belleza de un tigre; la misma soberbia, la misma elegancia, la misma fuerza”.
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Se quedaron esperando toda la noche que Delacroix se canse de la fiesta, se vaya a su casa y poder seguirlo. Eso fue lo que hicieron, entrada la noche: “Atravesó la ciudad hasta la puerta de un apartamento de la rue La Rochefoucauld donde ya no vivía. ¡Era, cómo no, un despistado llevado por la costumbre! Rehízo el camino tranquilamente acompañado de sus pensamientos, hasta la callejuela Fürstenberg, calle silenciosa donde moraba en aquella época.”
Muchas noches más, Redon pasó por esa puerta para ver si se lo volvía a encontrar.