Luisita, mi amor! Esta señora me sacó la primera foto, cuando yo empezaba. La señora Luisita”. Lo dice con ese tono inconfundible Moria Casán en la película de Sol Miraglia y Hugo Manso, Foto Estudio Luisita, de 2018. Esa misma frase, con otras entonaciones, podría haber sido pronunciada por una lista larga de vedettes, en sus comienzos o no, de actores y actrices, músicos, bailarines. Tanto así que prácticamente todas las estrellas de los 60, los 70 y principios de los 80 pasaron por su estudio. Una enumeración que va desde Atahualpa Yupanqui, Tita Merello, Libertad Lamarque y Luis Sandrini hasta Susana Giménez, Alberto Olmedo, Jorge Porcel y Juan Carlos Altavista, entre muchos.
Luisa Escarria y sus hermanas tuvieron el estudio de fotografía en el departamento de la calle Corrientes, donde hoy siguen viviendo junto a sus perros y un montón de recuerdos. De eso, sobre todo, se trata la película. De un homenaje a la mujer que hizo con su cámara las fotos más pregnantes de la historia de la revista porteña, un género teatral que tuvo su apogeo y hoy apenas asoma con poco entusiasmo en las temporadas estivales.
Luisa y sus hermanas son colombianas y trabajaron juntas desde 1958 hasta 2009. Esto fue cuando tuvieron que cerrar el estudio porque ya no había más trabajo: los retoques manuales que les hacían a las fotos perdieron contra la tecnología, los teatros de revista apenas existían y las tres ya son señoras de más de 80 años que conviene que hagan otras cosas. En el caso de Luisita, volverse artista, por ejemplo.
En el documental, al lado de Moria, Luisa Escarria parece aún más pequeña y tímida. Moria la abraza y la envuelve; luego la suelta para que Luisita siga revisando sus cosas, contando su vida, narrada por ella y sus hermanas, mostrando su rutina de hoy: el paseo con los perros, las comidas y el detalle de ponerle edulcorante a una bebida con alcohol, tipo espumante: “Para mí le falta dulce. Está muy simple”.
Mientras que en la película ella protagoniza el relato de su historia, muy interesante pero simple, en la Fotogalería del Teatro San Martín hay una muestra con sus fotografías. En el primer caso, Luisita no deja de ser quien es para transformarse en otra. Tampoco hay incidencia de esa pieza en la historia del cine como ruptura o experimentación. Sin embargo, la exhibición tiene implicancias que van más allá del registro. Para decirlo de otra manera: importan menos las fotos de Luisita que la operación sobre el sistema del arte que habilita su devenir “artista fotógrafa”. Porque las imágenes son un archivo en dos dimensiones temporales y conceptuales: el acervo de su producción comercial, el resultado de su trabajo y una posibilidad de lectura que la incorpora al arte contemporáneo.
La producción de Luisa Escarria es la “no obra”. Es el vasto repertorio de esas fotos que fueron tomadas en tantos años de vida profesional. En él se visualizan las constelaciones de una época: elencos, escenografías, vestuarios y público. Pero también, sobre todo, en las fotos de puestas montadas, ensayos y estrenos una alternativa de unir ese trabajo con una tradición fotográfica. ¿Cuál es el límite entre esas dos producciones? Si el arte contemporáneo incorporó una lógica de imágenes que no pertenecía a la historia del arte, si los productos del supermercado pasaron de la góndola a las salas de los museos, la nueva catalogación, la exposición y el pensamiento sobre los trabajos de Luisita no resultan inapropiados. Por el contrario, si la película es el archivo de la memoria, es el pasado y la explicación de esa práctica extensa y sorprendente de esta fotógrafa en el mundo del espectáculo de tantos años, la exposición de sus fotos en el marco de una galería, con un criterio curatorial que valoriza un nuevo encuadre para las reproducciones, que ordena de otro modo ese material, opera sobre el territorio de las artes visuales. La muestra, entonces, es el archivo en su condición de futuro.
Y aunque esté Luisita, podamos abrazarla como en el documental, apreciar su entusiasmo y verificar su sorpresa por esta nueva vida para sus fotos, sabemos que es el archivo que posibilita la máquina del tiempo que hace perdurar la vida de los artistas después de la vida. En palabras de Boris Groys: “Estos archivos de proyectos contienen borradores para vidas que no han ocurrido todavía pero que quizás estén destinadas a desarrollarse en el futuro”.
Luz de noche. Foto Estudio Luisita
Texto curatorial: Lara Marmor, Bruno Dubner y Ariel Authier
De martes a domingo de 12 a 21
Fotogalería del Complejo Teatral de Buenos Aires. Hasta el 2 de junio.