Seis personajes en la búsqueda de Pirandello. Tienen a los actores que podrían representarlos, pero aún no al autor. Giménez (Ulises Dumont).
El hombre empieza representando un ideal de justicia e interrumpe un partido por las amenazas de un tal Muñoz, presidente de Gimnasia. Envalentonado por el apoyo de gobernadores, periodistas y buena parte de la opinión pública, declama a favor de un paro de la actividad. Entra en acción Marconi, presidente del SADRA, gremio al que pertenece Giménez. Marconi (Luppi, el de Plata dulce) tiene fuertes ataduras al poder de Grondona. Es el brazo armado de la AFA para, justamente, evitar huelgas. “¿Qué estás diciendo, de qué estás hablando? ¿Nosotros pidiendo un paro? ¿Dos días de héroe y te me volvés loco?”, le grita a Giménez. Marconi dice al periodismo que a Giménez lo entendieron mal. Y Giménez dice que, en efecto, no dijo lo que dijo. “Parar la pelota, pensar cómo arreglamos esto”, corrige Giménez. “No. Un paro, no”. Dumont, cuando en Ultimos días de la víctima decía: “No te metás con Ferrari...”. Entra Jorge Ferro, hombre de la AAA, la Asociación de los “otros” árbitros. (Adrián Suar, su mejor cara de pícaro). El personaje toma de volea lo primero que dice Giménez. Ellos, los de la AAA, habían sido traicionados por una carnereada del SADRA la vez que lucharon por dignificar el referato. “Estamos con Giménez. Si hay paro, acompañamos”, dice. Luppi le da una bofetada a Dumont. “Ves lo que hiciste?” El personaje siguiente es Muñoz (Dady Brieva, de lentes). Entra y sale del Comité Ejecutivo. Pide licencia, hasta que aclare. Pero oscurece a Giménez. “Mentís”, le espeta. Fui a ayudarte y entendiste todo “mal”. Lleva en la mano el prontuario de suspensiones aplicadas a Grondona por lo mismo. “Cuatro agresiones a los árbitros me faltan para ser presidente de AFA, como Julio. Con cuatro tipos más que cague a trompadas, en la primera dictadura, entro yo.” Una figura olvidada ingresa en la escena. Se llama Aldo Ottone (Pepe Soriano) y fue juez de fútbol hasta que una noche del 77 dirigió por última vez en un Independiente-All Boys. Un línea parecía moribundo a causa de un piedrazo y Grondona entró al vestuario a exigir que el partido continuara. Su equipo estaba perdiendo. “Cagón”, le gritó al línea desvanecido. “Y vos, Ottone, seguís o te mato en la AFA”. Inesperadamente, un señor, Cantilo, nada menos, lo llama a Ottone por teléfono y le ordena que siga. Ottone nunca supo si era Cantilo, pero pensó en la buena imagen que el país debía dar, y continuó el partido, hasta que otra piedra acabó con todo. Desde ese umbral del Mundial ’78,Ottone nunca más arbitró y Grondona llegó a presidente de AFA, y allí permaneció más de treinta años. Finalmente, Grondona, el personaje central (Rodolfo Ranni, el de la película En retirada o el de Zona de riesgo), quiere justificar a Muñoz. Abrazar a Marconi y retar como a un chico a Giménez. Desprecia a Ferro y no ubica muy bien a Ottone. Una cámara de TyC busca su mejor plano. “A Muñoz lo comprendo. Cómo no voy a entenderlo si yo una vez (se saltea otras cinco, de las recordadas) hice lo mismo. Vamos a evaluar todo y veremos. ¿Paro? Nooo. Si el mejor invento de toda mi vida fue el SADRA. Esto se arregla conversando. Ya vas a ver que Todo Pasa”.
La escenografía podría ser un escenario despojado, con Grondona hablando desde una estatua que le harán por sus contribuciones a la comunidad. De pedestal de bronce, escombros y desparramos por el piso, las letras de la AFA. El seguidor de luz, en la cabeza de la estatua. Una cierta penumbra envuelve a los demás personajes. La otra está servida. ¿No hay un autor que se precie?