DEPORTES
empate en parque de los patricios

Huracán y San Lorenzo aburrieron en un partido con más trabas que emociones

Casi no hubo situaciones de peligro y ninguno de los dos equipos mostró interés en protagonizar el dominio de la pelota. Todo fue juego aéreo, empujones, fricción en el mediocampo y peleas. El aburrimiento es algo que empieza a ser habitual en el clásico de barrio más grande del mundo: hubo siete empates en los últimos diez partidos. Los dos quedaron lejos de los puestos de clasificación en sus zonas.

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Rivales. Ibañez y Bareiro, que se pelearon varias veces, disputan la pelota en el Ducó. El paraguayo se quejó del campo de juego. | télam

Con el clásico entre Huracán y San Lorenzo habitualmente pasa lo que pasó anoche: es aburridísimo. Un partido que al principio te entusiasma por lo que sucede en las tribunas, por la rivalidad entre los clubes, porque de verdad es el clásico de barrio más grande del mundo, pero que muchas veces defrauda y dan ganas de cambiarlo por una serie de Netflix. Hay una estadística que valida esa sensación: de los últimos diez partidos, siete fueron empates.  

Es difícil hasta de recordar situaciones de peligro en los arcos o al menos algunas elaboraciones en los dos equipos. Todo fue rechazo para arriba, rispidez, el mediocampo trabado y no mucho más. Huracán estuvo cerca algunas veces por un tiro de Fértoli, que encaró de izquierda a derecha y buscó el ángulo del arco de Altamirano. O a través de Pussetto, el único quemero que podía sacarse rivales de encima y generar un poco de peligro. 

¿San Lorenzo? Bueno, hizo lo que viene haciendo en este 2024: no dar el salto esperado, seguir especulando y defendiendo, cuando la demanda de sus hinchas es otra: ir por más, sin que eso fuese una osadía, sino una necesidad. Bareiro no puede hacer magia arriba, el Perrito Barrios no puede eludirse a tres rivales cada vez que toma la pelota y el resultado está a la vista: casi nada. El idilio con el Gallego Insúa empieza a transformarse en fastidio. Algo tiene que cambiar, especialmente porque la Copa Libertadores está a la vuelta de la esquina. La mejor manera de sintetizar lo que es este equipo azulgrana estuvo en el minuto de descuento, cuando Leguizamón desperdició una pelota parada con un centro a las nubes. La frustración y las caras en el banco de suplentes lo evidenciaron: “¿A dónde tiró el centro?”, decían.  

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El final no fue solo eso. Minutos antes, Echeverría quedó con su cara ensangrentada por un tacazo de Bareiro. Había tribunas enardecidas, los jugadores de Huracán pidiendo la roja para Bareiro (que siempre está en el medio de los conflictos) y el árbitro tratando de sacar de ese pantano un partido que terminó siendo eso: una marea de nervios y empujones, y absolutamente nada de juego. O de fútbol. Postales que en este clásico de barrio entre Huracán y San Lorenzo ya empiezan a hacerse costumbre.